El presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo
Valdés Zurita, así como los consejeros Macarita Elizondo Gasperín, Francisco
Javier Guerrero Aguirre y Alfredo Figueroa Fernández, dejarán el cargo el
próximo 30 de octubre al cumplir su gestiónFoto Carlos Ramos Mamahua,
Cristina Rodríguez y Carlos Cisneros. La Jornada.
Francisco
RIVAS LINARES
¡No
tenemos políticos, tenemos ladrones! Gritaban con estridencia quienes asistían
a manifestarse por las calles de Brasilia, reclamando los gastos onerosos que
el gobierno estaba invirtiendo en la organización del Campeonato Mundial de
Futbol 2014, en tanto que el pueblo se debate en la pobreza.
¡No
tenemos políticos, tenemos ladrones! Es un grito que rezumba no sólo en las
calles de Brasil, sino de todos los países del orbe. La clase política se encuentra
en franca caída hacia los niveles más bajos de su propia denigración.
En
el último estudio de Transparencia Internacional publicado en el documento Índice de Fuentes de Soborno 2011, México
ocupa el tercer lugar en una clasificación de 28 países, sólo arriba de China y
Rusia. La corrupción, que se expresa de muchas maneras, se ha instalado en los oficios de nuestros políticos y parece
que será difícil extirparla, aun y cuando se publiquen leyes anticorrupción y
transparencia.
La
percepción que todos los ciudadanos tenemos es que todos los políticos roban.
Desde quien está instalado en el vértice superior de la pirámide, hasta los
políticos más modestos de la misma. De ahí las clásicas expresiones de nuestra
singular sátira política: Con obras, hay
sobras; Báñese, jefe, pero salpique; El fin justifica los medios; Todos los
políticos son corruptos, sólo es cuestión de cantidades; En la política como en
la adicción, hay que consumir todo lo que se puede.
En
la política todos se vuelven prósperos. No les importa el cómo, sino el qué.
Tener las arcas abiertas para el dispendio, para servirse a contentillo
sabedores de la impunidad que les asiste, cínicamente se auto-designan salarios
y bonos ofensivos para nuestra sociedad empobrecida. Ahí están las percepciones
de los magistrados, de secretarios de estado, legisladores, consejeros y burócratas altos y medios; todos “…buscando
un futuro posburocrático lleno de lujos y prebendas”, como bien lo afirma John
M. Ackerman.
Por
eso ante la noticia difundida el miércoles anterior sobre los cuatro millones
600 mil pesos que recibirán como finiquito cada uno de los cuatro consejeros
del Instituto Federal Electoral que concluyen su periodo de seis años en
ejercicio, ha vuelto a cobrar vigencia el enérgico reclamo de regular tal
dispendio, un marco legal que sirva para contener la ambición de los pocos y
recuperar el sentido republicano de las instituciones.
¿Sabe
usted a cuánto asciende la dieta de nuestros diputados en Michoacán? Nadie lo
sabe. Se niegan a transparentar sus goces económicos incumpliendo, así, con la
ley de transparencia.
En
un estudio publicado sobre dietas y prestaciones de estos singulares
“servidores” a nivel nacional, refieren que en cinco estados de la república se
concentra la élite de los diputados mejor pagados. Dichos estados son:
Guanajuato, Sinaloa, Baja California, San Luis Potosí y Yucatán.
Pero
también reportan que los estados de Michoacán, Guerrero, Hidalgo, Estado de México,
Querétaro y Zacatecas, no transparentan la información sobre sus ingresos. Se
niegan a proporcionarla. ¿Por qué será?
Bien
señalaba Platón, el filósofo de la Grecia clásica: “La pobreza no viene por la
disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”. Ese es
el factor sustantivo que concita los ánimos para participar en política.
Sí,
en México como en Brasil y en todas partes del mundo, no tenemos políticos,
tenemos ladrones.
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