jueves, 24 de octubre de 2013

Políticos ladrones





El presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdés Zurita, así como los consejeros Macarita Elizondo Gasperín, Francisco Javier Guerrero Aguirre y Alfredo Figueroa Fernández, dejarán el cargo el próximo 30 de octubre al cumplir su gestiónFoto Carlos Ramos Mamahua, Cristina Rodríguez y Carlos Cisneros. La Jornada.



Francisco RIVAS LINARES

 

¡No tenemos políticos, tenemos ladrones! Gritaban con estridencia quienes asistían a manifestarse por las calles de Brasilia, reclamando los gastos onerosos que el gobierno estaba invirtiendo en la organización del Campeonato Mundial de Futbol 2014, en tanto que el pueblo se debate en la pobreza.

 

¡No tenemos políticos, tenemos ladrones! Es un grito que rezumba no sólo en las calles de Brasil, sino de todos los países del orbe. La clase política se encuentra en franca caída hacia los niveles más bajos de su propia denigración.

 

En el último estudio de Transparencia Internacional publicado en el documento Índice de Fuentes de Soborno 2011, México ocupa el tercer lugar en una clasificación de 28 países, sólo arriba de China y Rusia. La corrupción, que se expresa de muchas maneras, se ha instalado en los oficios de nuestros políticos y parece que será difícil extirparla, aun y cuando se publiquen leyes anticorrupción y transparencia.

 

La percepción que todos los ciudadanos tenemos es que todos los políticos roban. Desde quien está instalado en el vértice superior de la pirámide, hasta los políticos más modestos de la misma. De ahí las clásicas expresiones de nuestra singular sátira política: Con obras, hay sobras; Báñese, jefe, pero salpique; El fin justifica los medios; Todos los políticos son corruptos, sólo es cuestión de cantidades; En la política como en la adicción, hay que consumir todo lo que se puede.

 

En la política todos se vuelven prósperos. No les importa el cómo, sino el qué. Tener las arcas abiertas para el dispendio, para servirse a contentillo sabedores de la impunidad que les asiste, cínicamente se auto-designan salarios y bonos ofensivos para nuestra sociedad empobrecida. Ahí están las percepciones de los magistrados, de secretarios de estado, legisladores, consejeros y  burócratas altos y medios; todos “…buscando un futuro posburocrático lleno de lujos y prebendas”, como bien lo afirma John M. Ackerman.

 

Por eso ante la noticia difundida el miércoles anterior sobre los cuatro millones 600 mil pesos que recibirán como finiquito cada uno de los cuatro consejeros del Instituto Federal Electoral que concluyen su periodo de seis años en ejercicio, ha vuelto a cobrar vigencia el enérgico reclamo de regular tal dispendio, un marco legal que sirva para contener la ambición de los pocos y recuperar el sentido republicano de las instituciones.

 

¿Sabe usted a cuánto asciende la dieta de nuestros diputados en Michoacán? Nadie lo sabe. Se niegan a transparentar sus goces económicos incumpliendo, así, con la ley de transparencia.

 

En un estudio publicado sobre dietas y prestaciones de estos singulares “servidores” a nivel nacional, refieren que en cinco estados de la república se concentra la élite de los diputados mejor pagados. Dichos estados son: Guanajuato, Sinaloa, Baja California, San Luis Potosí y Yucatán.

 

Pero también reportan que los estados de Michoacán, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Querétaro y Zacatecas, no transparentan la información sobre sus ingresos. Se niegan a proporcionarla. ¿Por qué será?

 

Bien señalaba Platón, el filósofo de la Grecia clásica: “La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”. Ese es el factor sustantivo que concita los ánimos para participar en política.

 

Sí, en México como en Brasil y en todas partes del mundo, no tenemos políticos, tenemos ladrones.

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