miércoles, 13 de octubre de 2010

México-Chile: Entre los sombrío y lo gozoso


Francisco Rivas Linares

El 19 de febrero de 2006, todos fuimos sacudidos por una noticia escalofriante. A las 2:30 de la madrugada 65 mineros habían quedado atrapados en el interior de la mina de carbón en San Juan de Sabinas en la región de Nueva Rosita, Coahuila, como consecuencia de una explosión.

En tanto que el sindicato de mineros expresó que los trabajadores se encontraban a 490 metros dentro de un túnel horizontal, los funcionarios del Grupo México, operadores de la mina mencionada, aseguraban que sólo se encontraban a 150 metros bajo tierra.

El 5 de agosto del presente año, Chile se estremeció con la noticia de que 33 mineros quedaron atrapados a 680 metros de profundidad, en el interior de la mina de cobre San José, la cual se ubica en Copiapó en la región de Atacama.

Impactados por la tragedia, se hicieron patentes las denuncias. En ambas tragedias quedaron al descubierto las condiciones deplorables en que desarrollaban sus trabajos los mineros accidentados, sin medidas de prevención ni seguridad que les protegiera la salud y la seguridad.

En Pasta de Conchos el grupo empresarial había hecho caso omiso a las notificaciones y alertas de seguridad por la alta concentración de gas metano en la mina, la cual era muy por arriba de lo establecido legalmente.

En Copiapó se fincan responsabilidades a los dueños de la concesión y se les ha acusa de negligencia y criminalidad por el dolo o malicia de pretender enriquecerse en las condiciones más negativas de seguridad para los mineros.

En Pasta de Conchos, la policía desalojó a los familiares de los mineros con toletes y gases. En el operativo participaron policías federales y estatales y personal de seguridad al servicio del grupo empresarial.

El gobierno de México hizo mutis ante el dolor de los padres, esposas e hijos de los mineros sepultados; y solidarizándose con los empresarios del Grupo México, suspendieron su rescate al calcular su costo cuantioso. Por eso prefirieron mejor obsequiar unas miserables indemnizaciones y optaron por apostarle al olvido.

El gobierno chileno, en cambio, asumió los gastos que implicaban el rescate de los trabajadores; y demostrando solidaridad con las familias, supo darles la esperanza de recuperar con vida a sus seres queridos.

Las lágrimas derramadas en Pasta de Conchos son de coraje, de rencor, de resentimiento, impotencia y dolor. Las lágrimas que se derraman en Copiapó son de vida, alegría, agradecimiento y amor.

Dos tragedias. Dos gobiernos. El nuestro, ajeno a su pueblo y rendido al capital, como ha sido siempre su naturaleza. El del sur, reafirmando su identidad ante el sufrimiento de los marginados y los pobres.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Carta abierta


Carta abierta a los Padres de Familia de la Escuela Primaria Mariano Michelena:

Hace meses escribí un artículo que titulé “Pedagogía del escarmiento”. Lo inicié con una cita de Carlos Fuentes, misma que considero pertinente recurrir a ella para el propósito que me he fijado. La cita referida dice: “… si no escribo esta palabra, no la escribirá nadie. Si no digo esta palabra, el mundo se hundirá en el silencio (o en el rumor o la furia). Y una palabra no escrita o no dicha nos condena a morir mudos e infelices. Sólo lo dicho es dichoso y sólo lo no dicho es desdichado”. Termino la cita.

Nadie aspira a morir con el fardo de una infelicidad producida por el silencio. Todos aspiramos a dejar constancia de nuestro proceso vivencial; y para el efecto, empleamos la palabra escrita. Ustedes, padres de familia, así lo hacen con mantas y cartulinas colocadas en el frente de la escuela a la que asisten sus hijos. Con ello comunican la razón que les asiste para cerrar las puertas del recinto educativo. Yo, por mi parte, utilizo el tiempo que generosamente se me obsequia en este espacio de opinión, para expresar mi pensamiento en torno al conflicto en que se encuentran inmersos.

Impedir el reingreso de un niño y una niña al servicio educativo en esa institución es la justificación que enarbolan. Los señalan como violentos pues suelen agredir tanto en lo físico como de palabra a sus compañeros. Rudos y ofensivos sería la síntesis conductual de estos dos infantes.

De ser cierta su afirmación, pudiéramos entender su actitud. Sin embargo, asumirse como actores en una relación de fuerza, constituye violencia de mayor gravedad por provenir de personas adultas; y esta sí, en perjuicio de toda una comunidad escolar.

El paradigma fijado por Juan Jacobo Rousseau en su obra “Emilio” o “De la educación”: “El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien lo pervierte” debería
figurar en cada pórtico escolar, para recordarles tanto a padres de familia como a los maestros, la grave responsabilidad que tenemos de conducir a los niños a partir de sus impulsos.

La violencia escolar entre los estudiantes, ha venido incrementándose a niveles alarmantes no sólo en el país, sino en todo el mundo. Tan es así que investigadores especializados en problemas de la conducta dedican tiempo y esfuerzo en el estudio no sólo del hecho como tal, sino buscando sus causas para definir medidas preventivas.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos declaró el día 7 de septiembre del presente año que “… el 40% de la población escolar de primaria y secundaria, tanto en instituciones públicas como privadas del país, es víctima de la violencia escolar.”

Es un porcentaje altísimo. Si la escuela primaria Mariano Michelena alberga 600 alumnos aproximadamente, significaría que 240 niños y niñas estarían siendo víctimas potenciales del maltrato psicológico, físico o verbal de parte de sus propios compañeros y que no los denuncian por miedo.

¿Qué es lo que hace que un niño agreda a otro niño? Los especialistas señalan los siguientes desencadenantes: El incremento de las diferencias culturales y sociales que inducen un clima de supervivencia y competitividad. La pérdida de la idea de comunidad y la regresión de los comportamientos cívicos. El tiempo pasivo en que se hunden los niños frente al televisor. Los defectos estructurales del sistema educativo. El no dominio de las habilidades sociales y afectivas. El fracaso escolar, ya que el desinterés y la falta de motivación resultan fuentes de violencia. Y la permisividad excesiva de parte de los padres de familia.

Ante lo expuesto, pregunto: ¿Es cerrando las puertas de las escuelas como se resolverá el problema de la violencia escolar? ¿La Comisión Estatal de Derechos Humanos ha hecho estudios de campo sobre el problema de la violencia escolar? ¿Ha considerado los análisis hechos al respecto por la Comisión Nacional? ¿Las autoridades educativas, maestros y padres de familia se han documentado sobre el problema de la violencia escolar?

La Secretaría de Educación en el Distrito Federal ya editó y distribuyó en sus escuelas el documento “Escuelas aprendiendo a convivir”, donde en 153 páginas describe el proceso de intervención de padres de familia y maestros, a fin de combatir el maltrato e intimidación entre escolares; y aquí, ¿qué han hecho las autoridades de la Secretaría de Educación al respecto? ¿Estarán aplicando la pedagogía del escarmiento?

Tengo la impresión que todos han tomado posiciones equivocadas y lamentablemente los únicos perjudicados son los educandos, privándoles de su derecho a recibir el servicio educativo.

Francisco Goya, considerado “El padre del arte moderno”, tituló una de sus obras pictóricas con la frase “El sueño de la razón produce monstruos”. Comprender cabalmente la frase daría lugar a múltiples interpretaciones. Sin embargo, pienso que es oportuno reflexionarla en torno a lo dicho: ¿La razón que les asiste a todos y cada uno de los actores en este lamentable conflicto, no estará, acaso, produciendo monstruos? En alguien debe caber la sensatez y la prudencia.

lunes, 4 de octubre de 2010