miércoles, 28 de julio de 2010

LA PARODIA DE LOS ESQUIZOIDES

Francisco RIVAS-LINARES

“Como tendencia general de todos los hombres, destaca un perpetuo e impaciente deseo de poder y de más poder, que solamente cesa con la muerte. Y esto no se debe al mayor placer que se espera sino al hecho de que el poder no puede garantizarse sino buscando aún más poder.” Hobbes


La esquizofrenia, como trastorno mental que se manifiesta con cambios o mutaciones en la personalidad del individuo, ha cobrado coto de establecimiento en las conductas de quienes viven los delirios del poder absoluto.

Pautados por una deformación perceptiva de la realidad, una persona dominada por los síntomas esquizofrénicos antepone la práctica del poder al ejercicio de la autoridad. Y el resultado es una acentuada disfunción social.

El frenesí del poder de la testosterona lo imponen como dominio. La razón y el buen juicio quedan en la aridez del abandono. Dueños del destino ajeno, ellos deciden un día ser filantrópicos y al siguiente los leviatanes.

El modelo institucional del poder es el Estado, un poder que supuestamente debería tener como razón de su existencia atender los intereses de la totalidad; más, al ser pervertido, sólo escucha a una élite o clase social. Y aquí encontramos las dos enfermedades del poder: la corrupción y la impunidad.

¿Qué está sucediendo en nuestro país? ¿Cómo nos ven nuestros gobernantes? ¿Qué somos nosotros para los responsables de impartir justicia? Ante la praxis de un poder esquizofrénico, estas y muchas otras preguntas nos deben obligar al ejercicio del análisis crítico.

La falsa conciencia de la realidad ha fertilizado las nuevas estructuras del poder, una composición que impide comprender la complejidad del todo social, sus factores, el contexto, el entorno, en fin.

Por eso Felipe Calderón se ciega ante la pila de cadáveres cosechados diariamente. Por eso su indolencia ante las consecuencias trágicas que padecen las familias. Y luego nos culpa de tener una percepción diferente a la suya, una percepción rígida, invariable y por lo tanto dogmática. El parte militar, el informe judicial y el interés político, le han construido una falsa conciencia, introduciéndole rasgos esquizofrénicos a su quehacer político.

Las ideas mágico-religiosas han sustituido al proceso comprobatorio de sus argumentos. Ya no le importa explicar con la objetividad del demócrata, sino que engaña con la subjetividad del autócrata.

La fidelidad es la condición sustantiva que exige de sus colaboradores. Así asegura la aplicación exacta de sus dictados, los cuales están desligados completamente de los hechos. Y ante la ineficacia ventea las culpas, convoca a los medios para dar noticia de las buenas venturas, exhorta al paisanaje para unirse al orfeón de los halagos y descalifica a quienes osen criticarle.

La metástasis de la esquizofrenia política alcanza a todos los poderes. Así tenemos un poder judicial cuyos ministros deciden conforme a sus veleidades dominantes. Resoluciones para la repulsa social han sido su marca de casa. También cargamos a cuestas con un congreso totalmente desdibujado por sus diputados y senadores, quienes sucumben en las negociaciones de pasillo. Un congreso que solapa las arbitrariedades y no se atreve a legislar para imponer cotos.

Concluyo. Nuestra casta de politicastros está ajena y distante del pueblo. Chapulines que parasitan en la hacienda común de la nación, se han galvanizado con la desvergüenza y el cinismo. Hoy la ciencia del buen gobierno se escenifica en el tinglado como una parodia con los esquizoides.

Tenemos que dejar nuestra estrechez de acción. Es un deber liberarnos de la dominación de los políticos acomodaticios. Es necesario defender al Estado Mexicano. Sólo el pueblo podrá hacerlo. Empecemos por desechar los medios manipuladores, que hacen de los comunicados oficialistas decretos de veracidad y expulsemos a los navajeros de la política, ahora enemigos de la concordia y del sentido común.

miércoles, 21 de julio de 2010

Y el "hijo desobediente" terminó por ser el presidente del desastre



Francisco RIVAS LINARES

“Quítese de aquí mi padre que estoy más bravo que un león, no vaya a sacar la espada y le traspase el corazón” Corrido “El hijo desobediente”, como tal se hiciera llamar Felipe Calderón en sus ritos de campaña electoral.



El sector patronal expone sus propuestas económicas. La clase política discute la posesión de jerarquías de gobierno. Los funcionarios imponen estructura a fin de mantenerse en las preferencias de los “jefes”. Los líderes sindicales radicalizan los mecanismos de control. Pero el pueblo, en el que se deposita la fuerza auténtica del poder para torcer rumbos equivocados, se encuentra al margen de cualquier índice de justicia. No es escuchado, a pesar de la estridencia de sus reclamos. Es ninguneado, no obstante que en él debería radicar la optimización del ejercicio del poder, según el texto constitucional.

El grito “Todo el poder al pueblo” se queda en el reduccionismo del reclamo. Es lo único que nos resta: gritar, solicitar, exigir, protestar, pedir o demandar. Luego viene el silencio de la frustración, el coraje reprimido, la gestación del odio. Y ante la ineficaz exigencia de justicia, se invoca la venganza.

La Confederación Patronal de la República Mexicana y el Consejo Coordinador Empresarial se mantienen en su innoble empeño: imponernos el IVA en los alimentos y las medicinas. Pretenden remitir al Congreso de la Unión una propuesta con ese propósito, para que sea discutida y aprobada en su próximo Periodo Ordinario de septiembre.

Pasados los tiempos electoreros, las necesidades del pueblo retornaron a su consabido plano secundario. Vuelve, pues, la normalidad. Y la normalidad es gobernar para los pocos en detrimento de los muchos. La justicia social no se concreta, porque la impunidad favorece a quienes tienen para comprarla.

Los padres de la Guardería ABC esperaron 14 meses para ser atendidos por Felipe Calderón. No llevó en sus alforjas la justicia, sino dinero para comprar el dolor de quienes, huérfanos de sus hijos, demandan castigo para los responsables de su tragedia.

Si la ley, como norma jurídica, es regulatoria de nuestra convivencia, el gobierno la pervierte y con chicanerías obsequia protección a delincuentes de casimir inglés.

Los electricistas mantienen su expresión de protesta pacífica. La huelga de hambre de Cayetano Cabrera y Miguel Ibarra los ha puesto en el bordo de un fatal desenlace. Y Calderón, influido por el salinismo cínico, ni los ve ni los oye. Es duro de entendederas. Pero si se tratara de personajes de utilería para su insulsa campaña mediática, ya tendría, seguramente, la cobertura nacional.

Primar la justicia es deber de todo gobernante. Una justicia natural, inherente a la condición humana. Una justicia basada en el conocimiento derivado del juicio ético. Más pedirle esto a un gobernante espurio, es tanto como reclamarle rapidez mental al hombre de cromagnon.

Cansados de los predicadores políticos, se replantea la pregunta: ¿Qué hacer? ¿Qué hacer con un gobernante que llegó a Los Pinos sin –al menos- un instructivo, tomando decisiones a palos de ciego? Nos debatimos entre la ansiedad, el disgusto y la frustración. Y en tal circunscripción sólo estaremos cosechando pobreza.

lunes, 19 de julio de 2010

La lucha del SME: Por la dignidad del trabajador mexicano


“Hoy estoy en huelga de hambre para que mañana nuestros hijos no tengan hambre”. Al cobijo de esta lapidaria expresión se encuentran en huelga de hambre noventa y tres trabajadores de la extinta compañía paraestatal Luz y Fuerza del Centro y miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, demandando la recuperación de su fuente de trabajo, sustentado en la figura legal del Patrón Sustituto.

Destaca el ingeniero Cayetano Cabrera Esteva por sus ochenta y tres días en tal situación, encontrándose en alto riesgo su vida. El reclamo, la demanda estridente y el exhorto a la desobediencia civil han sido los únicos recursos de lucha de 16 mil trabajadores que se niegan al acatamiento de un atropello surgido desde el ejercicio del autoritarismo, dejando en el desamparo laboral a más de cuarenta y cuatro mil obreros de la industria eléctrica.

Un personaje siniestro ha destacado en este escenario: Javier Lozano Alarcón, Secretario del Trabajo y Previsión Social. Formado en los ámbitos de la ultraderecha, se ha instalado –sin que nadie se lo confiriera- como el depositario de la razón jurídica. Bajo los auspicios de su jefe Felipe Calderón, ha desplegado un abanico de provocaciones que van desde la violencia verbal hasta la ejecución de tropelías. Todo en perjuicio de la clase trabajadora del país.

Este último juicio lo expreso considerando que el personaje al que aludo, no sólo ha procedido en contra de los electricistas del SME. Recordemos su actitud chicanera ante el conflicto de los mineros, favoreciendo al grupo empresarial denominado Grupo México, el cual está dominado por la familia Larrea; destacando, por su fortuna, Germán Larrea, considerado como el segundo hombre más rico del país con una fortuna que se cuantifica en más de 8 mil millones de dólares.

Pero regresando al tema central. El empeño por desaparecer la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y consecuentemente al Sindicato Mexicano de Electricistas, ha sido calificado en las instancias nacionales e internacionales como una embestida contra el sindicalismo de México, marcando un retroceso tan drástico que nos ubica en los albores del siglo XX, previo a la eclosión revolucionaria.

La inclinación demostrada por el gobierno federal en beneficio del capital y en perjuicio de la clase obrera, estimula un estado de conflictividad social de alto riesgo. Más aún, el acicate esgrimido por los ministros de la Suprema Corte negándoles a los trabajadores el amparo correspondiente, da por legalizado el embate contra el sindicalismo independiente y abre los caminos para la restricción de los contratos colectivos y la eliminación de los derechos laborales.

Quienes frecuentemente se rasgan las vestiduras ante los asuntos tiránicos que se ventilan en otros países, no deberían callar frente los actos despóticos de un gobierno impuesto por el poder económico. Debemos cerrar oídos a los mensajes que pretenden manipular la opinión pública, mismos que buscan hacernos creer en la culpabilidad de los trabajadores frente a la ineficiencia de los servicios de energía eléctrica, ocultando mañosamente la miseria estructural con la que se encuentran laborando y la mediocridad de los órganos administrativos.

La experiencia nos dice que cuando el gobierno pretende privatizar servicios, le basta recortarles recursos de mantenimiento, desplegar un embate mediático para la manipulación y estimular la permanencia de líderes “charros” para controlar la reacción de los trabajadores.


Vamos a negarnos a ser cómplices de este poder arbitrario. Basta de ser permisivos en la imposición de actos personalísimos en beneficio de una minoría con complejos caciquiles. Son tiempos de resistencia contra la razón arrogante.

martes, 6 de julio de 2010

El canto de los dinosaurios. Y siguen los mismos


A propósito de la jornada electoral que se desarrolló el domingo anterior en varios estados de la república, el diario La Jornada, en su edición del lunes, publicó un cartón de José Hernández en el que aparece un personaje que supone ser la autoridad electoral. Serio, cuasi-solemne, da a conocer las tendencias en los resultados en el tenor siguiente: “En resultados preliminares, en algunos estados ganaron los mismos con los mismos partidos y en otros ganaron los mismos con otros partidos”.

Parece un galimatías, tan propio de nuestros politicastros dominantes. Pero guarda la única certidumbre que tenemos todos los ciudadanos cuando se realizan las mal llamadas “democráticas elecciones”; es decir, una presencia de candidatos repetidos por idénticos partidos, declarándose virtuales ganadores en las competencias electoreras.

La expresión frenética de los analfabetos políticos, constituyen la garantía del llenado de las urnas. Los burócratas de los partidos le llaman “voto duro”. Los acomodaticios le denominan “voto útil”. Ambos se traducen, finalmente, en escaños, curules, gubernaturas, presidencias, etcétera.

En el argot popular se les conoce como “borregos” a quienes sufragan en una u otra modalidad. Tal es el mote peyorativo de quienes con obediencia ovejuna, aceptan ser pastoreados por liderzuelos y obedecen las directrices señaladas por los cencerros.

Los “borregos” tienen la cualidad de ser altamente susceptibles a cualquier tipo de propaganda, la que puede ser tanto política como religiosa. Con paciencia benedictina reciben los lavados cerebrales y se les instala en una visión cuadrada de la que difícilmente podrán salir.

Por ellos los politicastros se encuentran gravitando repetidamente en pos del “hueso”. Unas veces diputados, otras veces regidores, después presidentes de sus municipios, más tarde senadores. Luego son verdes, amarillos, azules, en fin; pero siempre pegados a la ubre de las arcas públicas.

Por eso los bastiones del poder saltan del PRI al PAN o PRD, y con los mismos personajes que brincan como saltimbanquis de un partido a otro. No hay escrúpulos. No hay vergüenza. Sólo intereses. Y la cadena se reactiva con los dinosaurios que, tutelados por cacicazgos mafiosos, prometen, se publicitan, se espían, compran conciencias e inducen.

En 1944 Jesús Sansón Flores escribió un soneto para fijar su repudio a José María Mendoza Pardo, candidato al Gobierno de Michoacán y que le costó la salida de nuestra entidad. Quiero compartirlo con ustedes para sacudir este letargo masoquista con que nos tiene dominados este sistema de partidos. Su título : “Credencial de elector”.

¡Qué cinismo social que al pueblo reta!
¡Qué farsa electoral y con qué audacia!
enviarle al ciudadano una boleta
para que ejerza en “limpia” democracia.

Ni la burla perdona el “Gran Profeta”
al pobre pueblo para peor desgracia.
Tenemos democracias con careta,
y cacicazgos por antonomasia.

Señores del Consejo, he recibido
-y os la devuelvo de coraje herido-
vuestra asquerosa e hipócrita boleta.

¡Sabeis que el gobernante está elegido!
Por lo demás, habeisme confundido,
yo no soy del rebaño, soy poeta.