lunes, 23 de agosto de 2010

Los secretarios "chatarra"





Francisco RIVAS LINARES

"Los niños están presionados por una industria publicitaria que se ceba sobre ellos, ante la mirada cómplice de las autoridades. Ellos están en una edad muy moldeable, que no saben que los refrescos les pueden ocasionar serios problemas a futuro y ¿qué va a pasar?, aunque los papás no les den dinero o les manden lonches nutritivos, como pretende la Secretaría, los niños van a seguir consumiendo estos productos porque van a seguir teniéndolos a la mano".Alejandro Calvillo, presidente de la organización El Poder del Consumidor.


El Instituto Nacional de Salud Pública es un organismo académico que tiene como fin primordial realizar investigaciones sobre problemas que repercuten en la salud de la población. Sus aportaciones al respecto, están dirigidas a prevenir y controlar enfermedades clasificadas como relevantes.

Consultando el Boletín de Práctica Médica Efectiva, el cual es editado por el Instituto de referencia, define la obesidad como “… una enfermedad crónica, compleja y multifactorial que se puede prevenir. Es un proceso que suele iniciarse en la infancia y la adolescencia, que se establece por un desequilibrio entre la ingesta y el gasto energético.”

Dos ideas eje destacan en el texto: Reconocer el problema de la obesidad como crónico y complejo; y la segunda, precisando que es en la infancia y adolescencia donde se inicia dicha enfermedad.

En el mismo boletín se aborda en términos de porcentaje la obesidad, clasificándola como una epidemia ya presente en nuestro país. Literalmente asevera: “Estudios recientes demuestran que la incidencia y prevalencia de la obesidad ha aumentado de manera progresiva durante los últimos seis decenios y de modo alarmante en los últimos 20 años, hasta alcanzar cifras de 10 a 20% en la infancia, 30 a 40% en la adolescencia y hasta 60 a 70% en los adultos.”

Ante estos alarmantes datos, en enero del presente año el gobierno federal puso en marcha el Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria, Estrategia contra el Sobrepeso y la Obesidad”, fijándose como propósito revertir la tendencia al sobrepeso, cuyas consecuencias se manifestaban en la propensión a enfermedades como la hipertensión arterial, enfermedades vasculares, infartos, diabetes y cáncer de mama, esófago y riñón.

En la firma del acuerdo mencionado, Felipe Calderón instruyó al Secretario de Educación Pública a utilizar todos los instrumentos legales a su alcance para impulsar UNA MEJOR NUTRICIÓN EN LOS CENTROS ESCOLARES DEL PAÍS.

Luego llegaron foros y faramallas de políticos simuladores. Se decían preocupados de que la escuela fuera el principal espacio donde se originaba la epidemia de la obesidad, debido a la venta sin control de la comida chatarra en las cooperativas escolares. Los legisladores, incluso, aprobaron las reformas a los artículos 65 y 66 de la Ley General de Salud que prevé la prohibición de comida chatarra en las escuelas y la obligatoriedad de practicar 30 minutos diarios de ejercicio físico.

Pero el gozo se vino al pozo. Confiar en nuestras autoridades y nuestros políticos ya constituye el colmo de nuestra candidez. Resulta que las empresas refresqueras y botaneras, agrupados en el Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo, desplegaron una fuerte labor de presión y “convencimiento” entre los impulsores de tales medidas para que no fueran aplicadas, logrando su cometido.

La Asociación Internacional para el Estudio de la Obesidad, cuya sede se encuentra en Londres, Inglaterra, denunció ante la comunidad internacional el 4 de marzo del presente año que “… la falta de voluntad política por mejorar la sanidad pública y la complicidad de funcionarios con las empresas de productos chatarra han ocasionado que el problema de la obesidad infantil esté fuera de control en México.”

Ese es el dique que nos frena: “la complicidad de funcionarios con las empresas”. El sistema de poder que prevalece en nuestro país desde los años treinta, se ha fortalecido con el presidencialismo de derecha. La cúpula empresarial y financiera, así como los falsos liderazgos de sujetos sin escrúpulos, quienes bajo el compromiso de mantener controlados a los agremiados e incorporarlos a huestes partidistas a cambio de cuotas de poder y canonjías personales, son parte de esa red interventora que mantiene en cautiverio a la nación.

Alonso Lujambio fue impuesto por Elba Esther Gordillo para que mancornado con su yerno Fernando González, subsecretario de educación básica, pudiera mantenerse como gran cacica del sistema educativo. En consecuencia, no sería equívoca la suposición peticionaria de los interesados industriosos, a fin de que ejerciera influencia hacia el Secretario de Educación para que desistiera en sus propósitos primarios de retirar los productos chatarra de los estantes de las cooperativas.

De los otros dos secretarios, el de economía y el de salud, es obvio el comentario, pues todos son hermanos de la misma madriguera. La corrupción en México no tiene parangón en ningún otro país. Sapo y pedrada corren juntos.

miércoles, 11 de agosto de 2010

La ingenuidad "encantadora"




Francisco Rivas Linares

“Tenemos que producir una educación
significativa a través de la crítica;
para que a partir de ella, transformarla
en emancipadora”



Cuando los mensajes se dirigen a públicos ausentes, a escuchas que se encuentran más allá del ámbito inmediato del hablante, estaríamos ante una exposición retórica. Y la retórica, en una de sus acepciones, no es más que palabrería dicha para engatusar o engañar incautos. Aunque también es un recurso que se emplea lo mismo para obtener simpatía barata como para alcanzar justificaciones utilitarias, faltando –obviamente- a la verdad.

Los políticos, dominados por la inseguridad, recurren frecuentemente a los gazapos ocultos en su verborrea. Para alcanzar la seducción del oído, asumen un estilo modosito; y procurándose un público ingenuo predispuesto al aplauso espontáneo, montan un tinglado para el lucimiento personal.

Para la retahíla de tonterías no hay crédulos que valgan. ¿De dónde sacaría la maestra Graciela Carmina Andrade García Peláez, Secretaria de Educación en nuestro Estado, que sólo se perdieron cinco días laborables durante el año escolar que acaba de concluir, enfatizando tal mentira con la expresión chocante de “récord histórico”? Me respondo: de las alforjas del engaño. Por esta razón, la aseveración de marras no sólo resulta agresiva, sino hasta impertinente.

El uso político del lenguaje hace que éste sea tosco e impreciso, propio para expresar ideas disparatadas. Su empleo denota no sólo falta de claridad en el pensamiento, sino hasta frivolidad y degeneración. Esto sería suficiente para censurar su aplicación en asuntos tan delicados como el educativo.

La educación no es un producto para escaparates. Menos aún para lucimientos personeros. Después de esquilmarle al pueblo sus derechos, la educación es el último recurso liberador que le queda; y por eso debemos evitar que ésta sea contaminada por personas que, sin escrúpulos, aspiran a utilizarla como propaganda estratégica.

Muchas contingencias que motivaron suspensiones padecieron los escolares durante el año escolar 2009-2010: Administrativas, sindicales, académicas, ambientales, y otras tantas surgidas en las ocurrencias espontáneas. Fue notorio el adelanto de la conclusión del año escolar, hasta por tres semanas anticipadas sin mediar explicación alguna. Y no obstante de hacerse la denuncia pública de tal abuso, las autoridades responsables del ramo ningunearon a los padres de familia.

Se asegura que “…la educación en Michoacán tiene rumbo” sólo porque de los 69 indicadores que mide la federación hubo una mejora en 23, aunque empeoramos en 13 y nos mantuvimos igual de malos en 33. ¿Dónde está el equilibrio que nos ofrezca la ocasión para el gusto? ¿Conoce usted los referentes de tales indicadores que le permitan ejercitar la reflexión comparativa? Usted, padre de familia, ¿tiene nociones sobre el rumbo que sigue la educación de sus hijos?

¡Y sin embargo se asevera que nos encontramos ante un “record histórico”!

En el informe de la secretaria se citaron abundantes cifras para los bostezos. Certificados, boletas, inscripciones, maestros, alumnos, escuelas, uniformes, zapatos, útiles escolares, becas… todo por miles y cientos de miles. Nula calidad de los servicios. Mucha cantidad para el halago, para la fiesta y el

triunfalismo anodino. Y como suele suceder, se cierra el jolgorio con la expresión trillada: Hemos avanzado, pero falta mucho por hacer.

Este es el léxico de los políticos. Esta es la semántica del lenguaje electorero. Viejo estilo que si no se ha caído, es gracias a la fortaleza de las columnas de la corrupción. No cabe duda que en la política se arraiga profundamente el sentido del ridículo.