domingo, 22 de diciembre de 2013

La estupidez en la política





Francisco RIVAS LINARES

 

“Por muy alta que sea la estimación cuantitativa que uno

haga de la estupidez humana, siempre quedan estúpidos,

de un modo repetido y recurrente, debido a que personas

que uno ha considerado racionales e inteligentes en el

pasado, se rebelan después, de repente, inequívoca e

irremediablemente estúpidas.”

Carlos M. Cipolla

 

 

Albert Einstein, considerado como el más importante científico del siglo XX, dejó para la posteridad la expresión siguiente: “Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez, y del universo no estoy seguro.” Sí, el científico judío no estaba seguro de que el universo fuera infinito; pero de lo que sí estaba plenamente seguro era de la infinitud de la estupidez.

 

Dentro de las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana identificadas por el historiador italiano Carlos María Cipolla, define al estúpido como aquél que al causar daños a otros, se perjudica a la vez a sí mismo. En apego a tal concepto y en virtud de la aprobación atropellada que hicieran legisladores federales y estatales a una reforma que anula de tajo la estructura política y jurídica del Estado, puedo confirmar que la estupidez ejerce dominio absoluto en nuestro país.

 

El rigor de tal afirmación lo sustento en la experiencia que han dejado las muchas  reformas que nos han impuesto desde siempre, bajo supuestos beneficios que repercutirían socialmente; y que, sin embargo, han resultado contraproducentes por los quebrantos provocados. Los autores de tales desparpajos no sólo han lesionado al universo nacional, sino incluso se auto-inmolan de manera pronta o a futuro.

 

Otro factor que lo confirma son los incrementos salariales que anualmente aprueban los integrantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, el último de los cuales, mismo que estará vigente para todo el 2014, asciende a la cantidad irrisoria de dos pesos con 52 centavos. Éste, al ser anunciado por el secretario de trabajo Alfonso Navarrete Prida, puso énfasis en que  “…el aumento permitirá una pequeña recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores.”

 

Arrellanado en su crasa ignorancia, el secretario de marras desconoce las cifras publicadas por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, las cuales cifran en 25% la pérdida del poder adquisitivo durante los últimos seis años. De manera que a la estupidez no tenía necesidad de agregarle dosis de cinismo alguno.

 

Una pesadilla desbordada es la que nos aqueja. Una pesadilla en la que no tiene cabida el ejercicio de la tolerancia, pues a las personas razonables nos resulta difícil entender el comportamiento estúpido de nuestros políticos, quienes al tomar decisiones que van en detrimento de nuestra soberanía económica, política, alimentaria, social, etc., empobrecen a la sociedad no sólo en su economía, sino incluso en sus virtudes cívico-éticas.

 

Un político estúpido tiene un poder de daño poderosísimo porque, como bien dice Carlos Cipolla, no tiene necesidad ni de pensar, ni de organizarse para generar un efecto; y cuando se junta con otros de idéntica condición, ésta se multiplica en proporción geométrica.

 

Cuando escuché al senador Beltrones en su esgrima verbal calificar de hipócritas y amargados a los opositores a la reforma energética, recordé al Doctor en Historia de América, Manuel Lucena Giraldo, en su Magistral Conferencia El Resentimiento, una Emoción Revolucionaria.

 

Considerando al resentimiento como una emoción compleja que surge con la modernidad hacia el siglo XVIII, éste se caracteriza por “una sensación de odio residual y duradero hacia quienes se les considera causantes de su desgracia o ruina y que se llega a convertir en un sentimiento de hostilidad o aversión hacia alguien”.

 

Expone también que el resentimiento político surge en una sociedad meritocrática que está aprendiendo a ser democrática, en cuyo caldo de cultivo hacen su aparición los deseos de venganza ante la traición política y convenenciera. Aquí quisiera identificar el factor causal que provocó la agresión sufrida en días pasados la senadora Rocío Pineda Gochi, que no la justifico, pero sí me la explico.

 

Más que etiquetar de hipócritas y amargados a sus opositores, el senador Beltrones debería considerar que han creado un ambiente de resentimiento nacional; y una sociedad resentida, si no es paliada oportunamente, puede ocasionar una cisma violento de consecuencias impredecibles. Abundan los ejemplos, el conferenciante  citó a la Revolución Francesa con sus innumerables decapitaciones.

 

Concluyo con un exhorto a los políticos: No olviden que en el memorial de la historia, la fuente de los más grandes y terribles errores ha sido la estupidez humana.

domingo, 15 de diciembre de 2013

[Libro] De los dolores y las penas. Ensayo abolicionista y sobre la objeción de conciencia

[Libro] De los dolores y las penas. Ensayo abolicionista y sobre la objeción de conciencia

¿Dónde está la sociedad?




Francisco RIVAS LINARES


Francisco RIVAS LINARES

 

 

Epígrafe: “En su actuación política, las élites dominantes son eficientes en el uso de la concepción ‘bancaria’ (en la cual la conquista es uno de los instrumentos) porque en la medida en que desarrollan una acción que estimula la pasividad, coincide con el estado de ‘inmersión’ de la conciencia oprimida.” Paulo Freire. Pedagogía del oprimido

 

 

Entre julio y noviembre de 2006, Felipe Calderón Hinojosa delineo su proyecto de nación junto con altos ejecutivos de empresas trasnacionales, empresarios, políticos de PRI y del PAN e intelectuales y académicos afines. Dicho proyecto, con efectos transexenales, fue conocido con el nombre de México 2030, Proyecto de Gran Visión, contenía catorce documentos en los que delineaba un plan privatizador de los sectores estratégicos de nuestro país.

 

Los documentos de marras los dio a conocer la misma presidencia y los dividió en cinco ejes: 1).- Estado de derecho y seguridad pública. 2).- Economía competitiva y generadora de empleos. 3).- Igualdad de oportunidades. 4).- Desarrollo sustentable; y 5) Democracia efectiva y política exterior responsable.

 

A efecto de prevenir una eclosión social que pudiera salirse de control, se graduó el cumplimiento de los ejes referidos, puesto que la esencia del multicitado proyecto preveía la inversión privada, nacional y/o extranjera, en los sectores estratégicos, aunque con mayor énfasis en el relativo al sector energético (hidrocarburos y electricidad) y el sector hidráulico.

 

Es en este contexto en el que encontramos los empeños por desaparecer Luz y Fuerza del Centro a través de un decreto de extinción fechado el 11 de octubre de 2009, aduciendo que tal decisión era por “su comprobada ineficiencia operativa y financiera.” La reforma laboral, decretada el 29 de noviembre de 2012, dos días antes de tomar protesta Enrique Peña Nieto, también es una consecuencia del mismo proyecto, pues al legalizar el outsourcing, o subcontratación, permite a la clase patronal liberarse del compromiso de otorgar  prestaciones sociales a sus trabajadores.

 

Aunque si bien todo esto viene encadenado a la doctrina neoliberal que se aplica en México desde 1983 con Miguel de la Madrid, es en los gobiernos de Salinas de Gortari, Vicente Fox y Calderón Hinojosa donde se acentúa más su ejercicio. La maquila reformista en que nos ha metido Enrique Peña Nieto está alcanzando el vértice supremo, con la entrega del sector energético (Pemex y CFE) a la iniciativa privada trasnacional y nacional.

 

Los sectores agrario, minero, bancario, comunicaciones, petrolero, eléctrico, hidráulico, carretero, salud, educación, vamos, el gobierno mismo, todo se encuentra sometido a los intereses bastardos del capital de manera evidente o simulado. ¿Qué nos queda? Por eso hubo quien en el seno de la Cámara de Senadores citara al Premio Nobel de Literatura, José Saramago, en una referencia que hace al vicio privatizador en su obra “Cuadernos de Lanzarote”, solicitando con enojo a los legisladores que -ya entrados en el proceso del entreguismo denigrante- privaticen de una vez a la puta que los parió. O bien, la tonitronante exhortación de la escritora y periodista Denise Dresser: ¡Dejemos de ser ciudadanos idiotas!, un calificativo que usó en su sentido original.

 

Sí, idiota era la palabra con la que los griegos, padres de la democracia, se referían a las personas que a pesar de los derechos que le asistían, no se interesaba por la política, personas aisladas de la realidad que les circunscribe y que no les importan los asuntos públicos no obstante todas las afectaciones que repercuten a su dignidad y bienestar.

 

Pero este es el tipo de ciudadanía que han venido formando los empoderados. Una sociedad mediatizada con programas de chespirito, cachunes, peluches y telenovelas. Una sociedad distraída con los globos futboleros de Azcárraga, Slim, Salinas Pliego, Hank Rohn y Vergara. Programas de estudio mutilados de las ciencias filosóficas, el civismo y la historia. Sociedad sometida por el miedo a perder lo poco que tienen. Ciudadanos incrédulos, ciudadanos despojados de su rebeldía, de su coraje.

 

Por eso, a la pregunta que -ante la atonía social- alguien lanzara al aire después de lo que han hecho los legisladores con su reforma energética, ¿dónde está la sociedad civil? La respuesta sería: Aquí estamos, como una infeliz y desafortunada consecuencia.

México: El desastre nacional




Francisco RIVAS LINARES

NUMERALIA MEXICANA:


1.- La organización Transparencia Internacional dio a conocer su índice sobre la percepción de la corrupción correspondiente al presente año. En un universo de 177 países, ubica a nuestro país en el lugar 106, lo que le califica como una de las naciones más corruptas al obtener un puntaje de 34 en una escala de 0 a 100.

 

2.- La Organización para la Cooperación Económica (OCDE por sus siglas) publicó, a su vez, los resultados de la Prueba PISA que se aplica a sus 34 países integrantes, a fin de medir el nivel educativo de los mismos. En este caso, México se ubica en el último lugar, cuyo rezago se cuantifica en dos años de escolaridad, deficiencia de hasta 55% en matemáticas, 47% en ciencias y 41% en lectura.

 

3.- Por su parte, la Corporación Latinobarómetro aplicó la medición sobre la confiabilidad en la calidad de la democracia correspondiente al presente año. Dieciocho países, los que representan una población de 600 millones de habitantes, fueron objeto de medida a través de encuestas y medidas. Sus aspectos fueron, fundamentalmente, los siguientes: ¿Existe la separación de poderes? ¿Existe igualdad ante la ley? ¿Existen elecciones confiables?

 

El apoyo a la democracia, se midió con una pregunta ofreciendo tres opciones de respuesta. La pregunta dice: ¿Con cuál de las siguientes frases está usted más de acuerdo? A) La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. B) En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático. C) A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático.

 

Pues bien, en este universo de 18 países, México ocupa el lugar número 13, sólo arriba de Uruguay, Panamá, Honduras, Nicaragua y El Salvador. Cito a continuación los datos involutivos sobre la confiabilidad de nuestra democracia:

 

En el año 2000 la democracia tenía un 44% de confiabilidad. En 2002 aumentó a 63%. En 2005 bajó a 59%. Felipe Calderón inicia su mandato con 54%. En 2007 descendió a 48% y al terminar su sexenio, bajó hasta 40%.

 

4.- La violencia escolar en educación básica (lo que se conoce en inglés como bullyng) se manifiesta en violencia física, verbal, sicológica y social. En el estudio realizado por la  OCDE ubica a México en el primer lugar como país con escuelas altamente violentas.

 

5.- La misma Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, en su estudio titulado ¿Cómo está la vida?, registra a nuestro país como ocupante del primer lugar en ejercer violencia en las mujeres. El 47% de nuestras mujeres ha sufrido violencia física o sexual durante toda su vida. Cito: Los homicidios sólo representan la punta del iceberg. Por cada mujer víctima de homicidio, muchas más son heridas físicamente, hostigadas sexualmente o abusadas emocionalmente.”

 

6.- De acuerdo a la Organización Mundial para la Salud, México ocupa el segundo lugar a nivel mundial en problemas de obesidad (30%) y sobrepeso (70%). Esto implica que dos de cada tres mexicanos tiene sobrepeso y uno de cada cuatro son obesos.

 

7.- La Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), publicó el día de ayer su informe relativo a la pobreza. Y México es el único país en América Latina donde creció la pobreza. El número de mexicanos que viven  sin tener acceso a los satisfactores esenciales subió a 60 millones 600 mil.

 

8.- Ahora agreguemos, a la fatalidad estos datos, el que registré en la columna política del 22 de noviembre relativo a la desigualdad que impera en nuestro país y que de conformidad con el estudio realizado por el programa de las Naciones Unidas sobre el Índice de Desarrollo Humano, el ingreso per cápita de los mexicanos es tan miserable  que se reduce actualmente a niveles comparables a 1980; es decir, los ingresos sufren 30 años de retroceso.

 

En México el salario mensual para vivir se estima en 6,624 pesos. En la realidad, el salario mínimo medio por mes que tienen los trabajadores es de 2,345 pesos con un promedio de horas trabajadas de 43.2

 

En esta realidad nos debatimos. En este contexto nuestros representantes legisladores se amurallan para decidir arbitrariamente nuestro destino. En este contexto nuestros políticos nos sueltan su verborrea demagógica, asegurándonos que están trabajando para lograr el desarrollo de la nación.

Rebeldía y disidencia


Ilustración de El Paraíso Perdido, de Milton.


Francisco RIVAS LINARES



Si nos ajustamos al relato bíblico sobre el origen de la humanidad, pudiéramos deducir  que ésta dio principio con un acto de desobediencia. En Eva encontramos el primer ser humano que tuvo el atrevimiento de rebelarse contra un poder autoritario. Es en ella donde se encarna el ser rebelde, en quien encontramos el sentido de la historia.

 

Por su parte Caín, el primogénito de la primera pareja humana, emerge como el primer disidente. Manifiesta su desacuerdo ante el trato desigual de la que es víctima y se convierte en victimario de quien identificó como el beneficiario de tal desigualdad. Tal  hecho le conduce a ser, posteriormente, el fundador del nomadismo humano.

 

Sobre la condición del primer personaje enunciado, Eva, da cuenta John Milton en su poema narrativo “El Paraíso Perdido”, escrito y publicado hacia 1667. Del segundo personaje citado nos da referencia Lord Byron en su poema dramático Caín escrito hacia 1821 y más reciente José Saramago con su novela del mismo nombre.

 

Tanto la desobediencia como la disidencia tienen un ingrediente sólido y bien definido: saber decir NO. Pero esa negación monosilábica no debe brotar de la ingenuidad o la ocurrencia. Asumirla implica un ejercicio de libertad con las consecuencias que ésta conlleva. En la desobediencia bíblica, con la pérdida del disfrute paradisiaco; y la disidencia, con la condición errátil del personaje.

 

Los grupos de autodefensa que han surgido en Michoacán decidieron enarbolar su ¡NO! como en 1994 los zapatistas gritaron su ¡Ya basta! Rebeldía y disidencia que se traduce en movimientos sociales surgidos en los grupos más descuidados por el Estado Mexicano: La etnicidad y el ruralismo. Los zapatistas se sublevaron contra las guardias blancas de finqueros y terratenientes de la selva chiapaneca. Los grupos de autodefensa, en Michoacán, disintieron de la condición omisa de un sistema de justicia inútil para combatir a la delincuencia organizada que les agrede con secuestros, violaciones, asesinatos, extorciones, etc.

 

Como ayer lo fue el Subcomandante Marcos, hoy es el Dr. José Manuel Mireles Valverde  el líder referente. Aquél, egresado de un colegio jesuita. Éste, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Cada quien y cada cual con su filosofía y procedimientos de lucha. Cada quien y cada cual con sus consecuencias derivadas: la emigración y la marca.

 

Toda proporción guardada, tratemos de establecer un paralelismo de pensamiento entre ambos personajes:

 

Marcos expresó “… es preferible morir con honor que vivir con la vergüenza de un tirano dictando nuestros rumbos.” El Dr. Mireles dice: “Estamos dispuestos a morir para liberarnos de doce años de estar bajo el yugo del crimen organizado.”

 

Marcos expresó: “Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño.” El Dr. Mireles  dice: “Hay que vencer el miedo, nosotros ya decidimos la forma en que queremos morir… ¡Luchando!”

 

Marcos expresó: “El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas.” El Dr. Mireles dice: “Queremos exterminar al crimen organizado de nuestro estado. No queremos criminales con charola, con una curul, con un poder gubernamental en el estado. Por culpa de ellos todo Michoacán está desgraciado. Los únicos que se benefician son ellos, el pueblo sigue jodido.”

 

Marcos expresó: “No necesitamos permiso para ser libres.” El Dr. Mireles dice: El pueblo que quiera despertar y levantarse está en todo su derecho.”

 

Marcos expresó: “Porque morir no duele, lo que duele es el olvido”. El Dr. Mireles dice: “He llegado a pensar que cuando se me quite el coraje, ese día se me quita el valor.”

 

Marcos expresó: “Todo para todos, nada para nosotros”. El Dr. Mireles dice: “El pueblo manda. Sólo el pueblo puede defender al pueblo.”

 

Concluyo con una expresión lapidaria: El surgimiento de los grupos de autodefensa se justifica a partir del abandono institucional y la incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad de sus gobernados.

viernes, 6 de diciembre de 2013

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Paradojas de la mexicanidad




Francisco RIVAS LINARES

“Mexicanidad y esquizofrenia” es el último libro publicado por el doctor en ciencias políticas Agustín Basave. Título que nos parecería un tanto violento al reconocernos como poseedores de una identidad esquizoide, lo que en el diagnóstico de un  psiquiatra sería el equivalente a un trastorno mental crónico.

 

Pero es el mismo autor quien especifica que utiliza tal término en un sentido figurado, para identificar ese desdoblamiento de la personalidad que asumimos en nuestro comportamiento diario. Es, digámoslo así, un ejercicio reflexivo y autocrítico de nuestra dualidad, pues oscilamos entre la afirmación y la negación de nuestras aspiraciones.

 

Basave retoma el estudio de nuestra mexicanidad basándose en la observación crítica, algo que ya había hecho Octavio Paz y que lo dejó inscrito  en su Laberinto de la Soledad en el capítulo Los hijos de la Malinche.

 

Lo anterior viene a cuento por el suceso que registraron las agencias de noticias nacionales e internacionales, sobre el acto discriminatorio que sufrieron siete indígenas de Oaxaca por parte de Aeroméxico, quienes habiendo adquirido su boleto de viaje les fue impedido abordar el avión sólo por su “origen y forma de vestir.”

 

La respuesta social, obviamente, fue de censura enérgica y tonitronante, exigiendo a la compañía no sólo el reintegro del costo del boleto, sino ofrecer una disculpa pública por su condición racista.

 

Y aquí es donde viene el desdoblamiento, lo esquizofrénico, de nuestra personalidad. México se identifica como un país altamente racista y discriminatorio para indígenas. Rechazamos nuestras raíces negándoles sus derechos a nuestros ancestros. Javier López Sánchez, director general del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas asegura que “las etnias o grupos indígenas del país son discriminados por su condición y en muchas de las ocasiones son víctimas de las injusticias por el solo hecho de hablar su propia lengua”.

 

Muchos indígenas se encuentran recluidos en las cárceles de México por no haber contado con un debido proceso, al negárseles un traductor que les permitiera entender de lo que se les acusa. Y se les hace firmar documentos con declaraciones falsas para finalmente recibir sentencias condenatorias de muchos años.

 

Casos como el del maestro Alberto Patisthán, indígena de los Altos de Chiapas; la violación y asesinato de la indígena náhuatl Ernestina Ascensio Rosario; y el encarcelamiento injusto de las mujeres otomíes Teresa González Cornelio y Alberta Alcántara Juan, resultan emblemáticos.

 

Sí, somos practicantes de lo que repudiamos. Nos rasgamos las vestiduras ante la discriminación, siendo discriminadores potenciales. Censuramos la discriminación y nos beneficiamos, en no pocas ocasiones, de la misma. Un ejemplo que resulta evidente lo tenemos en la institución bancaria Bancomer. Desde el momento en que usted ingresa a realizar un trámite, ya entra etiquetado como “usuario común”, como “cliente” o como “preferente”. Este último tiene el beneficio de la inmediata atención; en tanto que por cada tres “clientes” que son atendidos, pasará a la ventanilla un “usuario común”. El tiempo que invertirá éste último para realizar su trámite, resultará desesperante en grado sumo. ¿Y la Comisión de los Derechos Humanos, qué hace?

 

Siguiendo con nuestro desdoblamiento, invocamos las leyes violando las leyes; nos escandalizamos con la corrupción, corrompiendo a servidores y funcionario públicos; repudiamos la mentira, valiéndonos de la mentira, suelen hablar los políticos de la aplicación de la ley, del rigor del derecho, de combatir la impunidad, de asumir “los costos políticos” de sus aberrantes decisiones, cuando sabemos de antemano que todo quedará en un verborrea denigrante.

 

“Mexicanidad y esquizofrenia” es un ensayo desgarrador por atrevido. Descubre nuestras máscaras, la falsedad de nuestros rostros. En una entrevista se le preguntó al autor ¿cuántas caras descubrió en el mexicano al realizar este libro?  Y respondió: Dos, manifestadas en muchos comportamientos. Nos falta el puente que comunique los polos opuestos.

martes, 12 de noviembre de 2013

"La moral es un árbol que da moras"



 
Gonzalo N. Santos



Por Carlos Monsiváis

 

 

No existe en la cultura política del país un documento más valioso para entender la idiosincrasia de los revolucionarios institucionalizados que las Memorias de Gonzalo N. Santos, ni pluma más apta que la de Monsiváis para revelarnos el helado terror que producía el Alazán Tostado, cacique por antonomasia, al hacer del asesinato su único aliado y mejor consejero.

 

Diciembre 2000 | Letras Libres

 

 

¿Cuántos caciques quedan en México? ¿Es el caciquismo la Última Thule del autoritarismo que la democracia no podrá vencer en ese corto plazo que para cada generación hace las veces de larguísimo plazo? ¿Es el cacique el dictador a escala? ¿Qué son los líderes sindicales: caudillos nonatos o caciques que son emblemas rurales en medios urbanos?

 

Si se puede aventurar una hipótesis, la demasía del presidencialismo convirtió en cacicazgos a todos los poderes subalternos. Sólo ha concebido un caudillo, un gran señor, y los demás han sido depositarios regionales o gremiales del poder menor. Así han sido igualmente caciques los gobernadores, los secretarios generales, los monopolistas del poder en un estado o una región, Rubén Figueroa en Guerrero, Fidel Velázquez en la CTM, Leonardo Rodríguez Alcaine en el Sindicato Mexicano de Electricistas, Leobardo Reynoso en Zacatecas, y las decenas de miles de figuras que para quienes los padecen resultan arquetipos o estereotipos de la falta de libertades.

 

     Estamos ante la única, múltiple biografía del concesionario de la hegemonía del presidencialismo, del detentador de la franquicia del mando, el "presidente a escala" al que no suelen visitar los corresponsales extranjeros. En un nivel, se trata de la sordidez del feudalismo que resiste a la modernidad; en otro, de la producción incesante de personajes de novela noir o de thriller donde los callejones solitarios se vuelven súbitas fosas comunes. El caciquismo es el México Bronco (o Acicalado) que ve en la democratización al enemigo. Pueden ser banqueros que reinan sobre créditos o autopréstamos; o Alfredo López, el Rey Lopitos, el líder de las colonias populares en Acapulco, asesinado por orden de un "alto funcionario"; o Alfredo Gutiérrez, el Rey de la Basura, asesinado por una de sus 32 o 35 esposas, que se fijó la meta de 150 hijos llegando apenas a la módica cifra de setenta vástagos; o Guillermina Rico, la lideresa de los vendedores ambulantes; o Sara Ornelas, la lideresa de los vendedores de lotería, o...

 

    Quizás la novedad de los años últimos es el "caciquismo de género", la emergencia de miles de mujeres con dones organizativos, astucia y capacidad de negociación que, sobre todo en las colonias populares, en los gremios y en los movimientos sociales, se manejan con implacabilidad y asumen las características "masculinas" con fiereza y falta de concesiones.

 

     ¿Cuál es el retrato inmejorable de un cacique o de una cacica, en esta época de "masificación de Doña Bárbara"? En la literatura, no escasean los retratos memorables: de Mariano Azuela (Los caciques), de Mauricio Magdaleno (Saturnino Herrera en El resplandor) y, sobre todo, la creación de Juan Rulfo, Pedro Páramo, el señor de la Media Luna, el padre de multitudes, el año del derecho de pernada, el dueño de la vida y la muerte en la Comala interminable. En el cine mexicano hay también retratos extraordinarios: el cacique de Río Escondido de Emilio Fernández (Carlos López Moctezuma), Rosauro Castro en la película de ese nombre de Roberto Gavaldón, con Pedro Armendáriz como la presencia que es señorío que intimida y acorrala, cada movimiento una proyección legendaria.

 

     En cuanto a documentos generados por los propios caciques, el más notable a nuestra disposición es la autobiografía del cacique por antonomasia, un producto de la gran picaresca de la Revolución Mexicana.

     

     Del caciquismo como la filmación de un western en una aldea medieval

 

     ¿Cómo hacerle justicia a las Memorias (1987) de Gonzalo N. Santos, el casi eterno cacique de San Luis Potosí, el Alazán Tostado, el Señor del Gargaleote, una de las "leyendas negras" de la Revolución Mexicana? En sus 943 páginas, el libro de Santos es varias cosas a la vez, el relato de un self-made man en la etapa en que todos lo son, de un testigo y actor del primer rango de la segunda fila. Memorias es el alarde de crímenes y fraudes, el canje de la demagogia por el cinismo y la provocación, el desfile de personajes que los lectores encuentran pintorescos porque ya no tienen oportunidad de ser sus víctimas. Las memorias de Santos son reiterativas, confusas en ocasiones, transcritas sin mayores correcciones de la grabadora o de la libreta de apuntes, presuntuosas y —desde nuestro punto de vista— demasiado afrentosas, y sin embargo, o gracias a eso, se dejan leer compulsivamente, el testimonio más vívido del sector revolucionario negado al idealismo y entregado a las complicidades que quieren prestigiarse con el nombre de Sistema.

 

     Gonzalo N. Santos, y muchísimos como él, se incorporan fatalmente a la lucha armada. No tienen otra, es la hora de la audacia, de la sangre fría, del arrojo suicida, del canje de cualquier perspectiva ética por la sobrevivencia, de la noción del poder como un botín estricto, y de la identificación de lealtad e inminencia de la traición. En este sentido, el testimonio de Santos es confiable. Si los hechos no fueron los que él narra, y su participación no fue tan determinante, lo sucedido no fue muy distinto y la psicología descrita, así no sea estrictamente la de Santos, es la de los triunfadores de entonces. Si no verdaderas, las Memorias son verosímiles, así se mezclaron y se exhibieron las emociones de los revolucionarios entusiasmados con Francisco I. Madero, indignados con el cuartelazo de Victoriano Huerta, partidarios de Venustiano Carranza, admiradores de Álvaro Obregón, enemigos o amigos sumisos de Plutarco Elías Calles. Estos aspirantes a caudillos fusilan al compadre, renuncian con celeridad a los lazos fraternos, viven en la conspiración perpetua animada por el cognac y las hetairas, se transforman al subir al estrado para el discurso, lloran al recordar al jefe asesinado, toman posesión "para siempre" de su encomienda.

 

     Y se aíslan progresivamente mientras el régimen se adecenta, o finge hacerlo; los modales se refinan, los funcionarios ya vienen de universidades extranjeras, los licenciados eficaces sustituyen a los gobernadores analfabetas. Santos comienza como uno de tantos, producto típico de la violencia y de la habilidad para filtrarse entre los resquicios de la violencia. Y su "mala suerte" es no morir al lado de su momento histórico, terminar como el Gran Anacronismo, el cacique aferrado al latifundio que se reparte. El revolucionario mitómano se convierte en el funcionario a tropezones y en el gobernador de San Luis Potosí que designa a sus reemplazos, y se impone con gritos, miradas, desaparición abrupta de "los escollos" a los que se les adjuntan actos de defunción, fraudes electorales, cultivo del latifundio, buenas y malas relaciones con los presidentes de la República. Lo que pasa por largo tiempo como "la expresión violenta de un temperamento nacionalista" se vuelve luego museo ambulante de las malas maneras y los despropósitos.

 

    Todo marca a Santos: sus frases cáusticas, sus apetitos desembozados, su ostentación machista. Si de algo se distancia es de los hábitos de la modernización. Así lo reconoce en diciembre de 1959, al empezar sus memorias:

     

     Hace un año y medio exactamente que salí de aquí, de Gargaleote, primero a los Estados Unidos y después a Europa, y llevaba el firme presentimiento cuando me fui de que iba a dilatar mucho tiempo en regresar, porque sentía que la deslealtad, la traición y la cobardía me rodeaban. También llevaba no sólo el presentimiento sino la seguridad de volver cuando la jauría se cansara de ladrar... (p. 9)

     

     "Ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido"

 

     Gonzalo N. Santos nace en el pueblo de Tampamolón Corona el 10 de enero de 1897, descendiente de rancheros y combatientes liberales. Su educación es previsible. Unos cuantos profesores, y las lecciones de la filosofía de la universidad-de-la-vida: a) desconfía de todos, b) la crueldad es un prejuicio, y c) las cosas son de quien las toma. Pese a vivir a la sombra de sus hermanos mayores, Pedro Antonio y Samuel, Gonzalo se siente destinado a dar órdenes. Y a los catorce años ya ejercita el poder supremo: la voluntad de matar. En el pueblo lo reta un joven de apellido Tavera, que había sido gente de don Tomás Mejía. Tavera le dice a Santos: "A ese dragoncito yo me lo como sin chile y sin epazote", y lo golpea en el estómago con un bordón. Lo que sigue Santos lo cuenta con el ánimo rencoroso y triunfalista del resto de sus evocaciones:

     

     Metí espuelas y Tavera, engallotado, me siguió, tratando de darme otro garrotazo, pero para entonces se me estaba pasando el dolor. Volví a meter espuelas para alcanzar más distancia y los pelados martellistas y porfiristas celebraban aquello con risotadas, dirigiéndome insultos. Eché mano a la reata de lazar, que era de las llamadas pintas de tampamolón, abrí gaza, lacé a Tavera, quien seguía desafiándome, puse vueltas, metí espuelas con muchas ganas y arranqué al Pincel. Le di vueltas, dos o tres cuartazos más a mi cuaco y otros dos espuelazos y me llevé arrastrando a Tavera por el empedrado... (p. 42)

     

     La franqueza de Santos reivindica la "moral de las armas" de 1910 a 1930, y delata la transformación de actitudes: el trato del hacendado con los peones es la escuela de muchos jefes militares. Si algo, la experiencia de las haciendas y la lucha armada relativizan el valor de la vida, y el millón de muertos atribuido a la Revolución deriva en buena parte de esa falta de piedad que es la urgencia de vencer y desquitarse. Lo que sea que suene, porque nadie garantiza la contemplación del día siguiente. (Algo similar a: "Si lo he de matar mañana, lo remato de una vez"). Mencho, el amigo de Gonzalo, al saber que ya no hay revolucionarios en el pueblo emite la consigna: "A todo habitante macho de catorce años para arriba, sin siquiera preguntarle cómo se llama, le pegan dos balazos, no sea que el primero no lo vaya a matar: uno en la cabeza y el otro en el pecho" (p. 74).

 

     Casi en cada página, las memorias de Santos le informan al lector de la otra historia de la Revolución, distinta de las conocidas, historia no determinante estructuralmente ni constructora del pensamiento nacional, pero sí omnipresente. Para Santos, matar es un acto de justicia, y la Revolución lo autoriza a cobrar deudas, a no dejarse de nadie, a castigar con la última pena al calumniador, a expresarse en el lenguaje del exterminio. Santos da su versión de un episodio famoso de su carrera, el asesinato en 1920 del estudiante Fernando Capdeville. Asiste al Teatro Principal a las tandas de María Conesa y Lalo, su ayudante, le avisa de un individuo que en la cantina insinúa relaciones íntimas con la ex mujer de Santos. Éste abandona el espectáculo y se inicia la cacería automovilística:

     

     Para entonces iba ya muy encendido y cegado por la ira, lo seguimos persiguiendo y al llegar a las calles de Acapulco, frente al número setenta, el currutaco paró el carro y se bajó. Yo le dije a Ernesto (el chofer) que se le acercara y Ernesto se acercó y paró el carro como a diez metros de distancia y entonces me bajé yo, estando él parado en la calle. Al bajarme, Ernesto López me preguntó: "¿Le acompaño?", y le dije: "No, esta cosa es personal". Llevaba ya la 45 en la mano con las quijadas abiertas y bajado el seguro y le grité al individuo: "Si es hombre, defiéndase", y avancé como una tromba hasta llegar a tres o cuatro metros de distancia del figurín. Él metió mano a la cintura, pero se quedó petrificado, probablemente de miedo y le descargué las ocho balas de mi pistola y se murió (p. 325).

     

     Detrás de este crimen hay un razonamiento implícito: este país le debe todo a los que nos fregamos en los campos de batalla, en la sierra, en la angustia de morirnos a montones. Y hasta ese derecho a hacer lo que nos venga en gana, y ahorrarnos los remilgos legales. Luego del asesinato de Capdeville, Santos le pregunta a un amigo: "¿Me notas algo?" "No —me dijo—, no le noto nada, ¿qué se echó más copas?" "No —le dije—, no me he echado ni una más, lo que me eché fue a un hijo de puta".

 

     En la cabeza del fuste de su silla de montar, Pancho Villa se manda tallar la mascarilla del comandante de rurales Claro Reza, al que mata en Chihuahua en 1910, cuando el comandante intentó aprehenderlo. Estas costumbres reproducen parcial y exactamente la moral de los hacendados. Lo primitivo aún no es deuda de la modernización, y la violencia es un lenguaje básico del proceso de formación nacional, en regiones aisladas, sujetas a la ley del más fuerte y sus procuradores de injusticias. Si la Revolución introduce elementos importantísimos de justicia social, también mantiene partes fundamentales del mecanismo de la barbarie. Ya en fecha relativamente tardía (1930), Santos todavía se empecina en emblematizar a la ley. ¿Quién se lo impide? Apenas se inicia el proceso de fusión del Partido Nacional Revolucionario que le permite a gente como él seguir imponiéndose, con mínimos ajustes.

    

En 1930, en la campaña presidencial de Pascual Ortiz Rubio, de cuya elección Santos se enorgullece, calificándola de respuesta de su grupo a los desprecios de Aarón Sáenz, el Alazán Tostado se indigna ante los ataques de un periodista, Miguel Ángel Menéndez, al que suponen inspirado por el secretario de Ortiz Rubio, el Flaco Hernández Cházaro. Le exigen a Ortiz Rubio que expulse de la comitiva a Menéndez, por indeseable, y éste lo promete. Ya en el avión en la siguiente etapa de la campaña, le informan a Santos de la presencia de Menéndez:

     

     "¿Cómo? —le dije—. A este cabrón por qué lo mandarían en el mismo avión en que vamos nosotros". "No sé", me dijo. ¡Oí un grito que me dio la fiera que traigo dentro, más bien dicho un rugido! Me paré y me fui hacia donde estaba Menéndez sentado y le dije: "¿Cómo se atreve usted a venir en el mismo avión en que venimos Melchor Ortega y yo después de habernos insultado y calumniado?" Me dijo: "Yo no me refería a personas sino a un cuadro general, pintado y simbólico". "Pues mire, cabrón —le contesté (esto era en pleno vuelo, por encima del mar)—, usted pintaría simbolismos, pero yo le voy a pintar la cara a chingadazos", y le empecé a pegar fuetazos en la cara y en la cabeza con toda la ira de mi cuerpo. A esto, el copiloto salió rápidamente de la cabina, y vino hacia nosotros muy espantado, pero no intervino, pues de haberlo hecho el gringo, también a él le hubieran tocado sus chingadazos dado mi estado colérico. Le dejé de pegar cuando me había saciado y le dije: "Le prevengo, hijo de la chingada, que más vale que no nos volvamos a encontrar usted y yo por mucho tiempo, y dígale de mi parte al o a los hijos de la gran puta que lo inspiraron, que sepan desde ahora que no están tratando con pendejos Y QUE CON LA MISMA BOCA QUE LES DIJIMOS QUE SÍ, CON ESA MISMA BOCA LES PODEMOS DECIR QUE NO; TAMBIÉN YO ESTOY HABLANDO SIMBÓLICAMENTE". Y el avión seguía vuela, vuela y volando (pp. 423-424).

  

  "¿Con qué carácter me va usted a fusilar?"/ "Con el carácter de diputado —le contesté—, para algo me ha de servir el fuero..." De este modo se forman los caciques, que, una vez declarada y exhibida su lealtad al poder central, proceden —el término es muy suyo— como les da su chingada gana. Un señor feudal tiene una vivísima conciencia geográfica, se las arregla para estar con el ganador, y vive en el autismo despótico. Y un cacique, si cuenta sus proezas, no se empeña en decorar su pasado con virtudes, sino —convertidos en hazañas— en pregonar sus abusos, sus crímenes, sus complots para imponer nulidades. Si él no lo nombra, no hay gobernador; si él no los aprueba, no hay "actos de gobierno". Se cree el emblema de una causa, el santismo, iniciada con su hermano Pedro Antonio de los Santos, mártir maderista, y que con Gonzalo conoce su apoteosis y su fin. Y la causa es intensamente personal, Santos se jacta de salvar vidas con su astucia, de imponer funcionarios que le deben todo y que si son ingratos, más le deben. Santos, uno de los responsables del aplastamiento de la rebelión escobarista, un enemigo de los cristeros, un liberal anticlerical, un adversario de los currutacos y las Buenas Familias, un adalid del Machismo y la Vulgaridad enemiga de los respetos (con frecuencia, cita con encomio a un contemporáneo sólo para denostarle dos páginas después). Si nos fiamos de su palabra —y debemos hacerlo, para no recibir una mentada de madre póstuma— ingresa al ejército maderista en la adolescencia, lucha contra el huertismo y el villismo, desprecia a Zapata, se inconforma con Carranza, se adhiere ciegamente a Obregón...

    

Y es un conspirador profesional. Es el diputado por excelencia, del que se desprenderán las parodias, y al que uno reconocerá, justa e injustamente, en el Catarino de La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, y en el Gordo Atajo de Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia. Santos es el ánima cerril en busca de la perpetuidad. Es un homenaje intenso a la práctica, al don de la intimidación y la inteligencia natu-ral. ¿Qué es la "inteligencia natural?" Aquello que le permite a Gonzalo N. Santos construir su ideario de frase en frase, de crimen en crimen, de complot en complot. Odia la hipocresía en la misma medida en que ama el cinismo, esa jactancia que es su máscara y su proclama.

    

Cabe una hipótesis: Gonzalo N. Santos escribe sus memorias con el impulso con que, sólo para combatir la mala suerte de las trece letras, añade la N a su nombre. Y si admite culpas (según él, "hazañas incomprendidas") es con tal de seguir amando a su criatura predilecta, su leyenda negra. Declara memorablemente: "La moral es un árbol que da moras, o vale para una chingada". De modo insólito, Santos se presenta ante el juicio de los lectores, fiado en su salvoconducto: su apego al temperamento nativo, y sus "huevos de toro".

    

Un cacique es alguien que deposita todo su sentido del presente (que incluye el juicio del porvenir) en su don de mando. Cree que "Vasconcelos no era para el caso", y él en cambio sí lo es. Le tiene sin cuidado el Juicio de la Historia, porque las abstracciones no lo perturban. Así, niega despreocupadamente ser el asesino del joven Germán de Campo, partidario de Vasconcelos en 1929, al que le disparan mientras habla en un mitin en el jardín de San Fernando:

     

     Pero, ahora que han pasado tantos años y que no es delación contra el Flaco Hernández Cházaro, que fue quien mandó matar al estudiante Germán de Campo, con Odilón de la Mora, el Diputado Teodoro Villegas y un gachupín Martínez, ayudante de don Pascual, al que apodábamos el Vais-ver, reitero y declaro que siento no haber sido yo el que matara a ese individuo con el que me han dado tantos muertazos injustificadamente. Sí, declaro que un pinche muerto más o menos no me va a quitar el sueño, que no me voy a rajar de un hecho que yo ya haya cometido o mandado cometer, ni aquí en la tierra ni en el cielo, a donde seguramente tendré que ir a rendir declaración de mi paso por la tierra; o tal vez al infierno, pero como soy de tierra tan caliente no me va a afectar la temperatura.

     

     El "México institucional" ya no soporta a personajes como Santos. Los presidentes no admiten la democratización (la detestan), pero la barbarie tal cual sonroja en público (y regocija en privado) a los nuevos administradores del poder. Santos, el arquetipo, no entiende la transformación de su trayectoria en currículum, y se jacta hasta el final de sus haberes: a su hermano Pedro Antonio lo fusilaron las tropas de Victoriano Huerta, él fue secretario del PNR en el Distrito Federal (1929) y secretario general del Comité Ejecutivo (1929), cinco veces consecutivas diputado federal entre 1924 y 1934, senador (1934-40), y gobernador de San Luis Potosí (1943-49). ¿Cómo aceptar entonces que los presidentes lo rehúyan, que Luis Echeverría le dé clases de moral del tercer mundo y que José López Portillo firme el decreto que en 1978 afecta su latifundio de El Gargaleote? Gonzalo N. Santos muere en 1979, en la Ciudad de México, ya convertido en espectro del caciquismo. Lo sobreviven todos los caciques, pintorescos o no, ya persuadidos de que adular hasta lo último al presidencialismo es su única gran fuente de modernidad y legitimidad. Lo demás es pintoresquismo que mucho agradecerán los escritores que sepan darse cuenta.

El mundo se libera de Estados Unidos




Noam Chomsky
 
Durante el más reciente episodio de la farsa de Washington que ha dejado atónito al mundo, un comentarista chino escribió que si Estados Unidos no puede ser un miembro responsable del sistema mundial, tal vez el mundo deba separarse del Estado rufián que es la potencia militar reinante, pero que pierde credibilidad en otros terrenos.
La fuente inmediata de la debacle de Washington fue el brusco viraje a la derecha que ha dado la clase política. En el pasado se ha descrito a Estados Unidos con cierto sarcasmo, pero no sin exactitud, como un Estado de un solo partido: el partido empresarial, con dos facciones llamadas republicanos y demócratas.
Ya no es así. Sigue siendo un Estado de un solo partido, pero ahora tiene una sola facción, los republicanos moderados, ahora llamados nuevos demócratas (como la coalición en el Congreso ha dado en designarse): existe una organización republicana, pero hace mucho tiempo que abandonó cualquier pretensión de ser un partido parlamentario normal. El comentarista conservador Norman Ornstein, del Instituto Estadunidense de Empresa, describe a los republicanos actuales como una insurgencia radical, ideológicamente extremista, que se burla de los hechos y de los acuerdos, y desprecia la legitimidad de su oposición política: un grave peligro para la sociedad.
El partido está en servicio permanente para los muy ricos y el sector corporativo. Como no se pueden obtener votos con esa plataforma, se ha visto obligado a movilizar sectores de la sociedad que son extremistas, según las normas mundiales. La locura es la nueva norma entre los miembros del Tea Party y un montón de otras agrupaciones informales.
El establishment republicano y sus patrocinadores empresariales habían esperado usar esos grupos como ariete en el asalto neoliberal contra la población, para privatizar, desregular y poner límites al gobierno, reteniendo a la vez aquellas partes que sirven a la riqueza, como las fuerzas armadas.
Ha tenido cierto éxito, pero ahora descubre con horror que ya no puede controlar a sus bases. De este modo, el impacto en la sociedad del país se vuelve mucho más severo. Ejemplo de ello es la reacción violenta contra la Ley de Atención Médica Accesible y el cierre virtual del gobierno.
La observación del comentarista chino no es del todo novedosa. En 1999, el analista político Samuel P. Huntington advirtió que para gran parte del mundo Estados Unidos se convertía en la superpotencia rufiana, y se le veía como la principal amenaza externa a las sociedades.
En los primeros meses del periodo presidencial de George Bush, Robert Jervis, presidente de la Asociación Estadunidense de Ciencia Política, advirtió que a los ojos de gran parte del mundo el primer Estado rufián hoy día es Estados Unidos. Tanto Huntington como Jervis advirtieron que tal curso es imprudente. Las consecuencias para Estados Unidos pueden ser dañinas.
En el número más reciente de Foreign Affairs, la revista líder del establishment, David Kaye examina un aspecto de la forma en que Washington se aparta del mundo: el rechazo de los tratados multilaterales como si fuera un deporte. Explica que algunos tratados son rechazados de plano, como cuando el Senado votó contra la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidades en 2012 y el Tratado Integral de Prohibición de Ensayos Nucleares en 1999.
Otros son desechados por inacción, entre ellos los referentes a temas como derechos laborales, económicos o culturales, especies en peligro, contaminación, conflictos armados, conservación de la paz, armas nucleares, derecho del mar y discriminación contra las mujeres.
El rechazo a las obligaciones internacionales, escribe Kaye, se ha vuelto tan arraigado que los gobiernos extranjeros ya no esperan la ratificación de Washington o su plena participación en las instituciones creadas por los tratados. El mundo sigue adelante, las leyes se hacen en otras partes, con participación limitada (si acaso) de Estados Unidos.
Aunque no es nueva, la práctica se ha vuelto más acentuada en años recientes, junto con la silenciosa aceptación dentro del país de la doctrina de que Estados Unidos tiene todo el derecho de actuar como Estado rufián.
Por poner un ejemplo típico, hace unas semanas fuerzas especiales de Estados Unidos raptaron a un sospechoso, Abú Anas Libi, de las calles de Trípoli, capital de Libia, y lo llevaron a un barco para interrogarlo sin permitirle tener un abogado ni respetar sus derechos. El secretario de Estado John Kerry informó a la prensa que esa acción era legal porque cumplía con las leyes estadunidenses, sin que se produjeran comentarios.
Los principios solo son valiosos si son universales. Las reacciones serían un tanto diferentes, inútil es decirlo, si fuerzas especiales cubanas secuestraran al prominente terrorista Luis Posada Carriles en Miami y lo llevaran a la isla para interrogarlo y juzgarlo conforme a las leyes cubanas.
Sólo los estados rufianes pueden cometer tales actos. Con más exactitud, el único Estado rufián que tiene el poder suficiente para actuar con impunidad, en años recientes, para realizar agresiones a su arbitrio, para sembrar el terror en grandes regiones del mundo con ataques de drones y mucho más. Y para desafiar al mundo en otras formas, por ejemplo con el persistente embargo contra Cuba pese a la oposición del mundo entero, fuera de Israel, que votó junto con su protector cuando Naciones Unidas condenó el bloqueo (188-2) en octubre pasado.
Piense el mundo lo que piense, las acciones estadunidenses son legítimas porque así lo decimos nosotros. El principio fue enunciado por el eminente estadista Dean Acheson en 1962, cuando instruyó a la Sociedad Estadunidense de Derecho Internacional de que no existe ningún impedimento legal cuando Estados Unidos responde a un desafío a su poder, posición y prestigio.
Cuba cometió un crimen cuando respondió a una invasión estadunidense y luego tuvo la audacia de sobrevivir a un asalto orquestado para llevar los terrores de la Tierra a la isla, en palabras de Arthur Schlesinger, asesor de Kennedy e historiador.
Cuando Estados Unidos logró su independencia, buscó unirse a la comunidad internacional de su tiempo. Por eso la Declaración de Independencia empieza expresando preocupación por el respeto decente por las opiniones de la humanidad.
Un elemento crucial fue la evolución de una confederación desordenada en una nación unificada, digna de celebrar tratados, según la frase de la historiadora diplomática Eliga H. Gould, que observaba las convenciones del orden europeo. Al obtener ese estatus, la nueva nación también ganó el derecho de actuar como lo deseaba en el ámbito interno. Por eso pudo proceder a librarse de su población indígena y expandir la esclavitud, institución tan odiosa que no podía ser tolerada en Inglaterra, como decretó el distinguido jurista William Murray en 1772. La avanzada ley inglesa fue un factor que impulsó a la sociedad propietaria de esclavos a ponerse fuera de su alcance.
Ser una nación digna de celebrar tratados confería, pues, múltiples ventajas: reconocimiento extranjero y la libertad de actuar sin interferencia dentro de su territorio. Y el poder hegemónico ofrece la oportunidad de volverse un Estado rufián, que desafía libremente el derecho internacional mientras enfrenta creciente resistencia en el exterior y contribuye a su propia decadencia por las heridas que se inflige a sí mismo.
El libro más reciente de Noam Chomsky es Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S. Empire. Interviews with David Barsamian (Conversaciones sobre levantamientos democráticos en el mundo y los nuevos desafíos al imperio de Estados Unidos). Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass., EU.
 
(c) 2013, Noam Chomsky
Distributed by The New York Times Syndicate
Traducción: Jorge Anaya