lunes, 29 de noviembre de 2010

En la justicia también hay clases




Francisco Rivas-Linares

Cuando la violencia de esta guerra improvisada perjudica a políticos o empresarios, las condenas oficiales se hacen estridentes, las invocaciones a la justicia se reiteran con insistencia y acomedidos descartan -de manera inmediata- que el acto punible tenga algún vínculo con la delincuencia organizada.

No sucede lo mismo cuando los crímenes ciegan la vida de civiles que no pertenecen a ninguna de las élites citadas. En esos casos, pronto surgen los juicios facilones declarando tan infaustos aconteceres como “ajustes de cuentas”, “rencillas pandilleriles”, “ligas con el trasiego y comercialización de drogas”, etcétera.

En 2008 el secuestro y asesinato de un hijo de connotado empresario, provocó, incluso, que sesionara el Consejo Nacional de Seguridad Pública en la mismísima cede del poder de la república: el Palacio Nacional. En el desarrollo de la misma, el padre agraviado les lanzó un ultimátum: ¡Si piensan que la vara es muy alta y no pueden, renuncien!

Y nadie renunció. Ningún baquetón se sintió aludido. Pero eso sí, le aplaudieron a rabiar, le abrazaron cínicamente y mermaron su demanda con promesas y compromisos. Todo quedó reducido a un circo mediático, quedando únicamente el estruendo del… ¡si no pueden renuncien!

Ahora las condolencias oficiales se ventean por la ejecución del exgobernador de Colima Silverio Cabazos. Los miembros del poder real se desagañitan al borde del infarto para reclamar justicia y disipar cualquier sospecha de vínculo alguno con la delincuencia organizada, no obstante que la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada afirme lo contrario.

Manlio Fabio Beltrones declaró que la violencia estaba pasando de lo delicado a lo grave, pues no sólo ha alcanzado a más de 30 mil mexicanos sino que ahora viene a hacer efectos en otras partes de la sociedad.

Lo dicho por el Senador nos debe hacer entender que en tanto los “daños colaterales” se ceben en la población, no pasará de ser únicamente “delicado”. La gravedad principia cuando ya surte efectos en “otras partes de la sociedad”, como los del poder político y económico. Así es el discernir de la fauna que nos gobierna.

Por eso no se ha dado pronta respuesta a los asesinatos de jóvenes, niños y familias completas que, al decir de la SEDENA, se atreven a rebasar un convoy o se niegan a reducir la velocidad en retenes fantasmas.

Tampoco se hizo distingo alguno con el secuestro y ejecución de los veinte michoacanos en el puerto de Acapulco, ni en los fusilamientos de jóvenes que por encontrarse en festejos fraternos aportaron cifras para las estadísticas obituarias.

Las honras fúnebres resaltan por su condición clasista. En aquéllos, el lujo obsceno hiere a la vista y las condolencias se convierten en un habitual ejercicio hipócrita. En los otros, la medianía, cuando no la miseria, hace más punzante el dolor, sólo mitigado por la sinceridad circunscrita del pesar.

Si después de todo lo que hemos atestiguado, hay quienes se creen los montajes oficiales, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que tienen todos los merecimientos para ser engañados.

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