viernes, 20 de marzo de 2009

El ser del mexicano III


Pues bien, en el antecedente dejé en el escritorio los tres factores que caracterizan al mexicano del siglo XXI. Estos son el factor indígena, el factor hispano-cristiano y el factor anglosajón.

Los estudios relativos a nuestra personalidad, nos señalan que hemos mantenido a través de los siglos una actitud fatalista, dependiente y resignada. Apegándonos a una cosmovisión dominante, construimos con mucha facilidad ídolos de barro que posteriormente se nos derrumban. Y lo constatamos con personajes que se nos imponen a través de los medios, principalmente la televisión, para subirlos a cimas de enaltecimiento donde habremos de quemarles incienso, aunque finalmente terminen tiznados y fragmentados.

A ellos, a esos falsos ídolos, les entregamos confiados nuestra esperanza y nos hacen dependientes. Un ejemplo sobresaliente es Vicente Fox, que con su actitud pendenciera y bonachona, abierta y pueblerina, fue convertido en el depositario del desarrollo de la democracia. El resultado, aunque obvio, no está por demás enfatizarlo: ladrón, cínico, hipócrita y baquetón.

Pasemos ahora al factor hispano-cristiano. La religiosidad del factor hispano la vivimos día a día. Tal vez en los medios urbanos no sea tan acentuado como en el medio rural. Desde la conquista quedamos atrapados en devociones de cuño mágico y la providencia es la que nos ampara. Prácticas supersticiosas, promesas y mandas son una mezcla doctrinaria que congela nuestras mentes.

El carácter, pragmático, activo y realista que identifican la personalidad del español, se da sólo en sectores reducidos de nuestra población; sin embargo lo negativo si nos resulta más dominante, que es la hipocresía, la ambición y la religiosidad.

Finalmente el factor anglosajón está de manifiesto en uno de sus rasgos más acentuados: El individualismo, factor al que nos referimos cuando señaláramos que los mexicanos nos sabíamos trabajar en equipo.

Ahora bien. El 29 de enero abordé el tema de los vivos y los tontos. Aseveré en ese momento que los tracaleros, corruptos, aduladores, tramposos abusivos, mentirosos, cínicos, etc. eran los calificados como los vivos. Ellos aprovechaban el momento para hacerse de buena fortuna despojándose de escrúpulos. Los tontos, en cambio, eran los honestos, los íntegros, los que asumen comportamientos correctos y dignos.

Los servidores públicos buscan el “hueso” no para servir a los demás, sino para servirse de los demás. Quieren ser gobernantes, diputados, senadores, secretarios de estado; es decir, quieren ingresar a la casta privilegiada del poder no porque de verdad quieran servir al pueblo, sino por los ingresos que les representa.

Y pierden la vergüenza para asumirse como cínicos. Son los VIVOS que están aprovechando su momento. No conocen el valor de la lealtad, mucho menos de la honradez. Hay una expresión que les queda muy a tono: “Todos los políticos son corruptos hasta que se demuestre lo contrario”.

El factor anglosajón lo tienen muy arraigado. El pensamiento que los domina es el del TENER más que el del SER. Y a esa aberración le llaman con rimbombancia PRAGMATISMO.

Tener o ser será el asunto del que me ocuparé en mi próxima colaboración.

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