(Leído en el programa radiofónico "Micrófono Abierto", sección Columna Política, de la estación radiodifusora XEI de Morelia, Michoacán, el jueves 26 de febrero de 2009)
Hablemos ahora del relajo, otra de las formas de ser de nosotros los mexicanos, según los estudiosos del tema.
El relajo está caracterizado como una forma de hablar en broma, a partir de los chistes y las ironías con que criticamos los diversos estereotipos del poder. Es la suspensión de la seriedad. Es la cultura del humor. Es el “me vale madre” de todos tan conocido.
En los estadíos de la pobreza, cuatro condiciones se instalan en el relajo: el sentido de inferioridad, la agresividad, el fatalismo y el machismo. Para hablar de ellos, tenemos que hacer referencia a un estereotipo conocido por todos nosotros: el pelado, quien con gestos y mímica siempre insinúa interpretaciones diversas. Sus albures y fintas hacen de filtro para concretar una invitación sutil al soborno. De este modo evade a la policía y estafa a los tontos. “El pelado, dice el antropólogo Bartra, vive en un mundo que para funcionar, necesita ser aceitado permanentemente, construyendo una sociedad resbalosa donde todo pierde sentido a cada instante y donde la civilidad es escurridiza y lúbrica”.
Pero en tal descripción subyace un juicio sobre la corrupción política y las relaciones de clase, pues con el relajo los mexicanos socavamos los valores impuestos por la clase dominante y ligamos las relaciones entre los relajientos y los “apretados”.
Para superar el sentido de inferioridad, otorgamos un valor elevado a diversos símbolos. El más sobresaliente es, sin duda alguna, la Virgen de Guadalupe. Al tener conciencia de nuestra desventaja en lo tecnológico, lo industrial, lo económico y lo deportivo, intentamos superar nuestra medianía suponiendo que constituimos un pueblo de primera por haber sido elegidos por la Virgen de Guadalupe como su pueblo.
Tener fe es bueno. Lo que se nos critica es el exceso de nuestra religiosidad que raya en dejar todo a la concreción del milagro, llevándonos a germinar la dependencia, la pasividad y la irresponsabilidad.
Nuestra identidad no está consolidada. Al respecto se considera que los mexicanos del siglo XXI tenemos tres ingredientes: el factor indígena, el factor hispano-cristiano y el factor anglosajón.
Abordaré los factores referidos en mi colaboración próxima, no sin antes ratificar que la intención de recordar nuestra manera de ser es abrir un espacio reflexivo para comprender la realidad que vivimos. “Conócete a ti mismo”. Tal es la inscripción que aparece en el frontispicio del templo de Delfos y que no solamente nos lleva a reconocer nuestras limitaciones para evitar los excesos, sino también nuestra ignorancia incitándonos a cultivar la virtud del conocimiento, empezando por nosotros mismos.
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