miércoles, 25 de marzo de 2009

El ser del mexicano III (Último)


Todos tenemos el derecho legítimo de poseer algo, el derecho a satisfacer esa necesidad que nos causa escozor ante la incertidumbre del futuro que se nos abre a cada instante. Sabernos dueños de un bien que mitigue nuestra hambre, nuestra esperanza, nuestra aspiración de salir a flote en esta sociedad tan competida.

Pero tener y codiciar son dos niveles. El primero implica la posesión elemental para la existencia digna y decorosa. La codicia, en cambio, entraña el dominio para alcanzar el lucro. Aquél consolida nuestra identidad humana. Esta, nos esclaviza y convierte en objetos.

Otro de los niveles negativos de poseer es el acumular. En ella subyace la sensación de superioridad, de poseer una fuerza para la conquista y el dominio. Un neurótico afán de adueñarse de todo para su consumo exclusivo.

Cuando los servidores públicos se valen de recursos leguleyos para aumentarse los ingresos de manera desproporcionada, denotan estar poseídos de la codicia y toman distancia de la sociedad a la que sirven. Se aglutinan como casta privilegiada, ajena a un pueblo que se asfixia en los embates de la crisis.

Y son precisamente las retribuciones y gastos del personal público lo que nos mantienen en un estado de inconformidad. Sus sueldos, dietas, honorarios y otras prestaciones son excesivamente onerosas a tal grado que se han constituido en una casta privilegiada que contrasta con la pobreza de sus gobernados.

La degradación de la política no nos hace vislumbrar un horizonte promisorio en el proceso electoral que se avecina. Ya los políticos han perdido toda prestancia institucional y principio de autoridad por la rapacidad que exhiben sin ningún recato.

Más que pretexto, resulta ser una corriente engañifa cuando por justificarse dicen que es necesario elevar sus ingresos, porque los bajos sueldos abren caminos a la corrupción. ¡Qué estupidez!

Ahora se han sacado de la manga un nuevo ingreso: el BONO DE FATIGA. Porque para eso les sobra la imaginación. BONO DE FATIGA. BONO DE CANSANCIO. Ya empezó Tabasco. Ya le siguió Sinaloa. Se han adjudicado montos que oscilan entre los 70 y 100 mil pesos mensuales para curarse de su anemia cerebral.

Hace dos años que la Cámara de Diputados se ha negado a discutir y aprobar la reforma que terminaría con excesos y dispendios de los servidores públicos. Dos años de indiferencia al dictado de Morelos que en su artículo 12 de Los Sentimientos de la Nación establece: “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto”.

Si Morelos viviera, ya los políticos de la derecha lo hubieran declarado “un peligro para México”.

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