lunes, 23 de junio de 2008

Los empachados de poder

“Creo, como los viejos anarquistas, que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Uno de los grandes desafíos del siglo XXI es conseguir que la gente que tenga poder tenga también ética. Que la ética llegue al poder será parte de la salvación de la humanidad” (Adela Cortina Orts, activista de la ética)

A la sentencia de Lord Acton que aparece en el contexto del epígrafe, coincido con el agregado que hace el escritor B. Tuchman que dice: El poder también embrutece. Así, dos cualidades se aposentan en el ejercicio del poder: corrupción y embrutecimiento, con la acotación de que ambas alcanzan los niveles de lo absoluto cuando el poder conlleva tal condición.

Pero el mismo epígrafe nos ofrece la oportunidad para ejercitar la reflexión en torno a la postura que han asumido personajes, quienes no obstante haber abrevado las ideas liberadoras de la conciencia oprimida en los tiempos del Movimiento Democrático del Magisterio, han decidido transitar por la acera de enfrente, estimulando desavenencias en las huestes de nuestra Sección XVIII del SNTE-CNTE.

Los beneficios derivados del poder encuentran su parangón en tres actores surgidos del MDM: Raúl Morón Orozco, Juan Pérez Medina y Juan Manuel Macedo Negrete. Los tres son ahora claudicantes de los principios que solían defender con notable encono; por eso, atrapados en la seducción del poder y frente a las situaciones cismáticas procreadas al interior de la organización sindical, tratan de construir un tinglado que les renueve su prestigio pisoteado.

Su praxis política la hacen oscilar en dos dimensiones: la repartición y el uso del poder y los valores ideológicos referentes a lo que se desea.

Tanto Raúl Morón como Juan Pérez fijaron como espacio para su ejercicio el Partido de la Revolución Democrática, creando al efecto una corriente denominada Alianza por la Unidad Democrática (AUD); mientras que Juan Manuel Macedo se definió por la ruta de las atarjeas construidas por Elba Esther Gordillo. Los tres antepusieron como valores ideológicos un solo deseo: tener influencias, arrastrar masas, controlar muchedumbres y quedar posesionados en el canto de las sirenas que la corte de aduladores, de la que se rodean, suelen entonar.

Y perdieron la perspectiva. Y transformaron su personalidad. El elogio se les volvió una necesidad patológica y no pueden prescindir de él. Creció su ego de tal forma que se creen los pontífices de los avances económicos, políticos y sociales de la educación, se sienten con la paternidad única e indivisible de la genialidad ajena. Ellos suponen que han llegado a buen puerto, y por eso ahora se desgarran las vestiduras antes las movilizaciones y los paros laborales. Dicen que tales estrategias ya perdieron su vigencia, que ya están desgastados y que, por lo tanto, se está desvirtuando la misión del maestro. La razón que esgrimen es que estando montados en la SEE y las curules camerales, vértice para su autismo, ya concretarán la oportunidad de convertir en realidad la utopía del MDM.

Al decir de Macedo Negrete, Elba Esther Gordillo dejó de ser la exponente de la corrupción para reconocerle como una mujer de proyectos que tiene mucho que darle a la educación. Y ponderando los beneficios de la cuasirreforma educativa que se firmó el pasado mes de mayo, convoca a los otros dos para que la analicen juntos y la adopten cabalmente. Ahora, al decir de los tres, ya tienen madurez, ya tienen otro “tipo de entendimiento”; lo que debemos entender como la pérdida de la vergüenza y de los escrúpulos, es decir, se les pudrió el espíritu de rebeldía.

En el dintel de las elecciones federales de 2009, Raúl Morón y Juan Pérez han decidido saltar a la palestra partidocrática en aras de la diputación plurinominal. Nunca han sido electos, son usufructuarios de los porcentajes y negociaciones, una pobre designación de dedo. Y al no tener compromiso alguno con la ciudadanía, su fuerza motriz se cifra en el pensamiento crematístico y los derechos de dominio. Para lograrlo, no les importa vulnerar a la misma organización que les dio cobijo.

Por eso levan procesionarios fracturando la unidad del gremio. Pretenden aglutinar fuerza numérica para ejercer una presión tribal en las gambetas politiqueras del partido. Y al gobierno del estado, hacerle creer que tienen capacidad de arrastre para equilibrar fuerzas y armonizar intereses aún entre los elementos más disímbolos.

La verdad es la primera víctima de estos tartufos. Mienten en sus exposiciones cantinflescas. Insultan a la inteligencia de los otros. Y en sus veleidades todo les resulta válido pues lo que les importa es conservar sus prebendas.

Y así cabalgarán juntos con una complicidad de truhanes, corrompidos… embrutecidos. ¡Pobres conversos de floja mollera!

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