martes, 25 de junio de 2013

Intelectuales públicos y telectuales



Por Rafael Barajas, El Fisgón
Publicado en el diario La Jornada on line el 23/06/2013


Cuentan que, en tiempos de Luis Echeverría, un viejo gobernador priísta contrató a un joven intelectual marxista para que le hiciera los discursos. El escritor, en un acto de provocación, redactó un discurso radical que hablaba de “lucha de clases” y “explotación”, y concluía con un llamado a las masas a luchar contra el régimen. El político revisó el discurso antes de leerlo en público y le hizo al provocador una sola petición: “Ponle más de eso que no se entiende.”

Desde siempre, en México, la gente del poder ha buscado a intelectuales para que le articulen sus discursos y por ello los adula, aunque los ve con cierto desprecio.

El intelectual público

Sin duda, los intelectuales han tenido un papel muy importante en la vida de México, en especial cuando asumen la figura del intelectual público. Un intelectual público es el que desempeña un papel activo ante los problemas de la sociedad; es un ser reflexivo que descifra fenómenos complejos y puede opinar sobre ellos; es a la vez un pensador independiente, alejado del poder, un divulgador y un activista en asuntos de interés general. Tiene mucho en común con el comunicador y con frecuencia su papel se confunde con el del periodista.

Desde los tiempos de fray Servando Teresa de Mier, México ha contado con valiosos intelectuales de ese tipo. Muchos próceres de la Reforma cumplieron ese papel y, en las últimas décadas, en este rubro han destacado personalidades notables como Elena Poniatowska, con su denuncia de la represión al movimiento estudiantil y de la guerra sucia; Carlos Montemayor, con su alegato a favor de los indígenas; Carlos Monsiváis, en defensa de múltiples causas que van del respeto a la diversidad sexual a la defensa del voto; Fernando del Paso, con su plegaria contra la intolerancia del clero, y el poeta Javier Sicilia, que llama a detener la ola de violencia desatada por la “estrategia de seguridad” del gobierno.

El Telectual

Desde hace años, en México, los dueños de los consorcios masivos de comunicación han entendido la importancia del intelectual que actúa y tiene voz pública. Así, hemos visto cómo muchos de los grandes consorcios mediáticos han buscado crear sus propias figuras y para ello impulsan la carrera de gente que tuvo, en un momento dado, cierto prestigio académico o intelectual. Lo único que piden estos consorcios es que estos intelectuales entiendan y le den forma al discurso del poder económico y político. Estos personajes, al igual que los intelectuales públicos, asumen una postura activa ante los problemas de la sociedad, son activistas en asuntos de interés público, su papel se confunde con el del periodista y son figuras públicas por su alta exposición mediática. Sin embargo, no hay que confundirse. Estos informadores no son intelectuales públicos, sino intelectuales orgánicos del poder con exposición mediática, voceros de intereses poderosos, locutores de consorcios. Los empresarios los llaman “comunicadores”, pero como trabajan más para la televisión que para el intelecto, la gente ha dado por llamarles los telectuales. En la era neoliberal, estos señores han hecho de su habilidad para construir discursos un negocio muy sólido, y elaboran discursos a la medida del poder en turno.

Algunas perlas de la telectualidad nacional

A diferencia de los intelectuales públicos, los telectuales no son figuras éticas en la medida en la que defienden intereses y manejan, casi siempre, una agenda oculta; no son entes independientes (sin la tele o la radio se desvanecen); no cultivan ideas más que en la medida en la que le sirven al sistema; no buscan hacer avanzar la libertad y el conocimiento humanos, y cuando dicen “hablar por la sociedad”, en realidad expresan la opinión de los poderes fácticos.

Suelen ser gente brillante y por eso se sienten con la autoridad de defender las tesis más insostenibles. Por ejemplo, en su ensayo Un futuro para México, Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda diagnostican que hoy México padece de “soberanismo defensivo”; poco después, los cables diplomáticos de la embajada de Estados Unidos filtrados por Wikileaks documentaron que la actual clase gobernante mexicana tiene la compulsión por ceder voluntariamente la soberanía.

Enrique Krauze no se queda atrás y publica, después de las elecciones de 2010, un texto en El País de España, en el que afirma que México está al fin entrando en la normalidad democrática: “elecciones presidenciales y legislativas limpias; un Instituto Federal Electoral confiable […] una Suprema Corte de Justicia independiente, cuyos fallos han sido respetados de manera universal […] libertad de expresión sin cortapisas en medios impresos y electrónicos”, y concluye: “Ahora la democracia mexicana podrá seguirse consolidando.” No hay peor analista que el que no se quiere enterar. Si no fuera por los asesinatos de varios candidatos, por la intromisión del narco que llevó a la prensa a hablar de narcoelecciones (¿Y tú, por qué cártel vas a votar?”), por las amenazas de atentados en las casillas de votación, por las incontables denuncias de fraude, por el financiamiento ilegal y abierto de empresarios a ciertos candidatos, por los dictámenes del Tribunal Electoral que dieron por buenos votos de casillas que no fueron instaladas, por la intromisión del Ejecutivo en las elecciones internas de un partido ajeno al suyo, por el monopolio informativo que ejercen Televisa y TV Azteca y por muchas, pero muchas otras lindezas semejantes, Krauze podría tener razón.

Hace unos días, en el periódico Reforma, Krauze escribió contra “la intolerancia política […] presente en los correos electrónicos, los blogs, las redes sociales […] en la política editorial de algunas publicaciones” y articulistas, y ahí alerta que esta intolerancia “se ha convertido en odio”. En su texto, Krauze afirma: “El odio proviene directamente de la impugnación (injustificada, en mi opinión) que se hizo al resultado de aquellas elecciones [y de los que rechazan] a la actual política de seguridad” en su “esencia” y que, al hacer esto, diluyen o relativizan la culpa de los criminales. Así, para Krauze, lo preocupante de la violencia en el país no es la ola de terror y sangre que asuela a ciudades como Juárez o Culiacán, sino la intolerancia política de ciertos articulistas (¿para qué hablar de 35 mil muertos, si podemos ir a esencias como el odio? ¿Quién rechaza la “esencia” –no los métodos y la estrategia– de la actual política de seguridad? ¿Quién diluye o relativiza la culpa de los criminales? ¿Qué tan infiltrados están los criminales en el poder?)

Si no hubiera tantas pruebas del fraude de 2006 (que van desde llamadas telefónicas de la Gordillo a gobernadores para negociar el voto, hasta actas adulteradas); si no estuviera tan documentada la alianza que urdieron el PRI y el PAN a espaldas de los electores; si Fox no hubiera declarado que “cargó los dados” –desde la Presidencia– contra López Obrador, tal vez se podría opinar –como Krauze– que la impugnación de esas elecciones es injustificada. Pero lo que es incuestionable es que el entonces ocupante de Los Pinos se negó a hacer un recuento de votos a pesar de que nunca pudo demostrar que ganó limpiamente esas elecciones.

Cuando Krauze plantea que el odio proviene “del rechazo a la actual política de seguridad”, está acusando de irracionales y violentos a los que cuestionan la estrategia del gobierno. Si la violencia del gobierno no hubiera desatado la de la delincuencia; si no hubiera miles de denuncias contra el Ejército por violaciones a los derechos humanos; si la ONU no hubiera pedido sacar al Ejército de las calles; si no hubieran sido asesinados tantos defensores de derechos humanos; si no hubiéramos tenido tantos “daños colaterales” que lamentar; si los ciudadanos que denuncian a los delincuentes no fueran entregados a ellos por quienes juraron preservar su anonimato; si el plan de seguridad combatiera el lavado de dinero; si las policías, el gobierno y la clase política no estuvieran infiltradas por el crimen organizado; si tantos analistas no hubieran advertido desde un principio de los riesgos de militarizar al país; si esa militarización no fuera anticonstitucional; si no hubiera decenas de denuncias (entre ellas las del relator de la ONU) de que se combate a todos los cárteles menos a uno; si el propio Calderón no hubiera reconocido que equivocó la estrategia pero no la cambió; si esa política no tuviera relación alguna con las decenas de miles de muertos, los miles de “levantones” y otros tantos miles de desaparecidos, entonces la acusación de Krauze podría tener algún sustento.

Pero eso no parece importarle a Krauze, pues su discurso es el del poder y el poderoso no tiene por qué argumentar. Las críticas contra la intolerancia política de la izquierda radical son viejas, han sido también bandera de un sector de la izquierda y, en gran medida, las compartimos. Sin embargo, usar hoy ese discurso contra los críticos del plan de seguridad se traduce en una acusación maniquea e infundada: “Quien no está con la política de seguridad de Calderón, está con el crimen organizado.” Ese sí que es un discurso de intolerancia política, una declaración de odio que nadie merece y lleva implícitas una amenaza y un chantaje inaceptables. Son dignas de un intelectual orgánico que opera para el poder.

sábado, 22 de junio de 2013

Brasil-México: Antítesis de una expresión.





Francisco RIVAS LINARES


 
El hombre es el ser único con capacidad para hacer y escribir historia. Y la historia tiene un sentido. El sentido más profundo de la historia, nos dice el filósofo José Pablo Feinmann, es el de la rebelión del hombre contra el poder.
 
Brasil se está cimbrando con la organización espontánea del pueblo. Reclaman del poder el gasto excesivo que invierte en la organización del campeonato mundial de futbol 2014 y su evento preparatorio, la Copa de Confederaciones.
 
Decenas de miles de personas han ganado las calles para protestar contra el incremento en las tarifas del transporte público, las estructuras financieras y políticas, la corrupción y el despilfarro. Y lejos de censurar las protestas legítimas del pueblo, su presidenta, Dilma Rousseff, exclamó: “Las voces de las calles deben ser escuchadas”.
 
Luiz Inacio Lula da Silva, su antecesor, aseveró: “Que nadie en su sano juicio se oponga a las movilizaciones.” Y otro expresidente, Fernando Enrique Cardozo, señaló: “Los gobernantes deben entender el porqué de los acontecimientos.”
 
México es la antítesis de lo que ocurre actualmente en Brasil. Aquí las “voces de la calle” no son escuchadas. Aquí se censuran las movilizaciones invocando la “buena imagen” de la ciudad. Aquí se desgarran las vestiduras por los contenidos de las demandas. Aquí se cuantifican las pérdidas monetarias que ocasionan los rebeldes al poder. Aquí las protestas se ven como un problema económico, no como un problema social. Aquí, nuestros gobernantes no entienden el porqué de los acontecimientos.
 
Ya en colaboraciones pasadas me he referido a las dos opciones que tenemos para juzgar los sucesos y acontecimientos. Recordemos… Si un suceso lo juzgo a partir de lo que perciben mis sentidos, estaré expresando una opinión. Pero si lo que percibo lo juzgo después de hacer uso de mi capacidad de raciocinio, identificando las causas que provocan las expresiones de inconformidad, los factores y agentes que influyen en su manifestación, entonces ya no expresaré una opinión, sino un juicio.
 
La sociedad se rebela contra los hombres del poder (económico o político), cuando éstos se deshumanizan y ocasionan dolor y sufrimiento. Es entonces cuando la sociedad se estimula y rompe los diques de control emprendiendo acciones que le permitan transformar su entorno.
Freire, autor de la Pedagogía del Oprimido, nos dice que para poder explicar y mejorar nuestra realidad, tenemos que adentrarnos primero en ella. Tomar conciencia, es decir, darnos cuenta de esa realidad. Y a partir de ella, trascender.
 
Los hombres del poder temen que la sociedad se organice. Los hombres del poder suelen demandar al pueblo que utilice los cauces institucionales para plantear sus demandas, a sabiendas de que los ritmos de la burocracia son impuestos por ellos, haciéndola dilatada, lerda y tortuosa.
 
Cualquier planteamiento de justicia que el pobrerío les demande, lo sofocan con sus ritmos y enredos; y cuando el pobrerío reacciona, lo etiquetan para desprestigiarlo, les aplican la ley de Herodes, les engendran el miedo con torturas y desapariciones, abortando –a la mala- su rebeldía. Para ello tienen a su servicio a los medios de difusión masiva. Y tienen a su servicio voces mercenarias que repiten y repiten adjetivos para inhabilitar liderazgos y cancelarles su derecho a soñar. Por eso la expresión popular que surgió en el movimiento de los Indignados y que suena amenazante: Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir.
 
Las dolencias sociales cimbran las estructuras del poder montado en el trípode autoritarismo, impunidad y fraude. Más, a pesar de todo, es el pueblo y sólo el pueblo  el que cambiará el rumbo de la historia.
 
POR LOS DESAPARECIDOS DE MICHOACÁN: ¡VIVOS DE LOS LLEVARON! ¡VIVOS LOS QUEREMOS!
 
 
 

jueves, 6 de junio de 2013

México y la OCDE




Francisco RIVAS LINARES

 
 
En la columna política del viernes anterior, contrapuse al reclamo reiterado de la calidad en la educación a la de otros servicios de carácter público en los que tal demanda es tibia, si no es que nula. En su párrafo último expresé: “…ya es tiempo de cuestionar la calidad en todos los aspectos de la vida ciudadana. Calidad en la democracia, calidad en los empleos, calidad salarial, calidad de los servicios públicos, calidad en la impartición de justicia, calidad en las personas del poder político, etc.”
 
Tres notas publicadas en el transcurso de la presente semana fortalecen lo planteado en la columna política de referencia: la primera de ellas –de fecha 26 de mayo- en la que se dan a conocer los “onerosos salarios” -así calificados- de los 39 altos mandos del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), los cuales oscilan entre un millón 900 mil pesos y los 2 millones 400 mil pesos anuales.
 
La segunda noticia publicada el 29 de mayo, hace referencia a un informe de la OCDE titulado “¿Cómo va la vida?”. En él se dan a conocer un conjunto de datos que ubican a nuestro país en situación francamente deleznable; y que, no obstante, el mexicano vive en completa felicidad.
 
La tercera noticia se publicó el día de ayer y se refiere a la impunidad en que siguen inmersos los responsables de la debacle financiera en que se debate nuestra entidad.
 
Los acuerdos políticos se han constituido en un broquel protector para quienes abusando del poder disponen de la hacienda pública a contentillo. Así tenemos que no sólo los funcionarios del Cisen se han fijado salarios elevadísimos. Ya se ha difundido la cuantía de los ingresos de los ministros, legisladores, funcionarios de primer nivel como Secretarios de Estado, Subsecretarios, Directores y Jefes de Departamento, etc.
 
Desde que llegó al gobierno el lic. Fausto Vallejo Figueroa, quedó al descubierto los elevados desfalcos que los funcionarios anteriores dejaron en las áreas bajo su responsabilidad. Se les ha identificado con nombre y apellido y los probables montos económicos de los que dispusieron, dejándolos en la presunción de haber cometido diversos delitos penales.
 
Y sin embargo… no ha pasado nada. Ante la falta de información, todos recurrimos a ejercer nuestro derecho a la especulación. Entre políticos, todos se protegen entre sí, haciendo válido el viejo dicho, surgido de la filosofía popular, que dice: perro no come perro.
 
La OCDE registró en el informe ¿Cómo va la vida? que los mexicanos trabajan 474 horas más, anualmente, que los que pertenecen a cualquiera de los otros países integrantes de la Organización; es decir, los mexicanos trabajan 2,250 horas al año y aquéllos 1,776 horas en promedio.
 
Lo anterior debería reflejarse en mayores ingresos para los primeros, que son quienes más trabajan. Sin embargo, el mismo estudio refleja una diferencia pronunciada por cuanto las remuneraciones, pues en tanto que los trabajadores mexicanos, según la OCDE calcula, reciben 9 mil 885 dólares por año, los de los otros países tienen una remuneración de 34 mil 466 dólares anuales, lo que hace una diferencia abismal de 24,581 dólares.
 
Cuando el trabajo es mal pagado, éste se califica como explotación laboral, misma que se da en dos situaciones: 1) el abuso por parte del empleador; y 2) precariedad laboral. Esta última conlleva inseguridad, incertidumbre y falta de garantía en las condiciones de trabajo. Cabe recordar que en el mes de abril del presente año, se dio a conocer que el salario de los trabajadores chinos era mayor en un 19.6% que el de los mexicanos.
 
En inseguridad.  México encabezó la lista de homicidios, pues de acuerdo a los datos registrados entre 2002 y 2013 la tasa de homicidios pasó de 7 por cada cien mil habitantes, a 23.7.
 
Pese a lo que se informa, declara la propia OCDE en el estudio de referencia, que “Los mexicanos somos los más felices ciudadanos de todas las naciones integrantes de dicha organización”. ¡Qué manera de faltarnos el respeto!
 
Por los desaparecidos de Michoacán: Vivos se los llevaron. Vivos los queremos.
 
 

miércoles, 29 de mayo de 2013

La calidad: El infierno del poder.




Francisco RIVAS LINARES


Se invoca frecuentemente la calidad del servicio educativo. Se le demanda. Se le exige. Incluso se atreven a identificar a los responsables del fracaso de tal meta. Sin embargo, no se hace mención a la calidad alimenticia del mexicano, cuya deficiencia alcanza niveles superlativos, incidiendo en los escolares con un déficit de atención que se refleja en la pobreza de los conocimientos adquiridos.

 

Se elude el debate en torno a este tema y otros, que también deberían estar en la palestra de las discusiones, tales como la calidad de los empleos, los servicios de salud, impartición de la justicia, etc. No, sólo se reclama la calidad educativa bajo el supuesto de que la educación garantiza la movilidad social.

 

Lo anterior viene a colación porque en la presente semana se publicó un informe de la Organización Mundial de la Salud, aseverando que nuestro país ocupa actualmente el segundo lugar en obesidad en hombres a nivel mundial y el primer lugar en mujeres. La OCDE, a su vez, asegura que México se ubica entre los primeros lugares en obesidad y sobre peso infantil, pues uno de cada cuatro niños se encuentra en esa condición. Sus causas: el consumo de los alimentos y bebidas “chatarra”, caracterizadas por una sobresaturación de grasas y azúcares.

 

Siete de cada diez personas están afectadas por efectos de una mala alimentación. La diabetes y las enfermedades cardiovasculares, hipertensión, alto colesterol, algunos tipos de cáncer y afecciones respiratorias se han constituido en causas de mortalidad de primer nivel y cuya atención recae fundamentalmente en el sector público.

 

En un estudio denominado “Comer hasta la muerte”, se registra que México ocupa el primer lugar en el consumo de refrescos con un promedio de 163 litros anuales por persona. Y esto se debe, en gran parte, a la renuncia tácita que ha hecho el estado de proporcionar agua potable suficiente a la población. Ejemplifica: Las escuelas ya carecen de bebederos.

 

Las escuelas son ínsulas de poder de las empresas fabricantes de alimentos y bebidas “chatarra”, tanto nacionales como trasnacionales. Empresas que llegan a comprar la exclusividad en cooperativas escolares, entregando a cambio cantidades de dinero para subsanar necesidades materiales de la propia institución, si es pública, o para efectos de lucro, si es privada.

 

No obstante que el 18 de agosto de 2008 entró en vigor –en nuestro estado- la ley que prohíbe la venta de comida “chatarra” en las escuelas de educación básica, previendo, incluso sanciones para los directores de las escuelas que permitan la venta de ese tipo de productos, ésta no se ha aplicado por presiones y cabildeos de dichas empresas fabricantes de ese tipo de comidas y bebidas.

 

Más aún. El 14 de mayo de 2010 se publicó en el Diario Oficial del Estado el “Reglamento para la promoción de cambio de cultura hacia estilos de vida saludables en las comunidades escolares y su entorno”, prohibiendo la venta de comida “chatarra” en las escuelas y lugares cercanos. Su aplicación ha sido nula.

 

La mano dura del gobierno se deja sentir sólo en las expresiones de resistencia y protesta social; no así con las empresas expendedoras de estos productos que lejos de proporcionar nutrición al consumidor, sólo le provoca sobrepeso y obesidad.

 

De manera que ya es tiempo de cuestionar la calidad en todos los aspectos de la vida ciudadana. Calidad en la democracia, calidad en los empleos, calidad salarial, calidad de los servicios públicos, calidad en la impartición de justicia… calidad, ese infierno al que temen los poderes político-económicos.

 

Por los desaparecidos de Michoacán: Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Los desaparecidos: Vivos se los llevaron, vivos los queremos




Francisco RIVAS LINARES

Es doloroso ver a madres angustiadas por la desaparición de sus hijos-hijas, en una huelga de hambre y en plantón indefinido fuera de las instituciones obligadas a impartir justicia; instituciones que deberían instrumentar  estrategias prontas y adecuadas  que lleguen a paliar el sufrimiento que arrastran desde meses, años atrás.

 

Es doloroso verlas en su gesto de impotencia, con lágrimas de frustración y coraje por la insensibilidad que demuestra una burocracia tortuosa e indolente. Es doloroso apreciar la escasa solidaridad de una nación dolida por la llaga de una guerra estúpida que arrastró decenas de miles de muertos y desaparecidos.

 

El diez de mayo anterior, las madres adheridas a una organización denominada Comité de Michoacanos Desaparecidos, A.C. salieron a manifestarse de manera pacífica por las calles de Morelia. Así se unificaron a otras marchas que se efectuaron en otras entidades de la república. Y me pregunto: ¿Cómo controlan sus emociones estas abnegadas familias, para salir con su dolor a cuestas a expresarse de manera pacífica? ¿Cómo controlan sus arrebatos, ellas, conscientes de la desaparición de sus seres entrañables?

 

“Nos han arrancado una parte de nuestro corazón, por eso no hay nada qué festejar” “Ya no festejamos el día de la madre porque estamos muertas en vida” Expresiones así deben calarnos a todos. Expresiones así deberían llenarnos de vergüenza y no sólo acompañarles, sino solidarizarnos.

 

Human Rights Watch, la organización mundial que se dedica a investigar, defender y promover los derechos humanos y cuya sede se encuentra en Nueva York, EE.UU., en su informe referido a México bajo el título “Los desaparecidos de México: El persistente costo de una crisis ignorada”, asevera que miembros de las fuerzas de seguridad de México han participado en numerosos casos de desaparición forzada y que prácticamente en ninguno de estos casos las víctimas fueron halladas ni se llevó a los responsables ante la justicia, lo cual ha exacerbado el sufrimiento de los familiares de los desaparecidos.

 

La misma organización reconoce que “el presidente Peña Nieto ha heredado una de las peores crisis en materia de desapariciones que se hayan producido en América Latina a lo largo de la historia; y que a pesar de que su administración ha anunciado medidas importantes para asistir a las víctimas, todavía debe tomar los pasos necesarios que los responsables  de estos horribles crímenes sean llevados ante la justicia”.

 

Por su parte, la Asociación Civil de Michoacanos Desaparecidos asevera que tiene registrados 159 casos que tienen esa condición y sin ninguno resuelto, pues no han aparecido con vida ni tampoco sus cuerpos.

 

Sí, se expresaron pacíficamente. Y no contestaron a quienes les llegaron a provocar con insultos estúpidos, reclamándoles que se pusieran a trabajar y no anduvieran de flojas.

 

Desde esta tribuna de expresión libre que nos ofrece Micrófono Abierto, convoco a todos sus participantes para que al final de su intervención hagan el exhorto a las autoridades para que actúen pronta y eficazmente. Que nuestro grito sea: Por lo michoacanos desaparecidos, Vivos se los llevaron, vivos los queremos.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cisma: La Reforma Educativa III



Francisco RIVAS LINARES


La educación es el tema que nos ha ocupado en las últimas columnas políticas. En la primera de ellas me referí a las etapa por las que ha transitado el servicio y que se identifican como periodo de institucionalización (1920-1940), periodo de crecimiento (1940-1980) e ingresar a los tiempos dominados por tecnócratas conocidos como Chicago Boys (chicos de Chicago), término con el que se denominaron a los economistas neoliberales cuyas políticas la sustentaron en la economía de mercado. Cité también los quince compromisos que el gobierno firmó con la OCDE al momento de ingresar a ese club de países ricos; compromisos para liberar capitales y servicios figurando, entre ellos, el de educación. A esta etapa se le conoció como la Modernización Educativa.

 

En la anterior columna política, se expuso lo que se debería entender por calidad. Dejé establecido que esta iba ligada a la o las cualidades que el producto o servicio debería tener para calificarla como de calidad. Las cualidades sirven para establecer modelos. Ya aplicada a la educación cité los dos modelos educativos que se ofrecen: el que busca capacitar a los educandos para investigar, analizar y cuestionar. Mientras que el otro modelo pretende formatear a los educandos para la obediencia, que acaten órdenes sin cuestionar y que acepten las estructuras existentes.

 

Ahora hablaré sobre la privatización del servicio educativo, meta ambicionada por los gobiernos tecnocráticos.

 

Dice un dicho: Si se ve como pato, si camina como pato y si grazna como pato, pues es pato. Así la educación. Si los políticos alientan, promueven y subsidian a la educación privada, más que al servicio público, la tendencia es, obviamente, privatizadora.

 

Me explico: Desde antes de 1987 los políticos del PRI y del PAN han estado presentando por separado iniciativas de ley para subsidiar fiscalmente a la educación privada. Este asunto lo concretó Felipe Calderón firmando un decreto el 13 de febrero de 2011, mediante el cual permite a las familias que tienen a sus hijos en escuelas privadas a deducir de su ingreso gravable el pago de las colegiaturas, beneficiando no sólo a los sectores de la población con mayores ingresos, sino a las empresas de educación privadas.

 

Trece mil millones de pesos fue la cantidad que el señor Calderón destinó para el subsidio. Trece mil millones de pesos que fueron desviados de programas sociales prioritarios. Trece mil millones de pesos que debieron beneficiar a las destartaladas escuelas públicas de las zonas rurales e indígenas, donde las condiciones de infraestructura son pésimas y que sin embargo se canalizaron a las escuelas particulares, esas mismas que hacen un negocio jugoso cobrando cuotas de inscripción, reinscripción, mensualidades elevadas, venta de uniformes, material escolar, libros y conexos.

 

El sector privado obviamente aplaudió sin rubor dicha acción presidencial, ese mismo sector que cuando se destinan subsidios para beneficiar a las clases marginadas, las critican calificándolas de “populistas”.

 

Ahora se ventila la idea de un bono educativo, el que se daría a los padres de familia que inscriban a sus hijos en escuelas privadas estimulando la demanda por este tipo de educación la cual no es por sí mejor que la pública. Ciertamente hay escuelas privadas excepcionales, pero en promedio las escuelas privadas no tienen mejores resultados que las escuelas públicas.

 

Lucrecia Santibáñez, investigadora en temas de educación y miembro de la Corporación Investigación y Desarrollo (RAND corporation) cuestionando esta política de subsidios a la educación privada, afirma: “Todos los mexicanos merecen una educación de calidad: desde la familia de clase media urbana hasta el indígena en la sierra de Oaxaca y el hijo de Carlos Slim. La cuestión no es quien la merece más, sino quien la necesita más. Es ahí donde debería estar la prioridad gubernamental.” Y no en los subsidios a particulares en beneficio de las empresas de educación privada.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Cisma: La reforma educativa (II)



Francisco RIVAS LINARES

Todas las acciones emprendidas por el gobierno, son justificadas con sofismas que, como tales, dejan la duda en sus gobernados. Cuando se trata de asuntos relativos a las cuestiones del trabajo, aseguran que serán en beneficio del ingreso y el seguro de retiro de los propios trabajadores. Si es relativo a la agricultura, nos dicen que estimularán el desarrollo agrícola y fortalecerán la soberanía alimentaria. Si de educación se trata, entonces nos engatusan con el garlito de mejorar la calidad del servicio, por tratarse del factor que habrá de contribuir a la movilidad social del ciudadano.

 

Lo cierto es que todo desemboca en lo opuesto. Los trabajadores ganan cada vez menos y viven una situación de esclavitud laboral. De la agricultura, ni se diga, pues desde que Carlos Salinas de Gortari modificó el artículo 27 constitucional para desaparecer el ejido y retirar los subsidios al campesino, éstos han entrado en caída libre hacia su empobrecimiento severo. Y de la educación nos vienen hablando de la calidad desde el gobierno de Miguel de la Madrid sin alcanzarla.

 

Pero hablemos sobre esa palabreja que nos embadurnan siempre que tienen la oportunidad de hablar los políticos: Ca-li-dad. ¿Qué se entiende por calidad?

 

La calidad es atribuida a los objetos y/o sujetos que tienen ciertas cualidades naturales o inherentes. Esto significa que la suma de las cualidades determina la calidad de algo o de alguien. ¿Y quién determina las cualidades? Aquí entramos ya a los valores convencionales, pues lo que para mí tiene calidad, para otros tal vez no. Por eso es necesario que tengamos un consenso sobre cuántas y cuáles cualidades tendremos que evaluar para definir un patrón o modelo.

 

Si la aplicamos a la educación, es decir, calidad educativa, ¿qué cualidades deberá tener ese servicio? ¿Cómo definir el patrón o modelo educativo? Al efecto, permítanme tomar las ideas del filósofo y lingüista Noam Chomsky, quien identifica dos modelos y que tal vez ustedes ya los conocen al menos por referencia. Enunciaré dos: El que establece que el objetivo más alto en la vida es investigar, crear, buscar la riqueza del pasado, tratar de interiorizar las partes que son significativas y que esté en permanente búsqueda para comprender su ámbito social a fin de modificarlo o transformarlo. Desde este punto de vista el propósito de la educación es enseñar a los alumnos cómo aprender por sí mismos, cómo usar ese conocimiento para lograr producir algo nuevo, alumnos que a través de la investigación encuentren alternativas para solucionar conflictos (Howard Gardner asevera que el arte de la inteligencia es saber resolver conflictos), alumnos capaces de analizar y reflexionar para cuestionar doctrinas y figuras de autoridad.

 

El otro patrón o modelo educativo es el del adoctrinamiento, un modelo que alberga la idea que desde la infancia los alumnos tienen que ser colocados dentro de un marco de referencia en el que acatarán órdenes, aceptarán estructuras existentes, sin cuestionar; es decir, un alumno obediente. Y aquí vendría otra pregunta: ¿cuántas veces tiene que obedecer un estudiante para calificarlo de obediente?

 

La escuela debería ser como el primer modelo o patrón ya señalado, si consideramos que la escuela tiene como propósito sustantivo que los alumnos desarrollen cuatro capacidades elementales: la del razonamiento, la de la confrontación, la comprensión lectora, y el uso del lenguaje para la expresión de sus ideas.

 

Sin embargo hay estructuras poderosas que prefieren el adoctrinamiento para obtener profesionistas y/o trabajadores formateados para que no cuestionen, para que cumplan las funciones que se les asignen de manera obediente, personas que no hagan muchas preguntas, que no traten de sacudir sistemas de poder y de autoridad. Tales son las aspiraciones de la triple alianza: tecnócratas, empresarios y políticos, así identificados por Luis Hernández Navarro en su libro “No habrá recreo”.

 

El Presidente de la República justificó la modificación de los artículos 3º y 73 constitucionales, con el siguiente argumento: “Para que los alumnos reciban una educación que cumpla con los fines y satisfaga lo principios establecidos en la norma constitucional, resulta imprescindible la calidad educativa”.  Sin embargo no precisó las cualidades que debería tener la susodicha calidad educativa.

 

Ahora usted, estimable lector, deberá definirse por alguna de las dos opciones: Si la escuela que proviene de la Ilustración o la que proviene del adoctrinamiento.