Francisco RIVAS LINARES
Todas las acciones emprendidas
por el gobierno, son justificadas con sofismas que, como tales, dejan la duda
en sus gobernados. Cuando se trata de asuntos relativos a las cuestiones del
trabajo, aseguran que serán en beneficio del ingreso y el seguro de retiro de
los propios trabajadores. Si es relativo a la agricultura, nos dicen que
estimularán el desarrollo agrícola y fortalecerán la soberanía alimentaria. Si de
educación se trata, entonces nos engatusan con el garlito de mejorar la calidad
del servicio, por tratarse del factor que habrá de contribuir a la movilidad
social del ciudadano.
Lo cierto es que todo desemboca
en lo opuesto. Los trabajadores ganan cada vez menos y viven una situación de
esclavitud laboral. De la agricultura, ni se diga, pues desde que Carlos
Salinas de Gortari modificó el artículo 27 constitucional para desaparecer el
ejido y retirar los subsidios al campesino, éstos han entrado en caída libre
hacia su empobrecimiento severo. Y de la educación nos vienen hablando de la calidad
desde el gobierno de Miguel de la Madrid sin alcanzarla.
Pero hablemos sobre esa
palabreja que nos embadurnan siempre que tienen la oportunidad de hablar los
políticos: Ca-li-dad. ¿Qué se entiende por calidad?
La calidad es atribuida a los objetos y/o sujetos que tienen ciertas cualidades naturales o inherentes. Esto
significa que la suma de las cualidades determina la calidad de algo o de
alguien. ¿Y quién determina las cualidades? Aquí entramos ya a los valores convencionales,
pues lo que para mí tiene calidad, para otros tal vez no. Por eso es necesario
que tengamos un consenso sobre cuántas y cuáles cualidades tendremos que
evaluar para definir un patrón o modelo.
Si la aplicamos a la educación,
es decir, calidad educativa, ¿qué
cualidades deberá tener ese servicio? ¿Cómo definir el patrón o modelo
educativo? Al efecto, permítanme tomar las ideas del filósofo y lingüista Noam
Chomsky, quien identifica dos modelos y que tal vez ustedes ya los conocen al
menos por referencia. Enunciaré dos: El que establece que el objetivo más alto
en la vida es investigar, crear, buscar la riqueza del pasado, tratar de
interiorizar las partes que son significativas y que esté en permanente búsqueda
para comprender su ámbito social a fin de modificarlo o transformarlo. Desde este
punto de vista el propósito de la educación es enseñar a los alumnos cómo
aprender por sí mismos, cómo usar ese conocimiento para lograr producir algo
nuevo, alumnos que a través de la investigación encuentren alternativas para
solucionar conflictos (Howard Gardner asevera que el arte de la inteligencia es
saber resolver conflictos), alumnos capaces de analizar y reflexionar para
cuestionar doctrinas y figuras de autoridad.
El otro patrón o modelo
educativo es el del adoctrinamiento, un modelo que alberga la idea que desde la
infancia los alumnos tienen que ser colocados dentro de un marco de referencia
en el que acatarán órdenes, aceptarán estructuras existentes, sin cuestionar;
es decir, un alumno obediente. Y aquí vendría otra pregunta: ¿cuántas veces
tiene que obedecer un estudiante para calificarlo de obediente?
La escuela debería ser como el
primer modelo o patrón ya señalado, si consideramos que la escuela tiene como
propósito sustantivo que los alumnos desarrollen cuatro capacidades
elementales: la del razonamiento, la de la confrontación, la comprensión
lectora, y el uso del lenguaje para la expresión de sus ideas.
Sin embargo hay estructuras
poderosas que prefieren el adoctrinamiento para obtener profesionistas y/o
trabajadores formateados para que no cuestionen, para que cumplan las funciones
que se les asignen de manera obediente, personas que no hagan muchas preguntas,
que no traten de sacudir sistemas de poder y de autoridad. Tales son las
aspiraciones de la triple alianza: tecnócratas, empresarios y políticos, así
identificados por Luis Hernández Navarro en su libro “No habrá recreo”.
El Presidente de la República justificó
la modificación de los artículos 3º y 73 constitucionales, con el siguiente
argumento: “Para que los alumnos reciban una educación que cumpla con los fines
y satisfaga lo principios establecidos en la norma constitucional, resulta
imprescindible la calidad educativa”.
Sin embargo no precisó las cualidades que debería tener la
susodicha calidad educativa.
Ahora usted, estimable lector,
deberá definirse por alguna de las dos opciones: Si la escuela que proviene de
la Ilustración o la que proviene del adoctrinamiento.
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