miércoles, 1 de mayo de 2013

Cisma: La reforma educativa (II)



Francisco RIVAS LINARES

Todas las acciones emprendidas por el gobierno, son justificadas con sofismas que, como tales, dejan la duda en sus gobernados. Cuando se trata de asuntos relativos a las cuestiones del trabajo, aseguran que serán en beneficio del ingreso y el seguro de retiro de los propios trabajadores. Si es relativo a la agricultura, nos dicen que estimularán el desarrollo agrícola y fortalecerán la soberanía alimentaria. Si de educación se trata, entonces nos engatusan con el garlito de mejorar la calidad del servicio, por tratarse del factor que habrá de contribuir a la movilidad social del ciudadano.

 

Lo cierto es que todo desemboca en lo opuesto. Los trabajadores ganan cada vez menos y viven una situación de esclavitud laboral. De la agricultura, ni se diga, pues desde que Carlos Salinas de Gortari modificó el artículo 27 constitucional para desaparecer el ejido y retirar los subsidios al campesino, éstos han entrado en caída libre hacia su empobrecimiento severo. Y de la educación nos vienen hablando de la calidad desde el gobierno de Miguel de la Madrid sin alcanzarla.

 

Pero hablemos sobre esa palabreja que nos embadurnan siempre que tienen la oportunidad de hablar los políticos: Ca-li-dad. ¿Qué se entiende por calidad?

 

La calidad es atribuida a los objetos y/o sujetos que tienen ciertas cualidades naturales o inherentes. Esto significa que la suma de las cualidades determina la calidad de algo o de alguien. ¿Y quién determina las cualidades? Aquí entramos ya a los valores convencionales, pues lo que para mí tiene calidad, para otros tal vez no. Por eso es necesario que tengamos un consenso sobre cuántas y cuáles cualidades tendremos que evaluar para definir un patrón o modelo.

 

Si la aplicamos a la educación, es decir, calidad educativa, ¿qué cualidades deberá tener ese servicio? ¿Cómo definir el patrón o modelo educativo? Al efecto, permítanme tomar las ideas del filósofo y lingüista Noam Chomsky, quien identifica dos modelos y que tal vez ustedes ya los conocen al menos por referencia. Enunciaré dos: El que establece que el objetivo más alto en la vida es investigar, crear, buscar la riqueza del pasado, tratar de interiorizar las partes que son significativas y que esté en permanente búsqueda para comprender su ámbito social a fin de modificarlo o transformarlo. Desde este punto de vista el propósito de la educación es enseñar a los alumnos cómo aprender por sí mismos, cómo usar ese conocimiento para lograr producir algo nuevo, alumnos que a través de la investigación encuentren alternativas para solucionar conflictos (Howard Gardner asevera que el arte de la inteligencia es saber resolver conflictos), alumnos capaces de analizar y reflexionar para cuestionar doctrinas y figuras de autoridad.

 

El otro patrón o modelo educativo es el del adoctrinamiento, un modelo que alberga la idea que desde la infancia los alumnos tienen que ser colocados dentro de un marco de referencia en el que acatarán órdenes, aceptarán estructuras existentes, sin cuestionar; es decir, un alumno obediente. Y aquí vendría otra pregunta: ¿cuántas veces tiene que obedecer un estudiante para calificarlo de obediente?

 

La escuela debería ser como el primer modelo o patrón ya señalado, si consideramos que la escuela tiene como propósito sustantivo que los alumnos desarrollen cuatro capacidades elementales: la del razonamiento, la de la confrontación, la comprensión lectora, y el uso del lenguaje para la expresión de sus ideas.

 

Sin embargo hay estructuras poderosas que prefieren el adoctrinamiento para obtener profesionistas y/o trabajadores formateados para que no cuestionen, para que cumplan las funciones que se les asignen de manera obediente, personas que no hagan muchas preguntas, que no traten de sacudir sistemas de poder y de autoridad. Tales son las aspiraciones de la triple alianza: tecnócratas, empresarios y políticos, así identificados por Luis Hernández Navarro en su libro “No habrá recreo”.

 

El Presidente de la República justificó la modificación de los artículos 3º y 73 constitucionales, con el siguiente argumento: “Para que los alumnos reciban una educación que cumpla con los fines y satisfaga lo principios establecidos en la norma constitucional, resulta imprescindible la calidad educativa”.  Sin embargo no precisó las cualidades que debería tener la susodicha calidad educativa.

 

Ahora usted, estimable lector, deberá definirse por alguna de las dos opciones: Si la escuela que proviene de la Ilustración o la que proviene del adoctrinamiento.

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