sábado, 22 de junio de 2013

Brasil-México: Antítesis de una expresión.





Francisco RIVAS LINARES


 
El hombre es el ser único con capacidad para hacer y escribir historia. Y la historia tiene un sentido. El sentido más profundo de la historia, nos dice el filósofo José Pablo Feinmann, es el de la rebelión del hombre contra el poder.
 
Brasil se está cimbrando con la organización espontánea del pueblo. Reclaman del poder el gasto excesivo que invierte en la organización del campeonato mundial de futbol 2014 y su evento preparatorio, la Copa de Confederaciones.
 
Decenas de miles de personas han ganado las calles para protestar contra el incremento en las tarifas del transporte público, las estructuras financieras y políticas, la corrupción y el despilfarro. Y lejos de censurar las protestas legítimas del pueblo, su presidenta, Dilma Rousseff, exclamó: “Las voces de las calles deben ser escuchadas”.
 
Luiz Inacio Lula da Silva, su antecesor, aseveró: “Que nadie en su sano juicio se oponga a las movilizaciones.” Y otro expresidente, Fernando Enrique Cardozo, señaló: “Los gobernantes deben entender el porqué de los acontecimientos.”
 
México es la antítesis de lo que ocurre actualmente en Brasil. Aquí las “voces de la calle” no son escuchadas. Aquí se censuran las movilizaciones invocando la “buena imagen” de la ciudad. Aquí se desgarran las vestiduras por los contenidos de las demandas. Aquí se cuantifican las pérdidas monetarias que ocasionan los rebeldes al poder. Aquí las protestas se ven como un problema económico, no como un problema social. Aquí, nuestros gobernantes no entienden el porqué de los acontecimientos.
 
Ya en colaboraciones pasadas me he referido a las dos opciones que tenemos para juzgar los sucesos y acontecimientos. Recordemos… Si un suceso lo juzgo a partir de lo que perciben mis sentidos, estaré expresando una opinión. Pero si lo que percibo lo juzgo después de hacer uso de mi capacidad de raciocinio, identificando las causas que provocan las expresiones de inconformidad, los factores y agentes que influyen en su manifestación, entonces ya no expresaré una opinión, sino un juicio.
 
La sociedad se rebela contra los hombres del poder (económico o político), cuando éstos se deshumanizan y ocasionan dolor y sufrimiento. Es entonces cuando la sociedad se estimula y rompe los diques de control emprendiendo acciones que le permitan transformar su entorno.
Freire, autor de la Pedagogía del Oprimido, nos dice que para poder explicar y mejorar nuestra realidad, tenemos que adentrarnos primero en ella. Tomar conciencia, es decir, darnos cuenta de esa realidad. Y a partir de ella, trascender.
 
Los hombres del poder temen que la sociedad se organice. Los hombres del poder suelen demandar al pueblo que utilice los cauces institucionales para plantear sus demandas, a sabiendas de que los ritmos de la burocracia son impuestos por ellos, haciéndola dilatada, lerda y tortuosa.
 
Cualquier planteamiento de justicia que el pobrerío les demande, lo sofocan con sus ritmos y enredos; y cuando el pobrerío reacciona, lo etiquetan para desprestigiarlo, les aplican la ley de Herodes, les engendran el miedo con torturas y desapariciones, abortando –a la mala- su rebeldía. Para ello tienen a su servicio a los medios de difusión masiva. Y tienen a su servicio voces mercenarias que repiten y repiten adjetivos para inhabilitar liderazgos y cancelarles su derecho a soñar. Por eso la expresión popular que surgió en el movimiento de los Indignados y que suena amenazante: Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir.
 
Las dolencias sociales cimbran las estructuras del poder montado en el trípode autoritarismo, impunidad y fraude. Más, a pesar de todo, es el pueblo y sólo el pueblo  el que cambiará el rumbo de la historia.
 
POR LOS DESAPARECIDOS DE MICHOACÁN: ¡VIVOS DE LOS LLEVARON! ¡VIVOS LOS QUEREMOS!
 
 
 

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