miércoles, 23 de julio de 2014

Desaparición forzada, el flegelo de México




Francisco RIVAS LINARES


Cuando una persona es detenida por agentes que actúan en nombre del Estado y éste lo niega ante los familiares o instituciones defensoras de los derechos humanos, ocultándola a propósito para negarle la protección de la ley, estamos frente a un delito conocido como desaparición forzada.

 

Esta práctica cobró notabilidad durante la segunda guerra mundial, al adoptarla los nazis en los territorios ocupados en Europa, para infundir temor a quienes ofrecieran resistencia a la permanencia y avance de sus tropas

 

Los desaparecidos por el Estado nunca llegan a recobrar su libertad. Y es más, ni siquiera se llega a conocer cuál habrá sido su destino, salvo quienes ejecutaron el “levantón” pero que al amparo de la impunidad que el propio Estado les obsequia, se niegan sistemáticamente a dar información al respecto.

 

Las víctimas de la desaparición forzada quedan a merced de sus captores. Padecen torturas físicas y psicológicas sumamente brutales que en ocasiones les provoca la muerte. De ser así, se inhuma el cadáver de manera clandestina y nunca más se vuelve a saber de ellas.

 

En 1969 se registró en los anales delictivos el primer desaparecido por las fuerzas del Estado Mexicano. Su víctima, un maestro de escuela que pugnaba por la justicia en favor de los pobres, de los desposeídos. Su nombre: Epifanio Avilés Rojas, miembro de la Asociación Cívica Revolucionaria. Él fue detenido por elementos del Ejército Mexicano el 19 de mayo del año referido en Coyuca de Catalán, Guerrero,  iniciándose, de hecho, con esta práctica de lesa humanidad.  Gustavo Díaz Ordaz era el presidente de la república y por eso se le atribuye la instauración de dicha estrategia.

 

Luego viene la época denominada Guerra Sucia, periodo que abarca de 1970 a 1980 y en el cual se registraron mil 200 casos de personas desaparecidas. El Estado utilizó esta práctica  para reprimir movimientos opositores. Así, de 1970 a 1980, los desaparecidos sumaron 1,200 personas.

 

En estos tiempos actuales, las cifras resultan espeluznantes: 13mil 195 durante el sexenio de Felipe Calderón y 7mil 615 de la actual administración. Del total, 20 mil 810 personas desaparecidas, en cuyas dos terceras partes podrían tener participación agentes del Estado, esto es policías municipales, estatales o federales, o miembros del ejército.

 

La organización internacional independiente Human Rights Watch que se dedica a la investigación, defensa y promoción de los derechos humanos, ha llegado a la conclusión de que en la presente administración se registra un promedio de 17 desapariciones por día y que de mantenerse este índice, llegaría a superar el número de casos que el de Felipe Calderón Hinojosa.

 

La estrategia que se aplica se va consolidando en su fracaso. A las declaraciones optimistas de los gobiernos federal y estatal, se opone la realidad que viene sembrando dolor y luto en miles de hogares.

 

En diciembre de 2006 la ONU adoptó la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas y México lo suscribió el 6 de febrero de 2007. No obstante, su opacidad para reconocer la gravedad de este problema, denota negligencia rutinaria denota que este delito es tolerado e incluso fomentado por algunos poderes públicos y privados.

 

A manera de introducción, citaré al periodista y fotógrafo Fernando de Alarcón: “En muchos aspectos, vivimos en la era de la derrota del pensamiento y eso hace necesario su rescate y fomento, no a través de la arenga ni del discurso colectivo, sino por medio de la reflexión individual y la creación de resonancias esenciales en la verdad humana que nos distingue y justifica.”

 

Como se aprecia, Fernando de Alarcón demanda la necesidad de rescatar nuestra facultad de pensamiento, el cual se encuentra enajenado por distractores  irrelevantes creados a propósito por el sistema del poder. Reflexionar sobre nuestro entorno, el contexto en que estamos inmersos, siempre analizados bajo los factores causales.

 

Expresado lo anterior, esta es mi propuesta para la reflexión:

 

Nuestro país se convulsiona en un contexto demasiado complejo. Abundancia de temas que nos obligan a prestarles atención pero que por su vastedad corremos el riesgo de extraviarnos entre exposiciones confusas y diametralmente opuestas. Todas propiciadas por las clases dominantes y los monopolios de la información: Televisa y TVAzteca.

 

Los mecanismos de control aplicados por las élites de los poderes políticos y económicos, tales como los distractores para desviar nuestra atención de las reformas que ellos van decidiendo, como la energética, la laboral, la pensionaria, la educativa, las telecomunicaciones, en fin, enrarecen los ámbitos de la justicia social; y esta desigualdad va rompiendo los equilibrios en la medida que la corrupción, rasgo esencial de nuestro sistema, se ensaña con los más desprotegidos.

 

Confunde ser testigos del encarcelamiento y/o desaparición de luchadores sociales, en tanto que personajes de la mafia delinquen en libertad arropados por el sistema. Confunde la demagogia con que se expresan quienes ostentan el poder, pretendiendo convertir su verdad en una verdad absoluta que nadie debe cuestionar.

 

Confunde la indecencia con que manipulan los recursos del erario público, a fin de adjudicarse salarios y prestaciones de elevado monto. Confunde la siembra de evidencias y fabricación de delitos para callar las voces incómodas al sistema. Confunde su complicidad criminal cuyo código guerrero es exhibir como trofeo de guerra al contrario.

 

Parodiando a Sartre, la violencia gira en redondo. Un día hace explosión en Uruapan, al día siguiente en Lázaro Cárdenas, después en Morelia, Zitácuaro, La Piedad, Zamora… los vientos sembrados levantando tempestades y el Estado devorado por su propia incapacidad.

 

No nos apropiemos de sus mentiras, no apostemos a los milagros. Rompamos nuestros miedos y venzamos al silencio. Rompamos con esta estructura autoritaria. Atrevámonos a pensar, porque si no pensamos, si no reflexionamos, no salvaremos nuestra vida.

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