Cesare Beccaria
Francisco
RIVAS LINARES
Al encender el televisor, en un
noticiero de difusión nacional escuché de su conductor un comentario sobre los
acontecimientos violentos que estamos padeciendo en nuestro estado. Lo citaré
de memoria procurando rescatar lo sustantivo del mismo.
No obstante la violencia en la
que se encuentran inmersos los michoacanos, decía el comentarista, se empeñan
en afirmar que en el estado se respira tranquilidad y que sólo en puntos
geográficos específicos se libra el combate extremo a la delincuencia, dando
por resultado los muertos y heridos que la prensa magnifica. Si la realidad nos
dice lo contrario, entonces podemos afirmar preguntando ¿será que los michoacanos
ya se acostumbraron a cohabitar con un poder paralelo que es el que impone la
delincuencia? Y dejando abierta la pregunta, dio paso a otro género de noticia.
Sin lugar a dudas el desvarío
del comentarista de marras denota su ignorancia supina sobre lo que supone –y
supone mal- el “cohabitar” de los ciudadanos delincuentes con los ciudadanos no
delincuentes. Ignora también lo que se conoce como el Síndrome de Beccaria. Me
explico para darme a entender:
Cesare Beccaria fue un filósofo
jurista italiano del siglo XVIII. En esa época los procesos penales en Europa
se hacían mediante denuncias secretas haciendo que la aplicación del derecho
fuera sumamente irracional, lo que se traducía en castigos de extrema crueldad.
Beccaria publicó un breve
escrito titulado “De los delitos y las penas”, en el que se pronunciaba por la
igualdad de nobles y plebeyos ante la ley, la abolición de la pena de muerte y
la aplicación proporcional del castigo de conformidad al daño social ocasionado
por el delito cometido, cuyas penas
deberán ajustarse al principio de legalidad. Las leyes dejaron de ser injustas
y perjudiciales.
Pues bien. En la República
Dominicana un grupo de abogados que se
calificaron como los continuadores de Beccaria, fueron más allá de los
pronunciamientos originales; y enarbolando la bandera de un falso humanismo,
llegaron a proponer un Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica a partir
del considerando la libertad como un bien absoluto. La dignificación de la
ejecución penal deberá encontrarse en la posibilidad de hacer cohabitar a la
ciudadanía no delincuente con la ciudadanía delincuente, ras con ras.
Sustentar que la privación de
la libertad debe ser excepcional, dejaría en estado de indefensión a los
ciudadanos que se apegan a los valores de la sociedad, frente a los ciudadanos
que optaron por violentarlos. Mantener en libertad a los delincuentes como
correctivo disuasorio, para que cohabiten con el resto de la sociedad, nos obligaría
a soportar los ataques de la delincuencia; y esto, en lenguaje claro sería una
aberración, una aberración que ya se conoce como el Síndrome de Beccaria.
Quien prendió la pregunta
afirmativa “¿será que los michoacanos ya se acostumbraron a cohabitar con la
delincuencia?" nos ubica en el plano de la jungla, donde la ley de la selva
impera y con ella la sociedad michoacana estaría enferma del Síndrome de
Beccaria.
Es una pena que comunicadores
con alcance nacional y aún allende las fronteras, sean tan ligeros de cascos
para construir y emitir opiniones, y que aprovechando la amplitud de la
cobertura del medio, genere ideas equivocadas en torno a nuestra dignidad de
michoacanos.
POR LOS DESAPARECIDOS DE
MICHOACÁN: ¡VIVOS SE LOS LLEVARON! ¡VIVOS LOS QUEREMOS!
No hay comentarios:
Publicar un comentario