jueves, 8 de agosto de 2013

Michoacán y el síndrome de Beccaria


Cesare Beccaria
 



Francisco RIVAS LINARES

 

Al encender el televisor, en un noticiero de difusión nacional escuché de su conductor un comentario sobre los acontecimientos violentos que estamos padeciendo en nuestro estado. Lo citaré de memoria procurando rescatar lo sustantivo del mismo.

 

No obstante la violencia en la que se encuentran inmersos los michoacanos, decía el comentarista, se empeñan en afirmar que en el estado se respira tranquilidad y que sólo en puntos geográficos específicos se libra el combate extremo a la delincuencia, dando por resultado los muertos y heridos que la prensa magnifica. Si la realidad nos dice lo contrario, entonces podemos afirmar preguntando ¿será que los michoacanos ya se acostumbraron a cohabitar con un poder paralelo que es el que impone la delincuencia? Y dejando abierta la pregunta, dio paso a otro género de noticia.

 

Sin lugar a dudas el desvarío del comentarista de marras denota su ignorancia supina sobre lo que supone –y supone mal- el “cohabitar” de los ciudadanos delincuentes con los ciudadanos no delincuentes. Ignora también lo que se conoce como el Síndrome de Beccaria. Me explico para darme a entender:

 

Cesare Beccaria fue un filósofo jurista italiano del siglo XVIII. En esa época los procesos penales en Europa se hacían mediante denuncias secretas haciendo que la aplicación del derecho fuera sumamente irracional, lo que se traducía en castigos de extrema crueldad.

 

Beccaria publicó un breve escrito titulado “De los delitos y las penas”, en el que se pronunciaba por la igualdad de nobles y plebeyos ante la ley, la abolición de la pena de muerte y la aplicación proporcional del castigo de conformidad al daño social ocasionado por el delito cometido,  cuyas penas deberán ajustarse al principio de legalidad. Las leyes dejaron de ser injustas y perjudiciales.

 

Pues bien. En la República Dominicana un grupo de abogados  que se calificaron como los continuadores de Beccaria, fueron más allá de los pronunciamientos originales; y enarbolando la bandera de un falso humanismo, llegaron a proponer un Código Procesal Penal Tipo para Iberoamérica a partir del considerando la libertad como un bien absoluto. La dignificación de la ejecución penal deberá encontrarse en la posibilidad de hacer cohabitar a la ciudadanía no delincuente con la ciudadanía delincuente, ras con ras.

 

Sustentar que la privación de la libertad debe ser excepcional, dejaría en estado de indefensión a los ciudadanos que se apegan a los valores de la sociedad, frente a los ciudadanos que optaron por violentarlos. Mantener en libertad a los delincuentes como correctivo disuasorio, para que cohabiten con el resto de la sociedad, nos obligaría a soportar los ataques de la delincuencia; y esto, en lenguaje claro sería una aberración, una aberración que ya se conoce como el Síndrome de Beccaria.

 

Quien prendió la pregunta afirmativa “¿será que los michoacanos ya se acostumbraron a cohabitar con la delincuencia?" nos ubica en el plano de la jungla, donde la ley de la selva impera y con ella la sociedad michoacana estaría enferma del Síndrome de Beccaria.

 

Es una pena que comunicadores con alcance nacional y aún allende las fronteras, sean tan ligeros de cascos para construir y emitir opiniones, y que aprovechando la amplitud de la cobertura del medio, genere ideas equivocadas en torno a nuestra dignidad de michoacanos.

 

POR LOS DESAPARECIDOS DE MICHOACÁN: ¡VIVOS SE LOS LLEVARON! ¡VIVOS LOS QUEREMOS!

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