lunes, 8 de agosto de 2011

México: un gobierno de locos y camanduleros





Francisco RIVAS LINARES


“Pobre México, tan lejos de Dios,
tan cerca de los Estado Unidos”
Porfirio Díaz



Cuando la demencia se instala en el poder, sólo podemos esperar acciones demenciales. Esa es nuestra pena, la de todos los mexicanos: tener un gobierno de orates que sólo pugnan por afianzar sus espacios tiránicos, entre pilas de cadáveres, fosas clandestinas, desmembrados, degollados y mutilados por todo el territorio nacional.

La plutocracia fortalecida se ha cebado en la pobreza de millones de obreros, campesinos, indígenas y trabajadores. Ya instalados en la soberbia de sus riquezas, los consorcios vigilan desde las atalayas sembradas estratégicamente para vigilar la sumisión de los rebaños.

De este modo, entre locos y plutócratas transcurre el devenir de la patria. Un devenir que se sustenta en el gatopardismo del cambiar todo para que nada cambie. Por eso los políticos cambian de chaqueta según otean los vientos del poder. Quienes hoy se declaran izquierdistas, mañana lo serán de la derecha; más luego, abrumados por su propio espanto declarativo, optan por la ambigüedad y se declaran centristas.

Su perfil ideológico se define por las circunstancias, siempre a la cargada para honrar la expresión célebre del viejo cacique sindical del siglo pasado, Fidel Velázquez, que decía: Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

El congreso de los dormidos que se adjetiva como honorable, legisla a punta de levantamanos. Ocupan las curules y los escaños para consumir existencias innobles, en tanto que el gringofílico del ejecutivo abre las puertas de la frontera para obsequiar nuestra soberanía a los marines industriosos.

Felipe Calderón, el presidente de los 50 mil muertos (hasta ahora), no ha podido superar el déficit de legitimidad con que llegó a la Silla. En diciembre de 2006, a escasos días de usurpar el poder, a tontas-locas declaró una guerra (su guerra) a los cárteles de las drogas. Sacó al ejército de los cuarteles para ponerlos en funciones de policías y dio por inaugurado el gran panteón nacional.

Apostando a la violencia por la violencia, desestimó los compromisos sociales que tiene todo gobierno demócrata: la educación, el empleo, la salud, la seguridad social en fin. Y militarizó el país, en tanto la delincuencia organizada proliferaba como cabeza de hidra.

En su impotencia invocó a Washington. Pidió presupuestos para el Plan Mérida. Llegó el festín de las siglas: FBI, DEA, CIA y ATF. Y en un noticiero de la cadena CBS, paisajeando la alta tecnología del Centro de Mando Nacional de la Policía Federal y aludiendo a la serie dramática de espionaje 24 de la cadena Fox, declaró ufano: Yo quería todos los juguetes necesarios para ser superiores a los criminales.

Y sí, le han dado dinero y juguetes para su guerra, dejándole al pueblo como cuota los “daños colaterales”. Huérfanos y viudas transitan como zombies con sus plañidos demandantes de justicia.

Ahora se sabe de la presencia de militares estadounidenses en activo y una base militar instalada en el norte del territorio nacional. Las locuras navegan entre mentiras deliberadas. Las locuras se instalan entre los Power Ranger.

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