domingo, 14 de junio de 2009

Un grito de impotencia: ¡SON UNA BOLA DE CABRONES!


Hermosillo, Son., 13 de junio. Pues que le pese al señor arzobispo emérito, pero el dolor es odio. Cuarenta y seis banderas blancas, una por cada víctima del incendio en la guardería subrogada ABC, se plantan frente al portón cerrado del Palacio de Gobierno. “¡Aquí están, vean a los que acabaron!”, gritan padres y madres, tías y hermanitos que alzan las fotos de sus niños muertos. Y entonces se hace la gritería, un coro desordenado de voces que se amotinan, se apretujan y calan hondo, como el dolor. “¡Gobierno culero!” “¡Mentirosos!” “¡Desgraciados!” “¡Vamos a traer antorchas en lugar de banderas!”
Proscritos de la marcha donde familiares de los niños muertos y ciudadanos en general exigen justicia, algunos políticos sonorenses hacen presencia mediante el reparto discreto de un volante, que un par de días antes publicaron como desplegado en los diarios locales. Se tituló: “No permitamos que el dolor se convierta en odio”, y la primera firma era del arzobispo emérito Carlos Quintero Arce.
Dirigentes de organizaciones agropecuarias y sindicales acompañaron al arzobispo en ese peculiar desplegado, algunas de cuyas líneas podrían ser suscritas por organizaciones no gubernamentales adversas a las políticas sanitarias del calderonismo. Véase el párrafo siguiente:
“Todos coincidimos en que la tragedia no se debe volver a repetir. Para evitarlo se exige corregir los males estructurales que nos han llevado a admitir un sistema económico basado en el costo-beneficio, mismo que rige el diseño de las políticas de subrogación del IMSS en la operación de guarderías”.
El mismo día de la publicación, el gobernador Eduardo Bours aludía en un discurso a la desgracia de los servicios subrogados, en ese juego de papa caliente que practica con la Federación.
El documento, firmado por el jerarca católico y organizaciones filopriístas, nada dice de presuntas responsabilidades de los gobiernos estatal o municipal, y sí en cambio subraya que desde 2000, cuando el PAN llegó al gobierno federal, se duplicó el número de guarderías subrogadas y se redujo el costo por niño en 65 por ciento.
La tragedia, sigue el texto, debe servir para corregir fallas, lo cual “nos permitirá convertir el dolor en esperanza y aislar a los que quieren traducirlo en odio”.
Y aquí están los aislados, miles de ciudadanos que marchan de blanco y sin mayores armas de análisis que el rencor de clase y su impotencia que reparte culpas por igual en los tres niveles de gobierno: “Que quede bien claro. Los funcionarios federales, estatales y municipales que solaparon irregularidades en la guardería no son mis hijos. Atentamente: La Chingada”.
También tienen lo suyo, claro, para Felipe Calderón: “Haiga sido como haiga sido, mataron a nuestros hijos”. Aunque son más directos e insistentes con el gobernador: “¡Que renuncie!”
Bours y el “siguiente nivel”
La madre de Santiago de Jesús Zavala Lemas, de dos años de edad, no puede aún sacar a la calle su dolor ni su odio. Está aquí su tía, con la foto del pequeño y una historia atragantada de lágrimas: “Mi cuñado entró a buscarlo en los escombros. Lo buscamos en cinco hospitales, dos veces en cada uno, y en la funeraria. Lo fuimos a hallar a las tres de la mañana en el forense”. ¿Culpas? “Todos, todos son responsables”.
Entre esos “todos” se cuentan los políticos en campaña, impedidos de hacer proselitismo al menos en la capital del estado, donde residen 37 por ciento de los electores. Ninguno se atreve a hacer campaña en esta ciudad. “Ni la harán, aquí las campañas se acabaron el día del incendio”, afirma un analista local.
Quedan, sin embargo, miles de pendones y anuncios espectaculares como testimonio de una contienda cantada en favor del PRI, según las encuestas.
Ahí está el candidato que se presenta como “100% vaquero”, Alfonso Elías, cuya principal oferta es honrar el legado del actual gobernador. Su lema de campaña es una sustanciosa frase metida en una flecha que apunta arriba a la derecha: “Sonora al siguiente nivel”.
Los marchistas aislados no la dejan escapar y preguntan en una manta: “Bours, ¿este es el siguiente nivel?”
“Gobernar es jugar Monopoly entre primos”
Frente a los boquetes que hicieron ciudadanos heroicos –con una camioneta y las herramientas que hallaron–, frente a las bodegas humeadas, frente al galerón que hacía las veces de guardería, sólo quedan vallas metálicas, cinta amarilla de la policía y un triste árbol rodeado de veladoras. Los arreglos florales que vecinos y dolientes dejaron aquí se han marchitado, y en el tronco medio seco lo más vivo es un pedazo de papel, la foto de una de las pequeñas muertas.
El policía de guardia accede sin problemas a retirar la foto para mirar el reverso y descubrir que esa sonrisa era de Malenita Millán García.
A unos pasos están las dos bodegas. La mitad de una, y eso es lo único que indica que funcionaba como guardería, está pintada de varios colores. El techo de dos aguas es de lámina. Durante ocho años funcionó con unos pegotes espantosos construidos sobre la banqueta, para sostener los tinacos, los equipos de aire acondicionado y el tanque de gas. Quizá ese detalle esté entre las irregularidades graves que la Procuraduría General de la República tardó una semana en señalar.
En los blogs que han creado los hermosillenses indignados, en los comentarios al pie de las notas de los diarios locales, los marchistas han ido aprendiendo los datos que repiten en las calles, una vez que los 40 grados centígrados del día han dado paso a una noche menos ardiente. Que Marcia Gómez del Campo Tonella, una de las dueñas de la guardería, es pariente del industrial Félix Tonella, además de guardar parentesco con Margarita Zavala Gómez del Campo, esposa del Presidente, y además sobrina del hermosillense Roberto Gómez del Campo Laborín, quien también es tío de Lourdes Laborín, esposa del gobernador de Sonora. Que otra de las propietarias de la guardería, Sandra Téllez, es esposa del renunciante subsecretario de Ganadería estatal, Alfonso Escalante, además de sobrina de Bours. Y así por el estilo. Los marchistas sacan sus conclusiones y las ponen en un cartel: “Gobernar es Monopoly jugado entre primos”.
Las más recientes declaraciones del representante de los dueños de la ABC y otras guarderías no ha hecho sino encabritar más a los deudos: “Se hacían ricos con las vidas de nuestros hijos y ahora se presentan como víctimas. ¡Son una bola de cabrones!”, grita una de las familiares en el mitin.
La indemnización, “casi una mentada”
Pese a las múltiples ofertas federales y estatales de apoyo a las familias (por ejemplo, los 155 mil pesos por niño muerto y 234 mil por herido anunciados por el director del IMSS, Daniel Karam), parece que no hay dinero que alcance. El gobierno del estado, por conducto del DIF, ha abierto cuentas bancarias a nombre de los menores heridos y esos recursos irán directamente a los padres, dice. “Eso está muy mal, los gobiernos deberían hacerse cargo de todo”, dice María Oviedo, quien sin embargo no guarda muchas esperanzas: “Hasta vino el Presidente. ¿Y qué? Seguimos igual”.
Catalina Soto, de una comisión de derechos humanos, lee testimonios de los padres y un manifiesto que condensa las demandas de los marchistas: de la atención para los lesionados en un hospital californiano al fin de la subrogación del servicio de guarderías. La oyen a medias, porque en cuanto se extiende le comienzan a lanzar improperios. Les suena “a política”.
Abraham Fraijo tarda en que le hagan caso. Sólo cuando suben las bocinas y se alcanza a oír que es padre de una de las niñas fallecidas le brindan aplausos: “Se burlan de nosotros, nos visitan para ofrecernos 150 mil pesos; es casi una mentada”, dice.
Abraham muestra la foto de su hijita y rompe a llorar: “era mi changa apestosa, y nunca me va a volver a abrazar, nunca me va a volver a besar. Exijo que se hagan responsables de lo que hicieron”.
Finalmente, luego de los chingados y los sombrerazos, se impone un grito único: “¡Justicia! ¡Justicia!”.
“Tenemos odio hacia los culpables”, dice todavía una manta por ahí. Pero quizás el camino para que el dolor no se convierta en odio, como quiere el arzobispo, es que se convierta en justicia.

14 jun. 09 La Jornada

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