lunes, 22 de junio de 2009

La sordidez de la jodienda


En estos tiempos de miseria democrática, la demanda de justicia social es el grito sostenido de las víctimas de la desigualdad. Un grito desgarrador. Grito de reclamo, de impotencia y odio.
El cinismo y la indiferencia de quienes afirman gobernar para el pueblo, nos ha generado una relación traumática hundiéndonos -día a día- en la vorágine de la pobreza, fracturando el equilibrio social y exponiéndonos a una lucha fratricida con las consecuencias funestas que conllevan el dolor y la muerte.
Citemos algunos datos para confirmar la injusticia en la que nos debatimos.
El trabajo es la expresión suprema de nuestra dignificación. Desempeñarnos en actividades ocupacionales que nos otorguen los recursos suficientes para satisfacer decorosamente nuestras necesidades primarias, constituye una demanda ancestral y un recurso manipulador de los candidatos en tiempos electorales.
Más esto no constituye novedad alguna. Menos aún el que logrados sus propósitos de ocupar solios, escaños o curules olvidan los compromisos y las promesas, actuando preferentemente conforme al interés personal o de facción.
Recién se publicaron los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Ahí se registra que 8 millones 300 mil personas que trabajan en restaurantes, hoteles, transportes, servicios financieros y profesionales como los vendedores de seguros, y hasta en instituciones de gobierno “…no perciben un salario, sino que perciben otras formas de pago como propinas o comisiones”.
Lo anterior significa que tanto el gobierno como la iniciativa privada tomaron la decisión de endosarnos a todos nosotros, el pago y/o manutención de este número importante de trabajadores y sus familias.
A lo anterior debemos agregar que 15 millones 300 mil trabajadores reciben entre uno y dos salarios mínimos, equivalentes a 54 pesos con 80 centavos y 109 pesos con 60 centavos diarios, lo que resulta insuficiente para el sostenimiento de una familia.
Además, el 63% de todos los trabajadores de la república no cuentan con acceso a las instituciones de salud y carecen de contrato laboral. De manera que frente a una enfermedad grave su opción única es… ¡el deceso voluntario!
Por cuanto al desempleo, Felipe Calderón recibió una tasa de desempleo equivalente a un millón 593 mil personas. Hasta abril del presente año, la tasa subió a dos millones 373 mil personas desocupadas.
En el lado opuesto de esta realidad precaria se encuentra la otra realidad: la de los privilegios que el gobierno concede al gran capital y de lo que hablaremos en la próxima colaboración.
Mientras tanto, ratifico mi decisión de asistir el próximo 5 de julio a nulificar la boleta electoral. Así no daré oportunidad de manipularla a contentillo por los partidos y de expresarles mi desprecio a esta caterva de políticos que se han graduado como maestros del engaño y la indecencia.

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