miércoles, 10 de junio de 2009

Tache a todos: Anulación del voto



Por primera vez, en muchos años, la sociedad ha decidido entrar en conflicto abierto con el sistema de partidos dominante de los procesos electorales. En el hartazgo de la corrupción y las conductas antidemocráticas en que han devenido, muchos ciudadanos hemos decidido enfrentarlos con una actitud de repudio expreso, anulando con una leyenda la boleta del sufragio el próximo 5 de julio.

Nos resulta grotesco seguir inmersos en la dejadez. Es una necesidad de primer orden escupir a la cara de esta élite política, la náusea que nos ha engendrado su ambición personal o de grupo.

La anulación del voto habremos de convertirla en un rechazo a la impunidad de quienes ostentan el poder político y económico, a la transgresión de las leyes en su beneficio y al manejo patrimonialista que le han dado al país.

Hemos sido humillados recurrentemente por esta caterva de déspotas y maliciosos, quienes instalados en la mentira, nos han construido un México de marginación y pobreza.

Tenemos que ser congruentes al proceso vital que sólo ofrecen los cambios que rectifiquen las rutas. Debemos levantar nuestra firmeza en la mitad de esta “nada” que nos van legando, sexenio tras sexenio, los gobernantes.

La sequía intelectual que padecen los apoltronados en el poder etiquetado con la marca “haiga sido como haiga sido”, la cual fue registrada por el señor Calderón, no les permite ver ni escuchar. Sin embargo, se refugian en su delirio y censuran con aguda intolerancia la revuelta del voto blanco.

Los adjetivos se han convertido en obuses para generarnos miedos. Y como en la frase clásica, golpean con furia al que se mueve, al que no se mueve y al que se hace disimulado.

Así, a quienes nos hemos atrevido a expresar la intención de ejercer nuestro derecho por anular el voto, nos califican de antidemocráticos, ultraderechistas, suicidas políticos, yunquistas, demagogos peligrosos, autoritarios, cobardes, fascistas, extremistas, irredentos, amargados, comodinos, mafiosos y otras linduras más.

Lejos de comprender las razones de la anulación, se encierran en su burbuja demencial y siguen insistiendo en que debemos elegir una opción del menú que nos ofrecen, después de haber sido las cúpulas partidarias quienes decidieron las candidaturas.

Se nos ha querido convencer de que el voto en blanco no tendría ninguna consecuencia jurídica o política, lo que sería discutible. Pero es innegable que se ha constituido en nuestro recurso para expresar nuestro hartazgo. Si esta modalidad expresiva no llegara a fracturar las personalidades cínicas de los políticos, confirmaríamos que todos ellos están dominados por la prevalencia de un simplismo intelectual asaz estrecho.

NOSOTROS SOMOS LA TEMPESTAD DE LOS VIENTOS QUE ELLOS HAN SEMBRADO.

VAMOS A DARLES VOTOS NULOS A NUESTROS POLÍTICOS NULOS.

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