“Me siento más cómodo con
los vulnerables, porque a
diferencia de los poderosos
viven la realidad y mueven
al mundo”
Günter Wallraff.
Periodista de investigación encubierta
Habita en las pampas un pájaro parecido al gorrión doméstico que se le conoce con el nombre de Chingolo. De él se han escrito muchas historias que no vendrían al caso referirlas, pues no es tal el propósito del presente escrito.
Sin embargo conviene citar una anécdota parlamentaria en la que salió a relucir una de las características del pájaro mencionado. Ubiquémonos, por lo tanto, en la sesión de la Cámara de Diputados del 21 de agosto de 1979, en la que el periodista y escritor Roberto Blanco Moheno estuvo recibiendo una retahíla de insultos y descalificaciones.
El hombre subió a la tribuna con parsimonia y ecuanimidad para dar respuesta a quienes lo agredían verbalmente, diciéndoles: “Les confieso que he estado muy nervioso pero no por miedo, pues nadie sensatamente puede tenerles miedo a ustedes “señoritos”, cuando son como el pájaro de las pampas que se llama chingolo, que canta en algún lugar pero que tiene los huevos en otros continente”.
Cuando leemos la sarta de adjetivos con que los mercenarios del periodismo califican a nuestras luchas, pensamos que no son más que una parvada de chingolos que están cantando en las páginas de la prensa, pero su valor se encuentra en los embutes que reciben del gobierno al que defienden a ultranza.
Tenemos identificados a estos cagatintas que en el disimulo de su anorexia de ideas, repiten los mismos designios descalificatorios. Son auténticas mulas de noria, con perdón de tan nobles acémilas.
La mentira organizada tiene como fin penetrar en el subconsciente de los lectores. Y esa es su frustración cuando perciben que la sociedad, saciada de tantos entuertos cometidos por los gobiernos echados, ya no les otorga el crédito anhelado a sus escritos a sueldo.
Alejandro Vázquez, Víctor Ardura, Samuel Ponce e Ignacio Martínez (este último es un médico fracasado que cual zopilote aprovechó el fallecimiento de un destacado comentarista deportivo de la televisión para apoltronarse ante las cámaras) son algunos que se empeñan en desdibujar el oficio del periodismo reflexivo y analítico al demostrar su alineación oficial, perdiendo el contorno ético y responsable.
Al difundir la versión del poder como consigna están defendiendo su status. Son la antítesis de quienes sí viven la realidad investigando los temas, aún a costa de su propio peculio. Son los pseudoperiodistas que encuadran en la expresión estúpida, aunque
Los “periodistas” acólitos del señor Godoy deberían enseñarse a transitar por los caminos de la insurgencia para ser hombres libres. Abandonar el lastre de la inercia autoritaria. Dejar de estar inventariados en las nóminas del chayote. Dejar de ser esfinges para vivir la experiencia de los oprimidos.
Pero eso… es tanto como pedirle peras al olmo.
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