Frecuentemente escuchamos críticas y lamentos de aquéllos que se sienten perjudicados por las acciones demandantes que realizan diversos grupos sociales. Acostumbrados a juzgar los acontecimientos por sus efectos, pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre las causas que las originan.
Las protestas sociales se dan por las acciones u omisiones de los funcionarios, bien sean del sector público o privado. Si aplicamos la línea lógica de que toda decisión genera un conflicto, y éste a su vez una tensión, concluiríamos que los seres humanos somos tensos por naturaleza.
En no pocas ocasiones los gobernantes en turno son omisos en la atención oportuna a los reclamos de sus gobernados. Bajo argumentos autoritarios mantienen irresolubles los conflictos que se generan en la desesperación provocada por la indiferencia oficial.
Tal “ninguneo” pudiéramos interpretarlo como una de las muchas estrategias para mantenernos distraídos, puesto que su empeño es que no cobremos conciencia de otros asuntos de mayor envergadura, tales como el tráfico de influencias, el peculado, el robo a la hacienda pública, la impunidad que ofrecen a los delincuentes de cuello blanco, etcétera.
Los medios, sobre todo la televisión, contribuyen difundiendo información “amarillista” y falsa sobre tales movilizaciones. Tienen, al efecto, expresiones dramáticas para censurar las protestas sociales e impulsar al mismo pueblo para que las combata: El perjuicio a terceros, la imagen que proyectan en demérito de la ciudad y
Los grupos se manifiestan en la vía pública mediante marchas y “plantones”, a veces pacíficas, a veces violentas. Esto obedece a que los gobernantes no convencen con sus actitudes de caciques aldeanos, dando motivo a que la sociedad pierda los estribos en el enojo. Así, tendido el truco, el gobierno espera que el mismo pueblo le reclame la más erosiva de las respuestas: la represión. Pero lo que subyace es el deseo de que nos perdamos entre las ramas del árbol para que no apreciemos lo que sucede en el bosque. Lo anterior se puede ejemplificar con las protestas sostenidas del magisterio.
Y si no dígame usted, ¿acaso hemos conocido una respuesta sensata del gobierno del estado para solucionar el reclamo de los maestros? ¿Por qué el empeño de que “a chaleco” deberán reconocer como secretaria de educación a una persona que adolece de tantas limitaciones? ¿Qué razones le asisten al gobierno para no atender con prontitud lo que demandan los trabajadores de la educación? Ante una falta de respuestas, tenemos el derecho a la especulación:
Primero: Mantener a sus funcionarios de educación para que con holgura puedan manipular los presupuestos y servicios del ramo, a fin de favorecer a su partido político en el proceso electoral que ya está en marcha.
Segundo: Ignorar la falta o nula transparencia sobre lo que se ha hecho en torno al saqueo cometido por el gobernante que le antecedió, mismo que asciende a casi tres mil millones de pesos y cuyo fondo correspondía a educación, seguridad y desarrollo social.
Tercero: Pretender distraernos del escándalo suscitado por los contratos “fantasmas” que convino la anterior administración con la constructora Consorcio Industrial, a la que se le pagó millonarias sumas por obras que no se realizaron.
Cuarto: Evitarnos el conocimiento sobre las irregularidades que la Auditoría Superior de la Federación le ha marcado en el ejercicio presupuestal 2007, mismas que ascienden a dos mil 600 millones de pesos, en perjuicio del sector educativo de nuestra entidad.
No, el problema no son los plantones ni las marchas, sino la opacidad con que se manejan los recursos que deberían ser aplicados en beneficio de toda la sociedad, puesto que es ella la que con sus contribuciones enriquece la hacienda pública, y mismos que deberían retornar en obras de beneficio colectivo, no enriqueciendo los bolsillos de tantos políticos baquetones y sinvergüenzas. Y esto va para todas las expresiones partidarias.
Vivimos la mortificación de un gobierno chato y gris. No obstante, formulo mis votos por que nuestra capacidad de indignación no se vea atrofiada.
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