Ilustración de El Paraíso Perdido, de Milton.
Francisco RIVAS LINARES
Si
nos ajustamos al relato bíblico sobre el origen de la humanidad, pudiéramos
deducir que ésta dio principio con un
acto de desobediencia. En Eva encontramos el primer ser humano que tuvo el
atrevimiento de rebelarse contra un poder autoritario. Es en ella donde se
encarna el ser rebelde, en quien encontramos el sentido de la historia.
Por
su parte Caín, el primogénito de la primera pareja humana, emerge como el
primer disidente. Manifiesta su desacuerdo ante el trato desigual de la que es
víctima y se convierte en victimario de quien identificó como el beneficiario
de tal desigualdad. Tal hecho le conduce
a ser, posteriormente, el fundador del nomadismo humano.
Sobre
la condición del primer personaje enunciado, Eva, da cuenta John Milton en su
poema narrativo “El Paraíso Perdido”, escrito y publicado hacia 1667. Del
segundo personaje citado nos da referencia Lord Byron en su poema dramático Caín
escrito hacia 1821 y más reciente José Saramago con su novela del mismo nombre.
Tanto
la desobediencia como la disidencia tienen un ingrediente sólido y bien
definido: saber decir NO. Pero esa negación monosilábica no debe brotar de la
ingenuidad o la ocurrencia. Asumirla implica un ejercicio de libertad con las
consecuencias que ésta conlleva. En la desobediencia bíblica, con la pérdida
del disfrute paradisiaco; y la disidencia, con la condición errátil del
personaje.
Los
grupos de autodefensa que han surgido en Michoacán decidieron enarbolar su ¡NO!
como en 1994 los zapatistas gritaron su ¡Ya basta! Rebeldía y disidencia que se
traduce en movimientos sociales surgidos en los grupos más descuidados por el
Estado Mexicano: La etnicidad y el ruralismo. Los zapatistas se sublevaron
contra las guardias blancas de finqueros y terratenientes de la selva
chiapaneca. Los grupos de autodefensa, en Michoacán, disintieron de la
condición omisa de un sistema de justicia inútil para combatir a la
delincuencia organizada que les agrede con secuestros, violaciones, asesinatos,
extorciones, etc.
Como
ayer lo fue el Subcomandante Marcos, hoy es el Dr. José Manuel Mireles Valverde
el líder referente. Aquél, egresado de
un colegio jesuita. Éste, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo. Cada quien y cada cual con su filosofía y procedimientos de lucha.
Cada quien y cada cual con sus consecuencias derivadas: la emigración y la
marca.
Toda
proporción guardada, tratemos de establecer un paralelismo de pensamiento entre
ambos personajes:
Marcos
expresó “… es preferible morir con honor que vivir con la vergüenza de un
tirano dictando nuestros rumbos.” El Dr. Mireles dice: “Estamos dispuestos a
morir para liberarnos de doce años de estar bajo el yugo del crimen
organizado.”
Marcos
expresó: “Elige un enemigo grande y esto te obligará a crecer para poder
enfrentarlo. Achica tu miedo porque, si él crece, tú te harás pequeño.” El Dr.
Mireles dice: “Hay que vencer el miedo,
nosotros ya decidimos la forma en que queremos morir… ¡Luchando!”
Marcos
expresó: “El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La patria
que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas.” El Dr.
Mireles dice: “Queremos exterminar al crimen organizado de nuestro estado. No
queremos criminales con charola, con una curul, con un poder gubernamental en
el estado. Por culpa de ellos todo Michoacán está desgraciado. Los únicos que
se benefician son ellos, el pueblo sigue jodido.”
Marcos
expresó: “No necesitamos permiso para ser libres.” El Dr. Mireles dice: El
pueblo que quiera despertar y levantarse está en todo su derecho.”
Marcos
expresó: “Porque morir no duele, lo que duele es el olvido”. El Dr. Mireles
dice: “He llegado a pensar que cuando se me quite el coraje, ese día se me
quita el valor.”
Marcos
expresó: “Todo para todos, nada para nosotros”. El Dr. Mireles dice: “El pueblo
manda. Sólo el pueblo puede defender al pueblo.”
Concluyo
con una expresión lapidaria: El surgimiento de los grupos de autodefensa se
justifica a partir del abandono institucional y la incapacidad de las
autoridades para garantizar la seguridad de sus gobernados.
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