miércoles, 20 de noviembre de 2013

Paradojas de la mexicanidad




Francisco RIVAS LINARES

“Mexicanidad y esquizofrenia” es el último libro publicado por el doctor en ciencias políticas Agustín Basave. Título que nos parecería un tanto violento al reconocernos como poseedores de una identidad esquizoide, lo que en el diagnóstico de un  psiquiatra sería el equivalente a un trastorno mental crónico.

 

Pero es el mismo autor quien especifica que utiliza tal término en un sentido figurado, para identificar ese desdoblamiento de la personalidad que asumimos en nuestro comportamiento diario. Es, digámoslo así, un ejercicio reflexivo y autocrítico de nuestra dualidad, pues oscilamos entre la afirmación y la negación de nuestras aspiraciones.

 

Basave retoma el estudio de nuestra mexicanidad basándose en la observación crítica, algo que ya había hecho Octavio Paz y que lo dejó inscrito  en su Laberinto de la Soledad en el capítulo Los hijos de la Malinche.

 

Lo anterior viene a cuento por el suceso que registraron las agencias de noticias nacionales e internacionales, sobre el acto discriminatorio que sufrieron siete indígenas de Oaxaca por parte de Aeroméxico, quienes habiendo adquirido su boleto de viaje les fue impedido abordar el avión sólo por su “origen y forma de vestir.”

 

La respuesta social, obviamente, fue de censura enérgica y tonitronante, exigiendo a la compañía no sólo el reintegro del costo del boleto, sino ofrecer una disculpa pública por su condición racista.

 

Y aquí es donde viene el desdoblamiento, lo esquizofrénico, de nuestra personalidad. México se identifica como un país altamente racista y discriminatorio para indígenas. Rechazamos nuestras raíces negándoles sus derechos a nuestros ancestros. Javier López Sánchez, director general del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas asegura que “las etnias o grupos indígenas del país son discriminados por su condición y en muchas de las ocasiones son víctimas de las injusticias por el solo hecho de hablar su propia lengua”.

 

Muchos indígenas se encuentran recluidos en las cárceles de México por no haber contado con un debido proceso, al negárseles un traductor que les permitiera entender de lo que se les acusa. Y se les hace firmar documentos con declaraciones falsas para finalmente recibir sentencias condenatorias de muchos años.

 

Casos como el del maestro Alberto Patisthán, indígena de los Altos de Chiapas; la violación y asesinato de la indígena náhuatl Ernestina Ascensio Rosario; y el encarcelamiento injusto de las mujeres otomíes Teresa González Cornelio y Alberta Alcántara Juan, resultan emblemáticos.

 

Sí, somos practicantes de lo que repudiamos. Nos rasgamos las vestiduras ante la discriminación, siendo discriminadores potenciales. Censuramos la discriminación y nos beneficiamos, en no pocas ocasiones, de la misma. Un ejemplo que resulta evidente lo tenemos en la institución bancaria Bancomer. Desde el momento en que usted ingresa a realizar un trámite, ya entra etiquetado como “usuario común”, como “cliente” o como “preferente”. Este último tiene el beneficio de la inmediata atención; en tanto que por cada tres “clientes” que son atendidos, pasará a la ventanilla un “usuario común”. El tiempo que invertirá éste último para realizar su trámite, resultará desesperante en grado sumo. ¿Y la Comisión de los Derechos Humanos, qué hace?

 

Siguiendo con nuestro desdoblamiento, invocamos las leyes violando las leyes; nos escandalizamos con la corrupción, corrompiendo a servidores y funcionario públicos; repudiamos la mentira, valiéndonos de la mentira, suelen hablar los políticos de la aplicación de la ley, del rigor del derecho, de combatir la impunidad, de asumir “los costos políticos” de sus aberrantes decisiones, cuando sabemos de antemano que todo quedará en un verborrea denigrante.

 

“Mexicanidad y esquizofrenia” es un ensayo desgarrador por atrevido. Descubre nuestras máscaras, la falsedad de nuestros rostros. En una entrevista se le preguntó al autor ¿cuántas caras descubrió en el mexicano al realizar este libro?  Y respondió: Dos, manifestadas en muchos comportamientos. Nos falta el puente que comunique los polos opuestos.

No hay comentarios: