Francisco Rivas Linares
"Sólo hay dos cosas infinitas en el mundo: el universo y la estupidez humana" A. Einstein.
Cuando en 1830 Francia decidió
invadir a Argelia, se justificó con una expresión tremebunda: Para combatir la
barbarie, hay que aplicar una barbarie mayor. Tal parece que el referido
enunciado ha sido el eje conductor aplicado por nuestras autoridades para
sofocar las protestas sociales.
Las evidencias así lo
demuestran. Son paradigmáticas las represiones a las protestas de los
ferrocarrileros y maestros de 1958-59; de los médicos, 1964; estudiantil, 1966,
1968 y 1971. Ahora parece que de aquél ogro filantrópico referido por Octavio
Paz, éste ha regresado pero con saña esquizofrénica.
Y nos encontramos nuevamente
ante el “eterno retorno de lo idéntico”, al que ya me he referido en otras
colaboraciones. El esquema torpe de los toletazos, gas lacrimógeno y granadas
de pimienta. Estas últimas tienen un atroz efecto, pues además de aturdir con
su fuerte detonación y liberar el agente pimienta, lanza múltiples proyectiles
de goma que en no pocas ocasiones han resultado letales.
El escenario político nos pinta
terrible. No atinamos a imaginar cuáles serán las soluciones a tanta
inconformidad acumulada durante tres décadas, por lo menos. Los entresijos del
poder nos hace cuestionar sobre sus
respuestas a una sociedad crispada por el crimen organizado, la pobreza galopante
y la desocupación acentuada. ¿Serán los procedimientos propios de los gorilas
que dominaron a naciones latinoamericanas a mediado del siglo pasado?
Cuando se instalan barreras de
contención en un contexto preventivo, no se justifica la aplicación de las
fuerzas represoras del Estado. Más cuando dichas barreras se aplican de manera
desproporcionada y abusiva, es obvio que ya en sí se constituyen en hechos de
provocación. Y el enfrentamiento es una de sus consecuencias. La adrenalina
obstruye el juicio y surgen los actos de barbarie que el Estado combate con una
barbarie mayor: la represión brutal y la persecución.
En la protesta social el Estado
no debe aplicar la premisa autoritaria que dice: “A la complejidad de los
procesos de inconformidad social, corresponde la complejidad de la violencia
del Estado.”
Los acontecimientos del pasado
primero de diciembre, alcanzaron niveles de violencia impredecibles dejando una
cicatriz difícil de restituir el tejido social. Quedará ya como efemérides
trágica, como si no tuviéramos bastantes fechas símbolo de tal naturaleza.
Concluyo citando al pensador
revolucionario Carlos Malato: “¡Sumisión! ¡Ah, no: revuelta y
protesta mientras sea el hombre carne de cañón, revuelta y protesta mientras la
mujer sea carne de placer! Por la rebeldía contra el dogma, el creyente se hizo
pensador; por la rebeldía contra la autoridad el ciudadano acabará por hacerse
hombre”
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