Francisco RIVAS LINARES
“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Milán Kundera.
El dos de diciembre se dieron a
conocer cifras oficiales sobre la pobreza en nuestro país. De los 116 millones
900 mil habitantes de nuestro territorio, 11 millones 700 mil personas en
pobreza extrema; 52 millones en pobreza moderada; 28 millones de mexicanos sin
acceso a la alimentación y 81 millones de personas con al menos una carencia social:
salud, educación, vivienda o seguridad social.
Tal es la herencia dejada por
el gobierno de Felipe Calderón Hinojoza, el presidente que se solazaba en su
arrogante slogan “vivir mejor”, el hombre de las “manos limpias”, quien se
entronizó “haiga sido como haiga sido”, según su dicho.
Los datos están registrados en
el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2012, el cual fue elaborado por el Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. El mismo documento
identifica a las diez entidades que sufren el más alto grado de rezago social.
Chiapas en primer término, seguido de Veracruz, Estado de México, Oaxaca,
Guerrero, Puebla, Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí y Jalisco.
Si el flagelo de la pobreza es
considerado como un estado violatorio de los derechos humanos, tal violación no
para sólo en ella. Durante la administración desastrosa de Calderón, el poder
adquisitivo de nuestra moneda cayó en un 43%. El salario mínimo no alcanza para
adquirir la canasta alimentaria recomendable, que consta de 35 productos con
los nutrientes mínimos necesarios, pues para que una familia promedio compuesta
de 3.5 personas requiere un ingreso de 15 salarios mínimos.
Estos datos se reportan en el
documento denominado “Poder adquisitivo del salario y la precarización del
nivel de vida de los trabajadores en México 2012”, elaborado por el Centro de
Análisis Multidisciplinario de la UNAM.
El hambre es mala consejera,
dice el proverbio, dando a entender que cuando la necesidad es extrema se
llegan a cometer actos censurables, de poca o nula meditación. Y poco a poco se
va despertando el México bárbaro.
Quiero en esta colaboración
mantener firme la memoria de dos acontecimientos que nos llenan de oprobio a
todos los mexicanos. El domingo anterior, 16 de diciembre, se cumplieron dos
años del asesinato de Marisela Escobedo. Una de las muchas mujeres que vivieron
y viven el drama de la desaparición y/o asesinato de sus hijos. Marisela
Escobedo fue arrojada al activismo para buscar la justicia que le fue negada a
su hija Ruby Frayle, asesinada por Rafael Barraza Bocanegra.
Se quedo plasmada en la memoria
la imagen de su indefensa figura correr hacia las puertas de Palacio de
Gobierno de Chihuahua y ser asesinada en medio de la calle por un sicario
contratado para tal propósito.
Mañana, 22 de diciembre se
cumplen 15 años de la masacre de Acteal en Chiapas. 45 indígenas fueron
masacrados por una fuerza paramilitar, mientras oraban por la paz en una ermita
del municipio de Chenalhó.
Dice la escritora Susana Tamaro
que “…los muertos no pesan tanto por su ausencia, sino por aquello que entre
ellos y nosotros no fue dicho.”
Por eso, en honor a la expresión, hoy lo grito: ¡Justicia para
Marisela Escobedo! ¡Justicia para los indígenas de Acteal!
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