Promueven examen estandar y hacer de la enseñanza pública un sector de lucro, señala.
David Brooks, corresponsal
Publicado: 16/12/2012 10:22
Publicado: 16/12/2012 10:22
Nueva York. El profesor William Ayers, veterano luchador por la educación pública democrática, denuncia que las reformas en el sector que se promueven en Estados Unidos buscan minar la “voz colectiva” de los maestros, privatizar la administración de un recurso público y reducir la enseñanza a un examen estandarizado.
Señala que México y otros países que están copiando parte del modelo que se impulsa aquí “deberían entender un par de cosas: una, se reduce la educación a algo que sólo se centra en un muy estrecho espectro cognitivo, en lugar de que sea una introducción robusta y amplia de los aspectos humanizantes de la cultura entera”.
Ilustra: “no me puedo imaginar a los Obama diciendo a sus hijas:‘nos gustaría llevarlas al concierto, a clases de violín, al equipo de natación, al ballet, al club de ajedrez, pero sólo lo haremos si se comprueba que eso elevará sus calificaciones en los exámenes’. Eso es una locura, ningún padre privilegiado diría tal cosa; entonces, ¿por qué se lo decimos a un niño afroestadunidense en Brooklyn? Es un insulto y lo más lejos de la democracia. Por eso, esa reducción del currículum, eso de deshacerse de las artes, de educación física, todo eso tendrá consecuencias desastrosas a largo plazo si uno desea vivir en una sociedad humanizada y democrática.
“La segunda consecuencia que estamos viendo es que se está desalentando a toda la mejor gente que desea ingresar al magisterio. El modelo de enseñanza que promueve Arne Duncan (secretario de educación de Obama) es de tres años y para fuera”, explica.
Ese modelo es uno en el cual se contrata a jóvenes capacitados rápidamente mediante programas como Teach for America, con la idea de que sólo trabajarán pocos años antes de ser abogados u tener otra profesión.
“Eso es una catástrofe. Ser maestro es la única profesión en Estados Unidos donde tener experiencia y antigüedad es considerado un déficit. También es la única profesión donde 50 por ciento de nuestros egresados de escuelas de pedagogía deja de enseñar después de cinco años. Si eso ocurriera en las escuelas de leyes y de medicina, tendríamos una emergencia nacional.”
Las reformas en el sector minan además una “educación humana y democrática”, afirma en entrevista con La Jornada.
Ayers, distinguido profesor de la Universidad de Illinois en Chicago (recién jubilado), fundador de organizaciones de reforma escolar y vicepresidente de la división de estudios curriculares de la Asociación Estadunidense de Investigación Educacional, ha escrito libros y numerosos artículos sobre el tema y su relación con la democracia y la justicia social (publicados en revistas de educación de Harvard y Columbia, en el New York Times y en revistas progresistas).
El experto ofrece un diagnóstico sobre el gran debate en torno a las reformas del sector que se han promovido durante la última década en Estados Unidos. Relata que líderes políticos y empresariales han ganado esta discusión porque lograron definir los términos.
“Cuando encuadras un tema de la manera que deseas, obtienes la respuesta que buscas. Cada vez que un político toma el micrófono y dice que necesitamos sacar a los maestros perezosos e incompetentes de las aulas, todos estarán de acuerdo. Pero si llego al micrófono primero y digo que todo estudiante de escuela pública merece tener un profesor pensante, intelectualmente desarrollado, moralmente apto, apasionado, bien descansado y remunerado, todos estarán de acuerdo también”, expresó.
El problema, en este contexto, es que “los poderosos, los Walton de Walmart, la Fundación de Bill Gates, tienen el micrófono, y han logrado encuadrar el tema como de incompetencia de los profesores”.
Al evaluar el impacto de eso, Ayers señala: “en lugar de apoyar a los maestros otorgándoles no sólo recursos físicos, sino también clases más reducidas, reformistas como Gates argumentan que los sindicatos del magisterio son el gran obstáculo para el progreso en las escuelas. ¿Adónde van con ese argumento? Esos reformistas tipo Gates desean, primero, destruir la voz colectiva de los profesores; segundo, imponer la administración privada de un recurso público, y tercero, definir el aprendizaje como una calificación en un examen estandarizado”.
Abunda: “en torno al asunto sindical, buenas condiciones de trabajo son buenas condiciones para la enseñanza, y buenas condiciones para la enseñanza son buenas condiciones para el aprendizaje”.
Por lo anterior, afirma, en una reforma del sistema escolar “los maestros tienen que participar. No son los únicos con buenas ideas, pero son centrales en cualquier solución”.
Ayers rechaza los términos del debate actual, en el cual se repite que sólo hay dos opciones, algo que de manera reiterada se ve en los grandes medios, “donde por un lado unos defienden los cosas como están y otros desean luchar contra los sindicatos y privatizar las escuelas. Eso es falso, nadie cree que sea aceptable cómo están las cosas en un lugar como Chicago. La pregunta es: ¿qué hacer?, y ¿cuáles deberían de ser las nuevas normas?
“Propongo una norma muy simple: que lo que la gente más privilegiada y más sabia desea para sus propios hijos, eso debería de ser la norma para los hijos de todos.
“Todos esos llamados ‘reformadores’ envían a sus hijos a escuelas que son muy diferentes a las que proponen para los hijos de otras personas. Nunca hay que confiar en un reformador que promueve para los hijos de otros lo que nunca permitiría para los suyos.”
Señala que cuando Barack Obama y su esposa vivían en Chicago enviaron a sus hijas a la misma escuela de los hijos de Ayers: la famosa Chicago Laboratory School, donde las clases tenían un cupo máximo de 15 estudiantes, con profesores no sólo respetados, sino sindicalizados y bien remunerados, con aulas con abundante material didáctico.
“Si es suficientemente bueno para las hijas de Obama y para los míos, ¿por qué no es esa la norma para los niños en el lado oeste (el más pobre) de Chicago? Ahí tenemos clases con hasta 40 estudiantes en segundo grado de primaria. Es atroz.”
Se le pidió su opinión sobre todos los datos y documentos elaborados por expertos que citan los reformadores empresariales y los políticos para promover sus iniciativas. Respondió: “nada de eso está basado en investigaciones. De hecho, las propuestas están basadas en la fe, no en hechos”.
Señala que México y otros países que están copiando parte del modelo que se impulsa aquí “deberían entender un par de cosas: una, se reduce la educación a algo que sólo se centra en un muy estrecho espectro cognitivo, en lugar de que sea una introducción robusta y amplia de los aspectos humanizantes de la cultura entera”.
Ilustra: “no me puedo imaginar a los Obama diciendo a sus hijas:‘nos gustaría llevarlas al concierto, a clases de violín, al equipo de natación, al ballet, al club de ajedrez, pero sólo lo haremos si se comprueba que eso elevará sus calificaciones en los exámenes’. Eso es una locura, ningún padre privilegiado diría tal cosa; entonces, ¿por qué se lo decimos a un niño afroestadunidense en Brooklyn? Es un insulto y lo más lejos de la democracia. Por eso, esa reducción del currículum, eso de deshacerse de las artes, de educación física, todo eso tendrá consecuencias desastrosas a largo plazo si uno desea vivir en una sociedad humanizada y democrática.
“La segunda consecuencia que estamos viendo es que se está desalentando a toda la mejor gente que desea ingresar al magisterio. El modelo de enseñanza que promueve Arne Duncan (secretario de educación de Obama) es de tres años y para fuera”, explica.
Ese modelo es uno en el cual se contrata a jóvenes capacitados rápidamente mediante programas como Teach for America, con la idea de que sólo trabajarán pocos años antes de ser abogados u tener otra profesión.
“Eso es una catástrofe. Ser maestro es la única profesión en Estados Unidos donde tener experiencia y antigüedad es considerado un déficit. También es la única profesión donde 50 por ciento de nuestros egresados de escuelas de pedagogía deja de enseñar después de cinco años. Si eso ocurriera en las escuelas de leyes y de medicina, tendríamos una emergencia nacional.”
Las reformas en el sector minan además una “educación humana y democrática”, afirma en entrevista con La Jornada.
Ayers, distinguido profesor de la Universidad de Illinois en Chicago (recién jubilado), fundador de organizaciones de reforma escolar y vicepresidente de la división de estudios curriculares de la Asociación Estadunidense de Investigación Educacional, ha escrito libros y numerosos artículos sobre el tema y su relación con la democracia y la justicia social (publicados en revistas de educación de Harvard y Columbia, en el New York Times y en revistas progresistas).
El experto ofrece un diagnóstico sobre el gran debate en torno a las reformas del sector que se han promovido durante la última década en Estados Unidos. Relata que líderes políticos y empresariales han ganado esta discusión porque lograron definir los términos.
“Cuando encuadras un tema de la manera que deseas, obtienes la respuesta que buscas. Cada vez que un político toma el micrófono y dice que necesitamos sacar a los maestros perezosos e incompetentes de las aulas, todos estarán de acuerdo. Pero si llego al micrófono primero y digo que todo estudiante de escuela pública merece tener un profesor pensante, intelectualmente desarrollado, moralmente apto, apasionado, bien descansado y remunerado, todos estarán de acuerdo también”, expresó.
El problema, en este contexto, es que “los poderosos, los Walton de Walmart, la Fundación de Bill Gates, tienen el micrófono, y han logrado encuadrar el tema como de incompetencia de los profesores”.
Al evaluar el impacto de eso, Ayers señala: “en lugar de apoyar a los maestros otorgándoles no sólo recursos físicos, sino también clases más reducidas, reformistas como Gates argumentan que los sindicatos del magisterio son el gran obstáculo para el progreso en las escuelas. ¿Adónde van con ese argumento? Esos reformistas tipo Gates desean, primero, destruir la voz colectiva de los profesores; segundo, imponer la administración privada de un recurso público, y tercero, definir el aprendizaje como una calificación en un examen estandarizado”.
Abunda: “en torno al asunto sindical, buenas condiciones de trabajo son buenas condiciones para la enseñanza, y buenas condiciones para la enseñanza son buenas condiciones para el aprendizaje”.
Por lo anterior, afirma, en una reforma del sistema escolar “los maestros tienen que participar. No son los únicos con buenas ideas, pero son centrales en cualquier solución”.
Ayers rechaza los términos del debate actual, en el cual se repite que sólo hay dos opciones, algo que de manera reiterada se ve en los grandes medios, “donde por un lado unos defienden los cosas como están y otros desean luchar contra los sindicatos y privatizar las escuelas. Eso es falso, nadie cree que sea aceptable cómo están las cosas en un lugar como Chicago. La pregunta es: ¿qué hacer?, y ¿cuáles deberían de ser las nuevas normas?
“Propongo una norma muy simple: que lo que la gente más privilegiada y más sabia desea para sus propios hijos, eso debería de ser la norma para los hijos de todos.
“Todos esos llamados ‘reformadores’ envían a sus hijos a escuelas que son muy diferentes a las que proponen para los hijos de otras personas. Nunca hay que confiar en un reformador que promueve para los hijos de otros lo que nunca permitiría para los suyos.”
Señala que cuando Barack Obama y su esposa vivían en Chicago enviaron a sus hijas a la misma escuela de los hijos de Ayers: la famosa Chicago Laboratory School, donde las clases tenían un cupo máximo de 15 estudiantes, con profesores no sólo respetados, sino sindicalizados y bien remunerados, con aulas con abundante material didáctico.
“Si es suficientemente bueno para las hijas de Obama y para los míos, ¿por qué no es esa la norma para los niños en el lado oeste (el más pobre) de Chicago? Ahí tenemos clases con hasta 40 estudiantes en segundo grado de primaria. Es atroz.”
Se le pidió su opinión sobre todos los datos y documentos elaborados por expertos que citan los reformadores empresariales y los políticos para promover sus iniciativas. Respondió: “nada de eso está basado en investigaciones. De hecho, las propuestas están basadas en la fe, no en hechos”.
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