martes, 23 de febrero de 2010

La querella de los cínicos


“El cinismo encuentra su campo fértil en las sociedades
exhaustas que se despliega como negatividad y
desemboca en la desesperanza. Un cinismo que se
define como falsa conciencia ilustrada: la de quienes
se dan cuenta de que todo se ha desenmascarado y
pese a ello no hace nada”.

Peter Sloterdijk. “Crítica de la razón cínica”



Cuando Fernando Gómez Mont presentó su renuncia como militante del Partido Acción Nacional, se reservó las razones que lo impulsaron a tomar tal decisión por “discreción profesional”, según su dicho.

El hecho de manifestarse como renunciante poco después de expresar su inconformidad por la alianza electoral PAN, PRD, PT y Convergencia en el proceso electoral de Oaxaca, aunado a la dosis de su personal reserva, abrió un abanico de especulaciones que poco a poco se fueron desgranando, hasta que finalmente reventó la nuez de la perversión política.

Así trascendió que a cambio de salvar del naufragio al paquete fiscal de Felipe Calderón, el secretario de gobernación acordó un denigrante pacto: Que el PRI aprobara las propuestas fiscales y de presupuesto enviados por la hacienda federal, bajo el compromiso de impedir que su partido se aliara con los de izquierda ya mencionados. Además, convenía en liberarle mayores recursos presupuestales a los estados en que gobierna. Al efecto, dos gobernadores tuvieron una intervención definitiva en la concreción del pacto: Enrique Peña Nieto, del estado de México, y Ulises Ruíz del estado de Oaxaca.

El factor preponderante que domina el acto en comento, implica el perjuicio drástico infligido a la sociedad mediante la aprobación del susodicho paquete fiscal que no sólo disparaba la carga tributaria, sino incluso imponía otras nuevas.

Descubiertos los arreglos embozados, los cínicos abrieron sus querellas. Los partidos protagonistas del engendro fiscal, PRI y PAN, se desgarraban las vestiduras para no recibir el endoso de las culpas. Aquéllos aseguraban no haber sido obsequiosos con sus votos como moneda de cambio. Éstos vociferaban no haber establecido compromiso alguno que impidiera la alianza del PAN con los partidos izquierdosos en Oaxaca.

Al margen de la rebatinga verbal sostenida por los cínicos, sólo nos queda una certidumbre: La agresión que lacera a los 107 millones de mexicanos, al mermar el miserable peculio que con el esfuerzo del trabajo, ganan para satisfacer las necesidades apremiantes de la familia.

El escenario de las gesticulaciones marcó la preponderancia en la temática de los analistas. Cobró vigencia Rodolfo Usigli con su obra “El Gesticulador”, donde personifica las cualidades del político mexicano: cochupero, desleal, corrupto, ladrón, falso, hipócrita y cínico.

Esta última cualidad, cínico, debemos entenderla con el sentido significativo de nuestra actualidad, no en el clásico filosófico; es decir, el cínico es aquél que se adapta con indiferencia a las circunstancias, nada le produce angustia o perturbación y se sienten liberados de cualquier obediencia a las instituciones y leyes.

Esta es la tertulia de la arrogancia donde los cínicos instalaron su querella, en la que una retahíla verbal de acusaciones mutuas exhibe su cualidad de perturbados.

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