sábado, 13 de febrero de 2010
Los exhortos de un (pseudo)líder
“Todas las desgracias de los hombres provienen
de no hablar claro”. Albert Camus. ‘La Peste’
(Aquí en México no se habla claro,
porque no se piensa claro. Mojarro)
Ante la complejidad social que enfrentamos actualmente, cosa que nos pone al borde de un cisma de lamentables consecuencias, se nos recomienda anteponer nuestro potencial humano. Dicho potencial debemos calibrarlo en términos de desarrollo no sólo individual, sino comunitario; un desarrollo que no se circunscriba a nuestro entorno inmediato, sino que comprenda nuestro horizonte extendido; es decir, lo global.
Para ello es necesario aplicar el principio de causalidad, a fin de conocer el qué y el por qué de los hechos y acontecimientos. Así tendríamos el sustento de esa potencialidad demandada, que nos facultará impulsar los cambios que estimulen nuestro desarrollo.
Cuando el escritor Eduardo Galeano asevera que “el mundo está exactamente al revés”, se refiere marginalmente a lo imprevisible de nuestra naturaleza, a esos comportamientos extraños y escasamente razonables que asumimos ante los múltiples acontecimientos destructivos que se han instalado.
La violencia cotidiana que nos sitúa en la costumbre de la indolencia, parece que nos va haciendo perder la capacidad de respuesta. Así nos enteramos de la muerte de 49 niños en una guardería sonorense, por la negligencia y la impunidad de los privilegiados del sistema; de las ejecuciones de jóvenes estudiantes en Ciudad Juárez, Chihuahua; o sobre la estadística criminal de mujeres secuestradas, explotadas, abusadas y aniquiladas; o el encarcelamiento injusto de indígenas y luchadores sociales; o la aparición de cuerpos desmembrados, carbonizados, decapitados y depositados en fosas clandestinas; y más aún, sin que se manifieste algún dejo de indignación o asombro.
(Juventino Castro y Castro, ministro en retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, declaró que la inmoralidad, la corrupción y fenómenos como el narcotráfico promovidos desde las autoridades son alentados por la dejadez de los mexicanos*. ¿Será?)
Erich Fromm en su obra “El corazón del hombre”, afirma que actualmente el ser humano está dominado por la indiferencia y la pasividad; y que la causa de tan lamentable actitud, es habernos convertido en consumidores insaciables, fijando nuestra seguridad personal en la conformidad comodina y terminar como seres arrebañados.
Y razón no le falta. Ante el agobio de tanto cinismo y abrumados por la retórica de los políticos hipócritas, hemos quedado sin expectativas y desconectados del entorno inmediato, ocupándonos sólo por el interés de nuestra individualidad.
Todo eso hace que nuestro potencial humano sea raquítico, que carezcamos de metas, que nos conformemos con caminar en redondo. El aforismo “todo efecto supone una causa”, no aplica porque hemos permitido ser determinados a través de la “caja idiota” que es la televisión, y por esa caterva de politicastros que nos han impuesto grilletes en la conciencia.
Si los efectos de tal descomposición no se han presentado con el rigor y la energía que se aguardaban, podríamos suponer que bien pudiera ser por una ignorancia producida por la renuncia a reflexionar; o en su defecto, por la displicencia que nos produce el miedo al miedo, provocado por el debilitamiento de las estructuras de seguridad que deberían proporcionarnos la protección necesaria.
Por eso se ha instalado el estado de emergencia como el eje rector de nuestras vidas. Por eso estamos doblegados por la incertidumbre.
Ahora bien. No obstante la anorexia de nuestra potencialidad, Felipe Calderón se atreve a reprocharnos por la prevalencia del encono y las descalificaciones, sobre la razón; y después de la reñidura, se atrevió a exigir que nos constituyéramos en auténticos demócratas para hacer del 2010 el año de la reconciliación.
¿Qué autoridad moral le asiste al señor Calderón para reprochar el arraigo del encono, si él fue el principal sembrador del mismo con su campaña torcida para llegar al poder? ¿Por qué pretende negarnos el derecho a descalificarlo como gobernante, si desde su llegada a la presidencia la impunidad, la pobreza, el desorden y la inseguridad alcanzaron niveles óptimos? ¿Cuál es el concepto de la democracia que soporta quien con trampas y marrullerías arribó al mando supremo del país?
La autoridad moral es ostensible sólo en quienes demuestran la congruencia entre lo que dicen con lo que hacen. Y esa es la carencia que como fardo se fleta en los hombros de Felipe Calderón. El fracaso de su gobierno se debe a su nula calidad moral, a su falta de liderazgo.
Shakespeare decía que “nadie sigue a un líder que toca guitarra con notas de incertidumbre”. Aseveración a tono de nuestro actual gobernante.
Y esa es la mayor tragedia con la que el destino amagó a nuestra Patria.
(*) Diario La Jornada. 7 de febrero de 2010
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