viernes, 25 de septiembre de 2009
El léxico de los políticos
Entender el lenguaje de los políticos es asunto de invertir el significado de sus palabras. Es decir, que donde dicen LO UNO debemos entenderlo como LO OTRO. Desde los tiempos clásicos ya se esbozaban estudios sobre el léxico utilizado por quienes ejercen cualquier forma de poder. En la obra histórica de Tácito, titulada ANNALES, hay un capítulo dedicado a las pasiones políticas dominantes en esta clase de personajes.
En el prólogo de la obra citada, el autor esboza la función del léxico político. Trataré de explicarlo para alcanzar a entender lo que hemos estado escuchando en los mensajes reiterativos de nuestros gobernantes.
Cuando esta casta dirige sus mensajes, siempre lo hacen hacia un público que está ausente. En nuestro caso, ellos se encuentran frente a grupos restringidos, o bien en los espacios acondicionados al efecto, acompañado de asesores, maquillistas y expertos en diseño y composición de imágenes. Nosotros, los receptores, estaremos frente a los aparatos de difusión masiva, privados de apreciar gestos primarios y reacciones inmediatas del emisor del mensaje.
Esta ventaja le brinda la oportunidad al político de liberarse de sus inseguridades y sus miedos; además, le permite el uso de recursos psicológicos y formales para captar la simpatía de quienes lo ven y escuchan.
Siempre se dicen impulsados por fuerzas ajenas a su persona: la pobreza, el sufrimiento, la inseguridad, las calamidades y dolencias son males y circunstancias que padecen únicamente los gobernados. Y en función de otorgarles el alivio que demandan, se deciden por opciones que -lejos de aminorárselos- se los acentúan.
Es célebre la respuesta que da María Antonieta de Austria, reina de Francia, cuando le informan que el pueblo tiene hambre porque carece de pan, respondiendo que en todo caso comieran pasteles.
Felipe Calderón hizo una aseveración tan insulsa como la de tal realeza. Ante las protestas crecientes que han provocado su pretendida reducción de subsidios a servicios y el incremento notable de la pobreza, aseguró que los pobres podrían “ahorrar dinero contante y sonante” consumiendo menos agua y menos electricidad.
También nos dice que aumentará la cobertura universal de los servicios de salud; pero se contradice en su proyecto de egresos, al plantear una reducción del 46% en la inversión de nuevas clínicas y hospitales, restringiendo así la cobertura del seguro popular.
El lenguaje de los políticos, asevera Tácito, está plagado de contradicciones profundas conscientes o inconscientes, aunque obedecen a una ideología específica de la cual sí tienen plena conciencia. Por eso el recurso reiterativo de ciertas expresiones clave, cuya ubicación en la estructura del mensaje hacen cambiar el sentido del mismo o da lugar a interpretaciones diversas.
También suelen hablar en tercera persona, es decir, Felipe Calderón habla de Felipe Caderón. El presidente de México habla de la presidencia de México. El gobernador del estado habla del gobierno del estado. Escuchamos a “Juanito” hablar de “Juanito”, delegado electo por Iztapalapa. Y de esta manera evaden compromisos directos.
El léxico del político abarca tres etapas: Su campaña electoral, el primer año de ejercicio del poder y la primera crisis a que tiene que hacer frente. Los tres momentos le servirán para construir o reconstruir las relaciones de poder.
Concluyo: Estamos entrampados entre una caterva de políticos “pop”: Hablan para el pueblo pero trabajan para los ricos. Juntan rencores y sofocan impaciencias. Políticos que se explican en el contexto de su indignidad.
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