domingo, 11 de enero de 2009

La democracia de la laringe*


El discurso político monológico de Calderón.
Los efectos de la crisis financiera por la que transita nuestro país, no ha sido estimada a cabalidad. Sin embargo, las expresiones optimistas en demasía de nuestros aprendices de brujo en el gobierno, se siguen transmitiendo empecinadamente provocando ira y saciedad en los gobernados.

La etiología de la crisis en comento, la encontramos en la bolsa y los bancos de los Estados Unidos de Norteamérica, desencadenándose cual efecto dominó por todo el mundo y convirtiéndose en una crisis global.

A pesar de los avisos previsibles que se le hicieron oportunamente al señor Calderón, a fin de que tomara las medidas cautelares para reducir los impactos, éste optó por estimular una espiral inflacionaria con la instrumentación y aplicación de estrategias equivocadas, tales como las alzas generalizadas a las tarifas de combustibles, la reducción de los subsidios aplicados al consumo doméstico de la electricidad y la contención de los salarios.

El abuso con que operaron los grandes grupos financieros alimentó el peor de los escenarios económicos, en obvio perjuicio de las grandes mayorías. Con ello, se presume una parálisis o retroceso del crecimiento económico, arrastrándonos al temido hoyo negro de la recesión, con repercusiones que se traducen en la elevación de los índices de la pobreza y el surgimiento de estallidos sociales.

Carente de legitimidad el gobierno del espurio se la ha pasado dando palos de ciego. Va el hombre-títere de la plutocracia instalada buscando adjetivos convincentes para paliar los enojos populares. Más como mula de noria, siempre regresa a los mismos postulados, a las mismas fórmulas de un liberalismo que ya huele a rancio.

Los programas de emergencia se repiten bajo un motivo ley: la protección de los grandes capitales. Con fraseología y títulos rimbombantes para impactar a las audiencias, aunque los engaños dejaron de ser consumibles, el hombre pontifica desde el staf exprofeso: “Nos corresponde ser solidarios y anteponer a México por encima de los intereses personales, de grupo o de partido”.

Los dos exhortos sustantivos, solidaridad y nacionalismo, no concitan la conciencia social pues el demandante carece de los mismos. Felipe calderón, al igual que su antecesor Vicente Fox, ha exhibido su vocación protectora hacia los grupos del poder económico. Las evidencias lo confirman:

Para el presente año nuestro país requiere de la creación de un millón 200 mil empleos en la economía formal, cantidad que de ninguna manera está considerando paliar, al menos, el rezago histórico que data de cinco lustros y que en cifras asciende a 13.5 millones de plazas.

A ese déficit debemos agregar la disminución del poder adquisitivo de los salarios, el recorte y modificación de los contratos-ley y colectivos, así como el cambio al sistema pensionario y de jubilaciones que impuso a los servidores públicos.

Sin embargo, y sin especificar un número de unidades laborales que se pudieran generar, anuncia una inversión de dos mil 200 millones de pesos para ampliar un sistema de empleo temporalero, genialidad de los sesudos tecnócratas, para mitigar las exigencias de trabajo. Naturalmente que tales empleos temporales carecerán de prestaciones elementales.

En un arranque de generosidad equitativa, Felipe Calderón les entrega a los empresarios dos mil millones de pesos para consolar sus enojos y no caigan en las prácticas de los paros técnicos y/o despidos. A eso –tal vez- se refería con la expresión “solidaridad”.

Además les “concede paternalmente” graciosa autorización a los desempleados para piñonear sus cuentas individuales para el retiro, con montos superiores a los reglamentarios a fin de que “refaccionen” sus infortunios mediante el engaño a sus apetencias. En otras palabras, les ofrece la soga para que se ahorquen en el futuro.

Después de acalambrarnos con 37 incrementos a las gasolinas, principal desencadenante de la inflación que llegó a niveles aproximados al 7%, decide plantarse por el presente año. La hinchazón en los costos de la canasta básica también la congela por lo pronto, pues no podrá evadir los efectos de las leyes de la oferta-demanda.

En lo relativo al gas, el año anterior tuvo un aumento del 60% en su costo. Esto hace que lo estemos pagando al precio de países de primer mundo. Pero ahora, con su ñoña filantropía de gobernante espurio, declara que aplicará un descuento de 10% en beneficio de la economía familiar.

Por cuanto a la electricidad, César Hernández en su libro “La Reforma Cautiva” nos dice que mientras que en nuestro país el costo promedio que pagan los usuarios del servicio eléctrico es de 66 dólares (sin considerar el subsidio que por cierto lo van disminuyendo bimestralmente), en Canadá pagan 27 dólares y en Estados Unidos 35 dólares.

En el “Acuerdo Nacional…” únicamente se otorgan descuentos a las grandes empresas, aplicando el criterio elitista que ha caracterizado a los gobiernos panistas. Los usuarios del servicio doméstico seguiremos en la chilla con los aumentos bimestrales y el retiro gradual del subsidio.

Promete también aumentar los créditos a la vivienda. Sin embargo, y en el colmo de la paradoja, se filtra la noticia sobre la venta a empresas extranjeras de montos de deuda vencida de 523 mil 418 créditos a la vivienda, tanto del Infonavit como del Fovissste, exponiendo al desalojo a los deudores en perjuicio de sus familias.

La transparencia en el gasto público, como arcaica promesa, ha pasado sin pena ni gloria. Sabemos de la rapacidad que domina en todos los círculos de gobierno. La corrupción va de la mano con la impunidad. ¿Cómo creer en el personaje chaparrito, pelón y de lentes si él mismo constituye en sí y para sí una mentira como gobernante?

Subyace en el “Acuerdo Nacional en Favor de la Economía Familiar y el Empleo para Vivir Mejor” la pretensión de los beneficios políticos. Populismo, en su connotación más negativa, para ser precisos.

Congratularse con la sociedad a la que ha golpeado insistentemente, ofrecer una válvula de desahogo a la presión para evitar que estallidos, de consecuencias impredecibles, pudieran presentarse como protesta y rebeldía, ante los severos daños económicos, políticos y sociales que le ha endilgado, es lo que constituye el propósito fundamental del susodicho Acuerdo.

La nula credibilidad hacia la figura presidencial y sus instituciones, ha llegado a rangos de preocupación. Por eso ha decidido gestar lo que tanto criticaron: el populismo. Y no le queda de otra, ante los pésimos resultados de la economía neoliberal.

Las ayudas temporaleras no mejorarán las condiciones críticas de la sociedad, mucho menos garantizan el silencio y el status-quo. Los conceptos demarcatorios de cada uno de los cinco pilares del mencionado plan anticrisis, deberán entenderse a partir del contexto electoral que se avecina. Así se inicia la campaña demagógica para inducir sufragios. Así pretenden abatir las condiciones míseras de existencia de la población.


*La connotación peyorativa del concepto demagogia, surgió cuando Ticídides llamó al régimen de Pericles “la democracia de la laringe”.

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