miércoles, 28 de enero de 2009
Dejemos de ser pendejos
Después que se le descubrió la fortuna obtenida como gobernador del estado de México, y al exigirle que “diera la cara” para que rindiera cuentas ante la sociedad mexiquense, Arturo Montiel Rojas prefirió declinar sus aspiraciones de ser candidato a la presidencia en favor de Roberto Madrazo Pintado.
Le jalaron la cobija, como vulgarmente se dice, quedando expuesta la podrición de su conducta pública. Riqueza impúdica. Riqueza vergonzante. Sin embargo, su cinismo llegó al colmo cuando se publicó la noticia que daba cuenta sobre los movimientos bancarios hechos por su hijo Arturo Montiel Yáñez y que representaban un monto de 35 millones de pesos. Era la cereza del pastel, puesto que ya arrastraba una larga cauda de corrupción. Pues bien, cuando fue cuestionado al respecto, el señor Montiel padre, mondo y lirondo, aseveró que su vástago no era nada tonto.
Manuel Bribiesca Godoy, exesposo de la señora Martha Sahagún, fue tan descarado como aquél para justificar las corruptelas de sus hijos Manuel y Jorge, especializados en el tráfico de influencias, lo que les estaba proporcionando un enriquecimiento desvergonzado sin parangón. La exigencia paterna demandaba que dejaran en paz a sus hijos, puesto que lo único que estaban haciendo era aprovechar su momento, en obvia referencia a la condición de la madre de éstos como consorte del Presidente Vicente Fox.
“No ser tontos y aprovechar el momento” son los argumentos típicos que ondean los corruptos para escalar niveles de poder y enriquecerse mediante raterías simuladas, contando –obviamente- con la impunidad garante y el silencio cómplice de los gobernantes. Ellos son los “VIVOS” del sistema que tienen al país de rodillas.
Uno de los más destacados intelectuales que ha tenido la humanidad, lo fue el escritor Arturo Ulsar Pietri. Aunque venezolano de origen, trascendió las fronteras a través de su producción literaria y su tesis titulada “Sembrar el petróleo”, que hacía alusión a que los recursos fiscales generados por la exportación de este recurso, deberían destinarse a la construcción de infraestructura para el desarrollo integral de los países productores.
Pues bien, cuando fue galardonado con el premio de humanidades “Príncipe de Asturias” (1992) fue entrevistado. En el contexto de la misma, y al cuestionarlo sobre cómo se sentía al recibir el premio de referencia, dijo sentirse como un reverendo pendejo entre los vivos, causando tal impacto cultural en la sociedad venezolana que hasta una asociación civil se creó al respecto.
Pero bien pudiéramos decir que tal sentimiento no es privativo de Ulsar Pietri. Todos estamos representando en nuestra tragicomedia nacional el papel de pendejos ante un poder dominado por una élite de vivos.
En sus monólogos lúdico-filosóficos Facundo Cabral nos confiesa que su abuelo, coronel de la milicia, sólo les tenía miedo a los pendejos por ser muchos, motivo por el cual le resultaba imposible cubrir tal frente. Pero además, enfatiza que los pendejos, por ser mayoría, resultan peligrosos ya que llegan a elegir hasta… ¡el Presidente!
Y pues sí, ya ven que la mayoría de pendejos que constituimos los mexicanos, elegimos a un presidente loco, llamado Vicente Fox; y ahora estamos de agachones y deshuevados soportando a un chaparro no sólo de estatura física, sino intelectualmente, y a quien ya se le ha hecho bolas el engrudo.
El vivo es el oportunista, el tracalero, el corrupto, el adulador, el mediocre, el cínico, el abusivo, el tramposo, el simulador, el que roba de la hacienda pública, el mentiroso y engañabobos. Mientras el pendejo es quien tiene conductas honestas, íntegras, éticas, quienes son incapaces de robarse nada, que defienden la democracia, la libertad, la honestidad y la dignidad.
Este es el México del revés. Pero, sin embargo, nosotros los pendejos no sólo estamos obligados a denunciar a los vivos, sino que hay que aislarlos, separarlos, fastidiarlos y librarnos de ellos, porque al fin y al cabo los pendejos somos los que construimos los valores, la cultura y la historia.
Ya vienen los candidatos (“vivos”) a diputados federales, quienes harán las clásicas promesas vanas a los pendejos. ¿Por qué no les damos una lección, nosotros los pendejos, y los mandamos a freír espárragos a la cocina de la mayor de su familia? Saquemos la casta de la dignidad y tengamos vergüenza para repudiarlos. ¡Vaya, dejemos de ser pendejos!
Ahora que… no se trata de estar de acuerdo sino de hacer lo más eficaz para salvarnos a nosotros mismos. Tú decides cómo dejar de ser pendejo. ¿De acuerdo?
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