miércoles, 7 de enero de 2009
El derecho a la rebelión
Vilma Núñez de Escorcia, destacada militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional y luchadora incansable por la defensa de los Derechos Humanos, en una entrevista hizo la siguiente declaración enérgica: “Cuando todos los espacios se cierran, el derecho a la REBELIÓN es completamente legítimo”.
El problema está en las condiciones en que se manifieste dicha rebelión. La resistencia pacífica ha quedado plenamente rebasada ante el poder ejercido por los cínicos, a quienes no les causa estragos en lo más mínimo. Las protestas que se dan en las calles son descalificadas de antemano por los periodistas mercenarios de la televisión, quienes nos endilgan imágenes editadas respaldadas por la lectura de un guión, redactado cuidadosamente con estridencias, tergiversando el sentido de la propias protestas.
Para un público cautivo que se regodea en una pasividad mediatizada, los prejuicios son el sustento para compartir la opinión. Lo que se mira y se escucha en la televisión es lo que existe, es la única realidad que opera en las mayorías. De este modo, de manera sutil, los dueños del poder político y económico regulan la presión social.
La sociedad atribulada construye sus propios vomitorios para lanzar sus reclamos y expresar inconformidades. Sin embargo la chilla se pierde en la sordidez del silencio, en la justificación ideológica del “no se puede”, o bien con la indiferencia de los gobernantes. Y así se estaciona el desahogo personal, sin retorno positivo alguno.
Más cuando las masas se convierten en un alto riesgo para los intereses del poder, recurren entonces a un instrumento eficaz: EL MIEDO.
Sí… el miedo social ha sido instalado para terminar con nuestras aspiraciones, para desarticular nuestras rebeldías, para destruir nuestras luchas de resistencia. Un miedo social que se ha entronizado en el terrorismo de Estado con desapariciones forzadas, arraigos y encarcelamientos, torturas y delaciones falsas. Terrorismo de Estado que nos aísla y paraliza, que se comporta como bestia civilizadora para robarnos la identidad.
¿Qué identidad tienen los exbraseros, las viudas de los mineros sepultados en Pasta de Conchos, las víctimas de Acteal y Aguas Blancas? ¿Dónde quedó la identidad de los niños que han sido abusados sexualmente por políticos, sacerdotes y empresarios? ¿Dónde la de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez?
Salvemos la memoria, porque será la catapulta única que nos quede para rescatar la dignidad social. Y termino citando a Claudia Korol, Secretaria de Redacción de América Libre. Ella nos dice: “Cambiamos de año, pero no cambiamos de vereda. Llevamos en el cuerpo todas las cicatrices de las resistencias. Llevamos todos los dolores de las ausencias que nos acompañan. No nos olvidamos. No nos reconciliamos. No nos resignamos.”
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