lunes, 3 de noviembre de 2008
Los que recularon
Juan Pérez y Raúl Morón traen muchos
virus en su disco duro; por lo tanto,
necesitan reconfigurarse.
Tal vez por no importunar la castidad del oído pudiera sustituir “recular” por “retroceder”. Sin embargo, el eufemismo no les causaría el desvanecimiento de la culpa a quienes se les endilga el “tonitronante” verbo. Mantendremos, pues, el intransitivo, al fin y al cabo que les queda a modo a quienes – ya acostumbrados- “andan a reculones”.
Actores indispensables en la historia de la humanidad han sido tales personajes “tipo”: claudicantes que invocan el retorno a las genuflexiones, aunque mirando hacia otro lado, o que reclaman la obediencia, sin gesticulación alguna, para tragar los sapos que son defecados por los nuevos aristócratas del poder.
La anemia de sus convicciones les ha hecho abjurar de su pasado rebelde. Pronto se acostumbraron a la fetidez de las atarjeas. Y en el cieno de la hipocresía diagnosticaron su desahucio para sucumbir en la cobardía de la renuncia.
Declarativos y con lenguaje oficioso, censuran el activismo de quienes mantienen las luchas contra las necedades de los políticos de “bajo perfil”. Y ahora resulta que Juan Pérez demanda de los disidentes de la Sección XVIII que pongan de su parte (?) porque su nosotros, que es la cordura, ya hicieron lo que les correspondía: demandar, como la estupidez obligada en pluscuamperfecto.
Al cobijo de las consignas pragmáticas y lucrativas deambula el pelotón de claudicantes bajo consignas establecidas por la Alianza por la Unidad Democrática, una tribu perredista subsidiaria de la dupla Morón-Pérez.
Es tal su indigencia cerebral que se niegan a tocar con la razón un territorio que prefieren incompresible: la educación. Y su utopía del atraso la han consolidado en la Secretaría de Educación en el Estado.
Y la pregunta obligada, ¿por qué el gobernador se empeña en mantener su cautiverio con personajes tan silvestres? El canguelo también se instala en las esferas del poder. Tal vez sea por eso. Sólo en la urdimbre tribal del PRD pudiéramos encontrar la claridad de la respuesta.
En los empeños por someter al control a esos disidentes han extraviado el rumbo. Alarmados por su incapacidad emplean un recurso desesperado: fingir demencia para olvidar sus orígenes; de ahí que les cause revuelo cuando la insurgencia de los democráticos acosan las grietas alternas en los que despachan estos gitanos, espacios que les permiten mantener el gozo de la oportunidad vergonzante de ser irresponsables. Y para combatir a quienes los evidencian, se valen de la mentira y la difamación deliberadas: el robo, la violencia y el saqueo… tal es la geografía de su imaginación.
Los conflictos se resuelven o se disuelven. Tal es la lógica de los tecnólogos que pretenden aplicar. Por eso provocan, para inducir a las fuerzas represoras del estado a fin de que los diluyan. Todo en aras de conservar su poder enano.
Sí, no cabe duda que la fascinación del poder les engendró, en su espacio común, entreguismos y simplismos hasta el exceso. Y lo común, lamentablemente, suele tornarse en costumbre y regla.
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