El enojo es una constante que se aprecia en los llamados telefónicos transmitidos en el programa “Micrófono Abierto”. La decepción de la democracia, si es que se le puede llamar así a esto que vivimos, constituye el denominador común en la catarsis cotidiana que se nos abre durante dos horas bajo los auspicios de la paciencia y tolerancia del Dr. Abdiel López Rivera.
Mezcla de ira contenida con una sensación de impotencia. Arrebatos verbales que denotan afanes reprimidos por acabar con esta pesadilla. Y la pregunta obligada: ¿Qué hacer con un sistema podrido que se ufana con arrogancia de tratarnos como masa descerebrada?
Carecemos de una cultura política. Nuestra ignorancia al respecto la han estado cultivando pacientemente politicastros que buscan sólo beneficios para enriquecerse clavando el diente en las arcas públicas. Somos un pueblo cautivo de las imágenes manipuladoras de la televisión. Nos castraron la conciencia implantándonos mundos imaginarios.
Reconocer nuestras limitaciones no debería ser ofensa a nuestra dignidad. Una dignidad queha sido pisoteada por quienes nos gobiernan. Y a propósito, ¿quién cree usted que nos gobierna?
En México existen dos poderes: El Poder Legal, que ejercen los que “supuestamente” elegimos; y el Poder Real, mejor conocido como Poder Fáctico. Este poder lo ostentan los dueños del dinero y los medios masivos de comunicación. Los primeros son unos burócratas obedientes de los segundos. Ambos invierten para engañarnos. Nos despersonalizan para convertirnos en objetos. No tienen escrúpulos.
La manipulación pública en la que quedan atrapadas nuestras emociones, aunado a nuestra falta de cultura política, nos hace perder toda esperanza y caer en la adicción al conformismo. El clásico “para qué hacer” si ya todo está decidido, es una constante que se expresa a fin de paralizarnos. Y asesinan nuestra confianza.
Debemos juntar nuestra valentía. Debemos reunir nuestra indignación. Vencer nuestros miedos.
Para acabar con la manipulación de los partidos políticos, hay que impulsar las candidaturas ciudadanas con personas ajenas al despotismo malicioso que predomina en los partidos políticos, personas diferentes a esas mafias que arrastran una cauda de corrupción. Personas que evidencien honestidad, rectitud, afanes de servicio, deseos de trascender.
También tendríamos que revalorar nuestras instituciones representativas a fin de que renazca nuestro espíritu democrático, lo que implicaría nuevos retos, tales como impulsar modificaciones sustanciales para propiciar la participación directa del pueblo. El plebiscito sería una de las figuras jurídicas obligadas.
¿Suena fácil verdad? Todos sabemos que impulsar la decencia en los políticos y exigir la honestidad en los “riquillos” es harto difícil. Pero los futuros se construyen de sueños. Por eso, quiero compartir con ustedes lo que expresa Antonio Tabucchi, escritor italiano, autor del libro “Sostiene Pereira”:
Mezcla de ira contenida con una sensación de impotencia. Arrebatos verbales que denotan afanes reprimidos por acabar con esta pesadilla. Y la pregunta obligada: ¿Qué hacer con un sistema podrido que se ufana con arrogancia de tratarnos como masa descerebrada?
Carecemos de una cultura política. Nuestra ignorancia al respecto la han estado cultivando pacientemente politicastros que buscan sólo beneficios para enriquecerse clavando el diente en las arcas públicas. Somos un pueblo cautivo de las imágenes manipuladoras de la televisión. Nos castraron la conciencia implantándonos mundos imaginarios.
Reconocer nuestras limitaciones no debería ser ofensa a nuestra dignidad. Una dignidad que
En México existen dos poderes: El Poder Legal, que ejercen los que “supuestamente” elegimos; y el Poder Real, mejor conocido como Poder Fáctico. Este poder lo ostentan los dueños del dinero y los medios masivos de comunicación. Los primeros son unos burócratas obedientes de los segundos. Ambos invierten para engañarnos. Nos despersonalizan para convertirnos en objetos. No tienen escrúpulos.
La manipulación pública en la que quedan atrapadas nuestras emociones, aunado a nuestra falta de cultura política, nos hace perder toda esperanza y caer en la adicción al conformismo. El clásico “para qué hacer” si ya todo está decidido, es una constante que se expresa a fin de paralizarnos. Y asesinan nuestra confianza.
Debemos juntar nuestra valentía. Debemos reunir nuestra indignación. Vencer nuestros miedos.
Para acabar con la manipulación de los partidos políticos, hay que impulsar las candidaturas ciudadanas con personas ajenas al despotismo malicioso que predomina en los partidos políticos, personas diferentes a esas mafias que arrastran una cauda de corrupción. Personas que evidencien honestidad, rectitud, afanes de servicio, deseos de trascender.
También tendríamos que revalorar nuestras instituciones representativas a fin de que renazca nuestro espíritu democrático, lo que implicaría nuevos retos, tales como impulsar modificaciones sustanciales para propiciar la participación directa del pueblo. El plebiscito sería una de las figuras jurídicas obligadas.
¿Suena fácil verdad? Todos sabemos que impulsar la decencia en los políticos y exigir la honestidad en los “riquillos” es harto difícil. Pero los futuros se construyen de sueños. Por eso, quiero compartir con ustedes lo que expresa Antonio Tabucchi, escritor italiano, autor del libro “Sostiene Pereira”:
“Soñar con los ojos abiertos… Si los hombres sueñan son hombres libres. Los hombres que dejan de soñar están muertos. Es preciso soñar los deseos. El sueño en la cama, durante la noche, no interesa, interesa a los psicoanalistas”.
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