martes, 10 de marzo de 2015

Entre la democracia y la burocracia




Francisco RIVAS LINARES

El diccionario Merriam Webster, en su edición a la Enciclopedia Británica, define: “La burocracia es el gobierno basado en la arbitrariedad y la rutina”.

México no vive en democracia. Sus ciudadanos no eligen, sólo sufragan. A los ciudadanos se les excluye de las decisiones que les afectan. A los ciudadanos no sólo se les miente, sino se les engaña.

Por eso México no vive en democracia. Vive en una burocracia viciosa, arbitraria, tramposa, truculenta  y rutinaria. Esa es nuestra realidad.

Nuestras tragedias nos van doblegando. Caminamos a pasos cancinos y parece que la indiferencia poco a poco se va adueñando de nuestra identidad. Se habla de desaparecidos. Se dice de ejecutados, desollados, desmembrados, secuestrados… y lentamente vamos quedando atrapados en círculos cada vez más estrechos.

Políticos atolondrados dominan la escena nacional. Políticos rastreros que sólo saben rendir pleitesía al ícono del Tlatoani apoltronado en la cúpula del poder, al que le queman incienso, olvidando que éste siempre acabará por tiznar al ídolo.

Políticos autistas que viven en mundos imaginarios, extraños, donde no sucede nada. Políticos de ignorancia supina. Cuando el Comité de las Naciones Unidos les cuestionó reiteradamente sobre el alcance de las investigaciones en el escabroso asunto de las desapariciones forzadas, la base de datos al respecto y sobre los programas de protección para testigos y denunciantes, enmudecieron.

Cuando Juan José López Ortega, miembro de comité de la ONU les preguntó ¿cuántos funcionarios públicos han sido retirados de sus cargos en conexión con las investigaciones que se está realizando en torno a los casos específicos de Tlatlaya e Iguala? Hubo desconcierto, hubo silencio.

Por su parte Amnistía Internacional les aseguró el haber documentado casos de secuestros y desapariciones en el que las fuerzas de seguridad mexicanas, incluido el ejército, “han apoyado o se han hecho de la vista gorda con la actividad de bandas criminales. Y hubo silencio. Y quien calla, otorga, reza la sabiduría popular.

Los padres y los ciudadanos hemos perdido la confianza en la capacidad del gobierno. Sospechamos, incluso, que se ha convertido en coautor de los hechos, ya sea por acción, omisión, ineptitud, desidia, complicidad e incluso integración total a las mafias. Divagan en la credulidad de que aceptamos su buena disposición, mientras que encontramos simulación, farsa y mentiras en sus procedimientos.

Después de que han cometido el abuso de iniciar y ordenar la desaparición y en algunos casos la ejecución, en manos de la institución municipal, con la cooperación de la policía de Iguala, que no han aceptado ni esos cargos en manos del estado, han abordado el problema, con actos que indican que su mayor anhelo no es la justicia, sino dejar esto como acto personal de José Luis Abarca y María de loa Ángeles Pineda. No se dan cuenta que con sus mismos actos, manifiestan la complicidad tan mencionada. Y desde ese nivel se ratifica que se trata de un crimen de estado.


El célebre filósofo del siglo XVII sir Francis Bacon, dejó para la posteridad la contundencia de la frase: “Es más fácil que la verdad surja del error que se comete cuando se miente, que de la confusión causada por la aseveración mentirosa”. ¿Sabrán entenderla en su crasa ignorancia los políticos empoderados? Yo les concedo el beneficio de la duda.

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