Francisco RIVAS LINARES
El
diccionario Merriam Webster, en su edición a la Enciclopedia Británica, define:
“La burocracia es el gobierno basado en la arbitrariedad y la rutina”.
México
no vive en democracia. Sus ciudadanos no eligen, sólo sufragan. A los
ciudadanos se les excluye de las decisiones que les afectan. A los ciudadanos
no sólo se les miente, sino se les engaña.
Por
eso México no vive en democracia. Vive en una burocracia viciosa, arbitraria,
tramposa, truculenta y rutinaria. Esa es
nuestra realidad.
Nuestras
tragedias nos van doblegando. Caminamos a pasos cancinos y parece que la
indiferencia poco a poco se va adueñando de nuestra identidad. Se habla de
desaparecidos. Se dice de ejecutados, desollados, desmembrados, secuestrados… y
lentamente vamos quedando atrapados en círculos cada vez más estrechos.
Políticos
atolondrados dominan la escena nacional. Políticos rastreros que sólo saben
rendir pleitesía al ícono del Tlatoani apoltronado en la cúpula del poder, al
que le queman incienso, olvidando que éste siempre acabará por tiznar al ídolo.
Políticos
autistas que viven en mundos imaginarios, extraños, donde no sucede nada.
Políticos de ignorancia supina. Cuando el Comité de las Naciones Unidos les
cuestionó reiteradamente sobre el alcance de las investigaciones en el
escabroso asunto de las desapariciones forzadas, la base de datos al respecto y
sobre los programas de protección para testigos y denunciantes, enmudecieron.
Cuando
Juan José López Ortega, miembro de comité de la ONU les preguntó ¿cuántos
funcionarios públicos han sido retirados de sus cargos en conexión con las
investigaciones que se está realizando en torno a los casos específicos de
Tlatlaya e Iguala? Hubo desconcierto, hubo silencio.
Por
su parte Amnistía Internacional les aseguró el haber documentado casos de
secuestros y desapariciones en el que las fuerzas de seguridad mexicanas,
incluido el ejército, “han apoyado o se han hecho de la vista gorda con la
actividad de bandas criminales. Y hubo silencio. Y quien calla, otorga, reza la
sabiduría popular.
Los padres y los ciudadanos hemos perdido la confianza en la capacidad
del gobierno. Sospechamos, incluso, que se ha convertido en coautor de los
hechos, ya sea por acción, omisión, ineptitud, desidia, complicidad e incluso integración
total a las mafias. Divagan en la credulidad de que aceptamos su buena
disposición, mientras que encontramos simulación, farsa y mentiras en sus
procedimientos.
Después de que han cometido el abuso de iniciar y ordenar la
desaparición y en algunos casos la ejecución, en manos de la institución
municipal, con la cooperación de la policía de Iguala, que no han aceptado ni
esos cargos en manos del estado, han abordado el problema, con actos que
indican que su mayor anhelo no es la justicia, sino dejar esto como acto
personal de José Luis Abarca y María de loa Ángeles Pineda. No se dan cuenta
que con sus mismos actos, manifiestan la complicidad tan mencionada. Y desde
ese nivel se ratifica que se trata de un crimen de estado.
El célebre filósofo del siglo XVII sir Francis Bacon, dejó para la
posteridad la contundencia de la frase: “Es más fácil que la verdad surja del
error que se comete cuando se miente, que de la confusión causada por la
aseveración mentirosa”. ¿Sabrán entenderla en su crasa ignorancia los políticos
empoderados? Yo les concedo el beneficio de la duda.
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