Francisco RIVAS LINARES
La retórica de la democracia es
un ejercicio que con destreza desarrollan quienes ejercen el poder político.
Ellos hablan y hablan con una verborrea incontenible, sin reparar que
frecuentemente caen en gazapos y estupideces.
Comprender el fenómeno del poder
político es tanto como perderse entre galimatías y derroteros laberínticos. Son
tales sus enredos cantinflesco que ni el propio expositor encuentra el sentido,
mucho menos el significado de lo que dijo, pero que sí denota su falta de
claridad en las ideas. Por ejemplo:
La corrupción es un tema casi
humano que ha estado en la historia de la humanidad. Yo sí creo que hay un tema
cultural lamentablemente que ha provocado corrupción. Ser presidente de México
da ñañaras (Fox). Ni nos perjudica ni nos beneficia sino todo lo contrario
(LEA). Estamos ambos cuatro (Fox). Estamos trabajando las 24 horas del día y
partes de la noche (Sócrates Rizo) Sí es mi voz pero no soy yo (Mario Marín
sobre las grabaciones telefónicas con Kamel Nacif). A este señor le falta lo
que a mí me sobra: ovarios. (Xóchitl Gálvez al gobernador de Nuevo León,
Rodrigo Medina)
Divorciados de la realidad en que
se debaten sus gobernados, construyen sus propios entornos paradisiacos, con el
vano empeño de imponérnoslo a punta de comerciales. Tanto la publicidad como
instrumento de control y la represión de las expresiones sociales, fueron
estrategias de freno y antídoto que les dio resultado en el pasado; pero en el
presente, no.
Repetirnos hasta la saciedad que
México se atrevió a cambiar o que el país está en movimiento a partir de un
conjunto de reformas que más que esperanzadoras resultan perturbadoras, y cuyos resultados son desconocidos aún,
resultan ser slogans propios para mentalidades infantiles. Igual calificativo
merecen los que nos aseguran de manera atrevida y sin rubor que los índices
delincuenciales han disminuido, cuando las estadísticas indican todo lo
contrario.
Todo esto es una prueba de su
falta de sensatez y una ofensa a la inteligencia de los mexicanos, pues
carentes de un discurso político bien estructurado y convincente, recurren a su
fraseología tradicional.
La publicidad oficial que el
gobierno federal impone, resulta demasiado oneroso para el pueblo. Sólo en el
primer año de la presente administración, se invirtieron 4 mil 195 millones de
pesos; y en los primeros siete meses del presente año, se han gastado 198
millones 402 mil pesos, siendo la televisión el medio de mayor preferencia en
el cual se aplicaron.
Administrar la abundancia para
acabar con la pobreza es una mentira reiterada cada primero de septiembre. Programas
sexenales que prometen alcanzar el propósito, han resultado un fiasco. Pronasol, con Salinas de Gortari. Progresa con Ernesto Zedillo. Oportunidades con Vicente Fox. Oportunidades/pisos firmes con Felipe
Calderón. Y ahora nos endilgan Prospera.
Los pobres dan votos. Eso bien lo
saben los susodichos policastros y por lo tanto hay que aumentar su número y
administrarles sus miserias, sin olvidar, obviamente, publicitarse como sus
protectores.
A nadie engañan. El pasado dos de
septiembre, cuando se regodeaban en el país virtual que se construía en el
tinglado de Palacio Nacional, el Foro Económico Mundial daba a conocer el
derrumbe de México al lugar 61 del Índice de Competitividad Global 2014-2015.
También el Banco de México volvía
a bajar por octava ocasión, el estimado crecimiento económico para el país, de
2.56 a 2.47. El Foro Económico Mundial bajó a México del lugar 49 al 53 en su
estabilidad macroeconómica, especificando, además, las ocho notables
desventajas competitivas que tiene: Corrupción, Regulación tributaria,
Ineficiencia de la burocracia pública, Crimen y violencia, Acceso al
financiamiento, Tasas tributarias, Inadecuada infraestructura, Regulaciones
laborales restrictivas, e Inadecuada educación de la fuerza laboral.
Sí, México se está moviendo, pero
hacia atrás. Enrique Peña Nieto “no ha empezado a construir el edificio de su
grandeza y ya se está desmoronando; debe temerle al veredicto de la
posteridad.”
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