Francisco RIVAS LINARES
“A mí me la persignan” Con esta
expresión tan propia del argot de los mexicanos, se suele presumir todo género
de inmunidad. Con un “a mí me la persignan” se busca neutralizar cualquier ataque
opositor; expresión señera que hace presumir, a quien la suelta, que nada ni
nadie podrá causarle daño alguno.
En 2008 el entonces obispo de
Ecatepec, estado de México, Onésimo Cepeda, venía enfrentando una acusación por
fraude procesal, denuncia presentada desde octubre de 2007 por la sociedad
mercantil panameña Arthinia Internacional S.A. El caso cobró singular pasmo
cuando, al ser cuestionado el prelado al respecto, de manera altanera retó a
las autoridades para que ejercieran acción penal en su contra con esa frívola
expresión: “A mí me la persignan”.
Los escándalos que frecuentemente
testimoniamos a través de diversos registros en vídeos, investigaciones
periodísticas, grabaciones telefónicas o cualquier otro recurso propio de las
tecnologías en voga, han reforzado los estados cínicos de los politicastros que
se apoltronan en curules, escaños, secretarías de estado, ministerios,
magistraturas, direcciones, jefaturas, etc., porque al fin y al cabo tienen la
seguridad de que a ellos las leyes con sus autoridades se la persignan.
Fraudes, saqueos, cohechos,
chantajes, mochadas, diezmos, robos, en fin, constituyen un serial de
corrupción con el que agreden brutalmente a la ciudadanía. Y no obstante la
denuncia pública que les exhibe, siempre quedan mondos y lirondos porque a ellos… “se la persignan”.
A Servando Gómez Martínez,
ampliamente conocido por el mote de “La Tuta” y cabeza del cártel de los
Caballeros Templarios, se la persignan y por eso sigue soltando videos para
exhibir a personajes del medio político recibiendo indicaciones, sus
indicaciones, sobre pagos de cuotas y derechos. Sí, a Servando Gómez, La Tuta,
se la están persignando.
A Rodrigo Vallejo Mora, alias El
Gerber, sólo se le juzgará por el delito de encubrimiento, delito menor que le
permitirá obtener el beneficio de la fianza y quedar en absoluta libertad. ¿Por
qué? Pues porque a Rodrigo Vallejo Mora se la persignan.
La denuncia que el periódico
Reforma hiciera sobre un supuesto caso de corrupción entre el edil de
Zitácuaro, Juan Carlos Campos, y el diputado federal Ernesto Núñez, ha quedado
en el limbo. ¿Por qué? Pues porque a los dos se la están persignando.
Las arcas del gobierno de nuestro
estado siguen vacías como consecuencia de la pésima administración de Cárdenas
Batel y Leonel Godoy sin que hasta la fecha haya responsable alguno. Y es que
también a ellos se la están persignando.
Los maestros de la Coordinadora
del Magisterio no acatarán las disposiciones reformistas de la autoridad
central sin que medie sanción alguna. ¿Por qué? Pues porque a los maestros de
la Coordinadora del Magisterio se la persignan.
Cuauhtémoc Gutiérrez, Carlos
Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo, Humberto Moreira, los propietarios de
la guardería ABC, los hermanos Bribiesca Sahagún, Rafael Moreno Valle, Amado
Yáñez Osuna de la empresa Oceanografía, Germán Larrea, Mario Marín… Y así
pudiéramos seguir enumerando casos de cinismo en la que todos se encuentran
inmunes ante la autoridad federal y/o estatal, porque simple y sencillamente se
las están persignando.
Sí, esta singular expresión “a mí
me la persignan”, es uno de los muchos síndromes de la élite política, de la
oligarquía privilegiada, de esos que han llegado a desarrollar un desprecio
profundo hacia la mayoría social. De esos que se sienten dignos de trazar su
empatía sólo con los catrines.
Sí, esta singular expresión “a mí
me la persignan” es propia de un clasismo desbordado, absoluto y arbitrario, en
cuyo reducido universo social no existe frontera entre lo correcto y lo
incorrecto.
Juan Luis Vives, humanista,
filósofo y pedagogo español, dijo para la posteridad: “No hay espejo que mejor
refleje la imagen del hombre que sus palabras.”
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