miércoles, 3 de septiembre de 2014

A mí me la persignan



Francisco RIVAS LINARES


“A mí me la persignan” Con esta expresión tan propia del argot de los mexicanos, se suele presumir todo género de inmunidad. Con un “a mí me la persignan” se busca neutralizar cualquier ataque opositor; expresión señera que hace presumir, a quien la suelta, que nada ni nadie podrá causarle daño alguno.

 

En 2008 el entonces obispo de Ecatepec, estado de México, Onésimo Cepeda, venía enfrentando una acusación por fraude procesal, denuncia presentada desde octubre de 2007 por la sociedad mercantil panameña Arthinia Internacional S.A. El caso cobró singular pasmo cuando, al ser cuestionado el prelado al respecto, de manera altanera retó a las autoridades para que ejercieran acción penal en su contra con esa frívola expresión: “A mí me la persignan”.

 

Los escándalos que frecuentemente testimoniamos a través de diversos registros en vídeos, investigaciones periodísticas, grabaciones telefónicas o cualquier otro recurso propio de las tecnologías en voga, han reforzado los estados cínicos de los politicastros que se apoltronan en curules, escaños, secretarías de estado, ministerios, magistraturas, direcciones, jefaturas, etc., porque al fin y al cabo tienen la seguridad de que a ellos las leyes con sus autoridades se la persignan.

 

Fraudes, saqueos, cohechos, chantajes, mochadas, diezmos, robos, en fin, constituyen un serial de corrupción con el que agreden brutalmente a la ciudadanía. Y no obstante la denuncia pública que les exhibe, siempre quedan mondos y lirondos porque a ellos… “se la persignan”.

 

A Servando Gómez Martínez, ampliamente conocido por el mote de “La Tuta” y cabeza del cártel de los Caballeros Templarios, se la persignan y por eso sigue soltando videos para exhibir a personajes del medio político recibiendo indicaciones, sus indicaciones, sobre pagos de cuotas y derechos. Sí, a Servando Gómez, La Tuta, se la están persignando.

 

A Rodrigo Vallejo Mora, alias El Gerber, sólo se le juzgará por el delito de encubrimiento, delito menor que le permitirá obtener el beneficio de la fianza y quedar en absoluta libertad. ¿Por qué? Pues porque a Rodrigo Vallejo Mora se la persignan.

 

La denuncia que el periódico Reforma hiciera sobre un supuesto caso de corrupción entre el edil de Zitácuaro, Juan Carlos Campos, y el diputado federal Ernesto Núñez, ha quedado en el limbo. ¿Por qué? Pues porque a los dos se la están persignando.

 

Las arcas del gobierno de nuestro estado siguen vacías como consecuencia de la pésima administración de Cárdenas Batel y Leonel Godoy sin que hasta la fecha haya responsable alguno. Y es que también a ellos se la están persignando.

 

Los maestros de la Coordinadora del Magisterio no acatarán las disposiciones reformistas de la autoridad central sin que medie sanción alguna. ¿Por qué? Pues porque a los maestros de la Coordinadora del Magisterio se la persignan.

 

Cuauhtémoc Gutiérrez, Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo, Humberto Moreira, los propietarios de la guardería ABC, los hermanos Bribiesca Sahagún, Rafael Moreno Valle, Amado Yáñez Osuna de la empresa Oceanografía, Germán Larrea, Mario Marín… Y así pudiéramos seguir enumerando casos de cinismo en la que todos se encuentran inmunes ante la autoridad federal y/o estatal, porque simple y sencillamente se las están persignando.

 

Sí, esta singular expresión “a mí me la persignan”, es uno de los muchos síndromes de la élite política, de la oligarquía privilegiada, de esos que han llegado a desarrollar un desprecio profundo hacia la mayoría social. De esos que se sienten dignos de trazar su empatía sólo con los catrines.

 

Sí, esta singular expresión “a mí me la persignan” es propia de un clasismo desbordado, absoluto y arbitrario, en cuyo reducido universo social no existe frontera entre lo correcto y lo incorrecto.

 

Juan Luis Vives, humanista, filósofo y pedagogo español, dijo para la posteridad: “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.”

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