Francisco RIVAS LINARES
Semanalmente Enrique Galván Ochoa
remite a sus suscriptores una encuesta relacionada con temas económicos,
políticos o sociales que se encuentren dominando la opinión pública en el
momento.
Los resultados de la encuesta son
publicados en el diario La Jornada los días sábados y sus porcentajes
constituyen el pulso ciudadano por cuanto a la aceptación o rechazo de tal o
cual acto de gobierno, cuyas repercusiones son evidentes en la sociedad.
En la presente semana, la
pregunta planteada fue: Después del proceso de aprobación de las reformas
estructurales, ¿cuál es tu opinión sobre la clase política? ofreciéndonos seis
opciones de respuesta: excelente, buena, regular, mala, pésima y ninguna. El
94% marcó la opción pésima, porcentaje
que denota el rango en que el ciudadano ubica a estos personajes
El desprestigio en que se
encuentran inmersos quienes se dedican a la política, tiene como fundamento una
cuestión ética: Su deshonestidad. Sus prácticas parlamentarias, en este caso
quienes asumen la representación de la ciudadanía en los congresos, no son
congruentes con la realidad de espanto en que viven las familias del país.
Las decisiones que van tomando
obedecen más a la satisfacción de los intereses del gran capital, ocasionando
mayor pobreza en las clases marginadas que, lamentablemente, constituyen la
mayoría de la población.
Los parámetros ideológicos
dominantes, en este caso los del libre mercado, abaten cualquier oposición o
resistencia que suelen aplicar las mayorías, a través de manifestaciones
diversas. La burguesía, dueña no sólo del poder político-económico sino incluso
de los aparatos de difusión masiva, las neutralizan con el mismo pueblo, a
quienes incitan para combatirlas con invocaciones seudodemocráticas.
“Todos los políticos son
iguales”. Tal es la proclama dominante con la cual no sólo están descalificando
al político de manera personal, sino incluso –y por extensión- a la política en
general.
En los meses últimos, y a raíz de
las reformas ya en vigor, el cuestionamiento hacia los políticos se ha desatado
con mayor enjundia. La filtración y exhibición de cantidades millonarias de
dinero que les son asignados sin mediar razón alguna, hacen suponer la
prostitución de su conciencia.
Los diezmos o mochadas que se
embolsan por la consecución de presupuestos extraordinarios para los municipios
y/o distritos que representan, así como sus personales peculios incrementados
con subvenciones ordinarias y extraordinarias, los bonos, las prebendas y
canonjías, vienen a constituir su botín de élite.
Agreguémosle a lo anterior, los
videos en los que se exhiben como servidores fidelísimos hacia la delincuencia
organizada, pachangas y francachelas en
las que gastan los dineros públicos, todo eso, en su conjunto, es lo que
provoca el alejamiento de amplios sectores de la población hacia la clase
política.
Lucrar con el poder por encima
del interés general ya resulta ser una cuestión desregulada y anómica; y, por
lo mismo, es lo que ha hecho lanzar el
grito “estamos hasta la madre”, grito de un pueblo agobiado por los
resentimientos acumulados y que en el hartazgo en cualquier momento puede
provocar una reacción incontrolable de funestas consecuencias.
El doctor e investigador Oscar
Diego Bautista, autor de temas tan polémicos como “Ética para corruptos” y “La
ética y la corrupción en la política y la administración pública”, expresa:
“Quien asume un cargo público debe tener un perfil básico constituido por al
menos tres elementos: Capacidad para el
cargo; Lealtad a la Constitución y a su comunidad no al partido ni sus
intereses particulares; y tercero, virtud
y sentido de justicia. Es el perfil mínimo. Cuando estos criterios no están
presentes llegan los improvisados, se
practica el nepotismo, la injusticia y la corrupción.”
Saber esto nos provoca
sufrimiento al ver la casta de políticos que están tomando decisiones en el
nombre de todos, una casta dominada por el individualismo cuya pretensión es
alcanzar el éxito personal.
Ya vienen las elecciones. Seamos
cuidadosos con nuestro sufragio. Investiguemos la trayectoria de las opciones y
ejerzamos con responsabilidad nuestro derecho a elegir.
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