miércoles, 9 de noviembre de 2011
Libertad de expresión y políticos temporaleros
Profesor Francisco RIVAS LINARES
En el acervo de la literatura mexicana destaca el libro “Canek, historia y leyenda de un indio maya” escrito por Ermilo Abreu Gómez.
El personaje de la obra, Jacinto Canek, fue un indígena maya que vivió de 1730 a 1761. Encabezó una rebelión indígena contra los españoles, convirtiéndose así en uno de los precursores de nuestra independencia. Su osadía le costó la vida, ya que fue sentenciado “… a ser roto vivo, atenaceado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas al viento”, acciones consumadas el 14 de diciembre de 1761.
Ermilo Abreu Gómez fue un destacado historiador y ensayista, miembro de la Academia Mexicana de la lengua. Falleció en la ciudad de México el 14 de julio de 1971.
Este escritor plasmó el pensamiento de Canek en la obra que he citado al inicio de este escrito. De la misma, tomo un fragmento para desarrollar mi tema en esta colaboración. Transcribo:
“Canek dijo: ¿Y para qué quieren libertad si no saben ser libres? La libertad no es gracia que se recibe ni derecho que se conquista. La libertad es un estado del espíritu. Cuando se ha creado, entonces se es libre aunque se carezca de libertad. Los hierros y las cárceles no impiden que un hombre sea libre, al contrario: hacen que lo sea más en la entraña de su ser. La libertad del hombre no es como la libertad de los pájaros. La libertad de los pájaros se satisface en el vaivén de una rama; la libertad del hombre se cumple en su conciencia”.
Tener conciencia es el darnos cuenta, conocer nuestro entorno, sus incidencias, tener capacidad para identificar los factores que influyen en nuestro desarrollo social y personal. Tener conciencia nos faculta no sólo para elaborar y expresar opiniones y juicios, sino para decidir los caminos por los cuales queremos transitar. Nuestra conciencia nos define como sujetos pensantes.
La democracia se cimenta sobre las libertades; y una de ellas es la libertad de expresión. Cuando la ONU sesionó por primera ocasión en 1946, declaró que “la libertad de información es un derecho humano fundamental… y el punto de partida de todas las libertades”.
La libertad de expresión es el recurso por excelencia para la práctica de la democracia y la participación pública. Sin embargo cuando se ejercita para incitar a la intolerancia y al odio, deben operar controles a fin de proteger otros derechos humanos.
Vivimos la efervescencia del proceso electoral. Son los tiempos de los políticos temporaleros en el que suelen ejercer su libertad de expresión apelando a las vísceras más no a la racionalidad de los ciudadanos. Las notas necrológicas se emplean para golpear a los adversarios. Las máscaras hipócritas derraman lágrimas de glicerina y se desgarran las vestiduras para culpar a los “otros” de las desgracias de un pueblo hundido en sus miserias: económica, educativa, social, cultural… miserias cultivadas ex profeso para convertir a la pobreza en recurso de utilería electorera.
La muerte campea por el territorio nacional. Y ante la muerte los políticos se destacan por su histrionismo, su crispación, sus paños negros, sus conductas delirantes, su esperpento… todos los recursos cínicos para tocar la sensiblería y arrastrar a las masas para sufragar.
¿Por qué no les damos una lección a estos falsos profetas del orden, el progreso y el respeto y los botamos fuera de nuestras instituciones en lugar de votarlos en las urnas? El premio Nobel de Literatura, José Saramago, en la última página de su novela "Ensayo sobre la ceguera” escribió un diálogo breve que dice: ¿Por qué nos hemos quedado ciegos? No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón. ¿Quieres que te diga lo que estoy pensando? Dime. Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. ¿Ciegos que ven? Ciegos que, viendo, no ven.
Pregunto: ¿acaso nosotros también somos ciegos que, viendo, no vemos?
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
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