miércoles, 14 de septiembre de 2011
Un discurso decorativo
Foto: La Jornada
Francisco RIVAS LINARES
“Todo lo que los hombres han sido, todo lo
que ha creado su genio, todo lo que su razón
ha ponderado, todo ha sido hecho por la
discusión y la crítica”.- Edward Gibbon.
Lejos de evocar la heroicidad de los cadetes defensores del Fuerte de Chapultepec, acontecimiento relevante para nuestra historia nacional, la oradora oficial y oficialista de la ceremonia conmemorativa lanzó un panegírico exultante para alagar a Felipe Calderón.
Con fuertes críticas a quienes cuestionan la gestión presidencial y apresurándonos a reconocer lo que calificó como avances significativos, conmino a la sociedad a no perderse en discusiones vanas para atender lo fundamental.
Más no precisó lo que para ella son “discusiones vanas”. Ni lo hizo tampoco en la definición de “lo fundamental”. Las discusiones desatadas son una respuesta ante los acontecimientos que urgen de soluciones; y éstas se han llevado con responsabilidad, encontrando alternativas para solventar los embrollos en que nos han metido.
Lo que pasa es que la actitud estulta del o los receptores, les hace ser omisos a lo que se les propone, encerrándose en una burbuja de poder que les hace flotar en sus fantasías delirantes. Ni nos ven ni nos escuchan, como la malograda expresión del personaje de triste memoria, hoy convertido en mentor de los politicastros que nos dominan, Carlos Salinas de Gortari.
Rememorando a Salvador Allende, el Presidente Mártir de la república de Chile, en su célebre discurso pronunciado en la Universidad de Guadalajara en 1972, aseveró: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, y en tal mentís está atrapada la cadete disertadora.
La pobreza, el desempleo, la inseguridad, la violación a los derechos humanos, la corrupción en las instituciones, los abusos de la autoridad incompetente, tales son los flagelos que nos han dejado instalados y de los que ahora se nos conmina a no discutirlos. Nos suponen castrados de la conciencia y nos reclaman obediencia y sometimiento.
El discurso seguramente fue supervisado, cuando no elaborado, previamente. No podían aventurarse a los riesgos de la rebeldía espontanea. Los juicios leídos no plantean un proyecto de cambio inspirado en los valores cívicos. Reclaman estoicismo ante la hambruna que se cierne, valentía ante la adversidad concretada en los “daños colaterales” de una guerra tontiloca. Ese es el mensaje que subyace en el panegírico de marras.
Me resisto a suponer la cosificación de la oradora, a que fuera utilizada como boca de ganso de los grupos patriarcales. A que se haya erigido como eco y no como voz propia. Pero en estos tiempos y con la derecha ideológica engallada, eso y más es factible de ser.
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
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