viernes, 30 de septiembre de 2011
De imágenes y promesas
Francisco RIVAS LINARES
“Me mueve un compromiso inconmovible
e inquebrantable por el que no importa que más
de una vez sea fácilmente refutado por
mis argumentos pero no por mis convicciones.”
Isaac Moctezuma Perea
La imagen de los candidatos que se proyectan en las pantallas televisivas, muestran impulsos hipócritas, sonrisas fingidas y gestos estudiados frente a los concurrentes de sus actos proselitistas. Pretenden generar reacciones de agitación que se interpreten como apoyos multitudinarios.
Frente a un tinglado, cuya parafernalia ofende a la pobreza de los asistentes al acto, los candidatos trasudan promesas idénticas acompañadas de una gestualidad recomendada, seguramente, por sus asesores de imagen.
Silvano Aureoles se adelanta para alzar en brazos a un niño indigente, lo muestra en vilo y le planta un beso en su mejilla. Las cámaras tomaron la imagen de un personaje que percibe el mundo basado en el Hombre. Luego, en entrevista a los medios, expresa las vicisitudes que tuvo que sortear durante su infancia y juventud, lo que le muestra como persona de carácter, vencedora de adversidades y firmeza en las convicciones.
Fausto Vallejo denota la imagen de parsimonia que se adquiere con la edad. Quiere ser percibido como pacifista, el hombre que en la tercera edad ejerce un control sobre sus emociones. Por eso no se enrola en controversias y opta por manejar un discurso que trasluzcan sus experiencias. Se sabe el decano de los candidatos y quiere aprovechar tal condición para despertar certidumbre en los electores potenciales.
Luisa María Calderón se traza una imagen de optimismo, seguridad que le concede el saberse hermana del Presidente de la República, lo que le da un cierto status. No obstante, se esfuerza por construir una idea de sencillez, alguien que entiende el sufrimiento como condición prima del impulso materno. Hace ostensible su deseo de ser vista como miembro de las familias de los electores y por eso la difusión del mote amoroso que le diera su padre: Cocoa.
Ninguno da la sensación cualitativa del liderazgo. Ninguno conecta sus discursos con la credibilidad. Hay poca simpatía y mucho arrastre.
En la biopolítica se asienta que “… la promesa es el lugar de encuentro entre el pasado y el futuro en el presente”. Esto significa que las promesas lanzadas por la clase política, están acordes “con la concepción que ésta tenga de la historia”.
La subjetividad rige en lo que se promete. Esa visión falsa que los políticos se construyen a partir de sus buenos deseos. Por eso hacen ofrecimientos bajo el supuesto de lo que el electorado quiere escuchar, perdiéndose, en consecuencia, todo rasgo de objetividad. Por eso el fracaso de las promesas, por eso su banalidad.
Calderón, Vallejo y Aureoles prometen lo mismo. La añeja cadena de promesas-mentiras se vuelve a engarzar. Son sus buenos deseos, sólo eso, puesto que lo que es bueno para sí será buenos para los demás.
¿Qué concepciones históricas albergarán en la conciencia de los tres candidatos, en asuntos torales como la educación, la salud, la seguridad, etc., que les permitan establecer compromisos claros y objetivos?
Hagamos un ejercicio: ¿Cuál es el concepto histórico que tiene Felipe Calderón sobre la intervención del Estado en la regulación del mercado? Los resultados están a la vista, un Estado no intervencionista y liberador de las fuerzas mercantes y, por tanto, permisivo a la codicia que estimula riquezas en grupos reducidos.
Lo mismo sucederá con las promesas de los tres candidatos que nos ocupan. Bajo el pleno desconocimiento de lo que subyace en lo que prometen, sólo nos queda hacer un análisis de su trayectoria y procedencia política. Su consistencia de ideales. Su desempeño en la ruta.
¿Qué sabemos de Luisa María Calderón? ¿Qué de Fausto Vallejo? ¿Qué de Silvano Aureoles? Es tiempo de auditarles sus diligencias y valorar los resultados. Es tiempo de que actuemos con cultura política y dejar de ser tratados como rebaño corporativo de asociaciones, sindicatos y partidos. Es tiempo de superar la mediocridad.
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martes, 20 de septiembre de 2011
La instauración del matriarcado
Foto: La Jornada Michoacán
Francisco RIVAS LINARES
“El fin justifica los medios”
MAQUIAVELO
El 20 de octubre de 2009 publiqué en este blog, "La Palabra y el Hombre",un artículo titulado Los Tartufos ilustrados. En él expongo el uso tramposo del lenguaje que suelen hacer los políticos para engañar a la ciudadanía, uso que los lingüistas han identificado como el lenguaje de la politicidad.
Ahora que se encuentran en pleno fragor las campañas de los aspirantes al Solio de Ocampo, slogans y pródigas promesas constituyen sus factores de enlace con el pueblo sufriente y desollado por la violencia, promesas subordinadas, obviamente, a la utopía. Su propósito, hacernos bailar al son de su gusto.
Considerando al lenguaje de la politicidad como un recurso con fuerte carga manipuladora, los candidatos recurren a iconos para establecer semejanzas y generar con ellos respuestas programadas. Así, por ejemplo, la madre.
En el ser del mexicano, la madre es oscuridad y claridad. Ser perfecto que encarna la santidad por su abnegación y perfección. La madre es el impulso primario para alcanzar nuestro desarrollo, la que nos da forma en el presente para alcanzar el futuro. En ella se conjugan cualidades que nos potencian desde el nacimiento: hospitalidad, ternura y sacrificio.
Si una aspirante al gobierno de nuestro estado utiliza el icono de la madre, la estará cosificando para alcanzar metas personales. Luisa María Calderón al preguntarse ¿quién soy? Se responde… bien fácil… una mujer que es madre. Y enumera las cualidades que se adjudica, para sí, como atributo: valiente, sacrificada, incansable, trabajadora, amorosa; una madre que regaña y castiga, distribuye y pone orden.
Luisa María Calderón promete gobernarnos como las mamás gobiernan sus casas. Esto significa que Cocoa nos verá y procurará como hijos, mas no como ciudadanos. Y nosotros tendríamos que verla y respetarla como nuestra mamá, Mamá Cocoa. Ella será la primera en levantarse y la última en acostarse, la que nos parará en el rincón por pelearnos, la que habrá de castigarnos por portarnos mal. Y no nos levantará el castigo hasta que pidamos perdón.
El recurso no invita a la reflexión sino a la sensiblería, no encuadra en los dictados de la lógica. La pobreza como campo fértil para invocar una orfandad ilusoria, que estimule los deseos ocultos de concretar los anhelos de la presencia de una madre protectora.
Supone, pues, que los michoacanos no hemos alcanzado nuestra madurez intelectual, que adolecemos de serios problemas emocionales y de comportamiento; en fin, que estamos desmadrados y que ante el desmadre en que tenemos la casa, necesitamos no una gobernante, sino una mamá.
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Un discurso decorativo
Foto: La Jornada
Francisco RIVAS LINARES
“Todo lo que los hombres han sido, todo lo
que ha creado su genio, todo lo que su razón
ha ponderado, todo ha sido hecho por la
discusión y la crítica”.- Edward Gibbon.
Lejos de evocar la heroicidad de los cadetes defensores del Fuerte de Chapultepec, acontecimiento relevante para nuestra historia nacional, la oradora oficial y oficialista de la ceremonia conmemorativa lanzó un panegírico exultante para alagar a Felipe Calderón.
Con fuertes críticas a quienes cuestionan la gestión presidencial y apresurándonos a reconocer lo que calificó como avances significativos, conmino a la sociedad a no perderse en discusiones vanas para atender lo fundamental.
Más no precisó lo que para ella son “discusiones vanas”. Ni lo hizo tampoco en la definición de “lo fundamental”. Las discusiones desatadas son una respuesta ante los acontecimientos que urgen de soluciones; y éstas se han llevado con responsabilidad, encontrando alternativas para solventar los embrollos en que nos han metido.
Lo que pasa es que la actitud estulta del o los receptores, les hace ser omisos a lo que se les propone, encerrándose en una burbuja de poder que les hace flotar en sus fantasías delirantes. Ni nos ven ni nos escuchan, como la malograda expresión del personaje de triste memoria, hoy convertido en mentor de los politicastros que nos dominan, Carlos Salinas de Gortari.
Rememorando a Salvador Allende, el Presidente Mártir de la república de Chile, en su célebre discurso pronunciado en la Universidad de Guadalajara en 1972, aseveró: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, y en tal mentís está atrapada la cadete disertadora.
La pobreza, el desempleo, la inseguridad, la violación a los derechos humanos, la corrupción en las instituciones, los abusos de la autoridad incompetente, tales son los flagelos que nos han dejado instalados y de los que ahora se nos conmina a no discutirlos. Nos suponen castrados de la conciencia y nos reclaman obediencia y sometimiento.
El discurso seguramente fue supervisado, cuando no elaborado, previamente. No podían aventurarse a los riesgos de la rebeldía espontanea. Los juicios leídos no plantean un proyecto de cambio inspirado en los valores cívicos. Reclaman estoicismo ante la hambruna que se cierne, valentía ante la adversidad concretada en los “daños colaterales” de una guerra tontiloca. Ese es el mensaje que subyace en el panegírico de marras.
Me resisto a suponer la cosificación de la oradora, a que fuera utilizada como boca de ganso de los grupos patriarcales. A que se haya erigido como eco y no como voz propia. Pero en estos tiempos y con la derecha ideológica engallada, eso y más es factible de ser.
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
martes, 13 de septiembre de 2011
CONVOCATORIA
(Imagen: Libertad guiando al pueblo)
Se convoca a todo el pueblo de México a NO asistir a ninguna celebración pública con motivo de las fiestas de Independencia convocada por los gobernantes.
Las condiciones de seguridad en el país NO son adecuadas para asistir a éste tipo de actos, además, al no asistir, estaremos dejando SOLOS a los gobernantes, SOLOS, COMO ELLOS HAN DEJADO AL PUEBLO DE MÉXICO. Que las diferentes plazas del país estén VACIAS cuando salgan a dar el grito de Independencia.
¡YA BASTA! Los gobernantes están para servir al pueblo, NO para servirse del pueblo.
¡YA BASTA! De permanecer callados, el pueblo de México debe despertar. El gobierno de Calderón sólo ha traído desempleo, pobreza, inseguridad y miles de muertos. Y lo único que ha demostrado es una gran incapacidad para gobernar, si no ha sabido gobernar mejor QUE RENUNCIE.
¡YA BASTA! De mantener a los zánganos Diputados y Senadores con nuestros impuestos. ¡YA BASTA! De permitir 16 mil millones de pesos para el IFE, cuando hay millones de Mexicanos que viven en la pobreza extrema.
¡DESPIERTA MÉXICO!
*NO LO BORRES NI LO GUARDES, ¡REENVÍALO!
jueves, 8 de septiembre de 2011
Marcelo Ebrard Casaubon:Entre el lamento y el glamour
Foto: Revista Contralínea
Por Francisco RIVAS LINARES
“El jefe nunca se equivoca; y si se equivoca, vuelve a mandar”
Desde siempre ha circulado un impreso con las catorce normas del jefe. Tal vez usted, amable lector, podrá recordar algunas como las siguientes: El jefe siempre tiene la razón; El jefe no llega tarde, tuvo una reunión importante; El jefe sabe lo que hay que hacer; El jefe no grita, tiene la voz fuerte; El jefe no comete errores, comprueba la capacidad de sus subordinados; y por supuesto, la que me sirve de epígrafe para el presente escrito, El jefe nunca se equivoca; y si se equivoca, vuelve a mandar.
Martí Batres olvidó estas normas dominantes y se atrevió a cuestionar el equívoco de su jefe, quien con su asistencia al acto faraónico del 2 de septiembre obsequiaba tácitamente el reconocimiento a la investidura presidencial de Felipe Calderón, rectificando, con ello, su posición rebelde ante el fraude electoral del 2006.
Una de las características del autoritarismo es la exigencia a la conformidad de todos los miembros de un equipo de trabajo. El pensamiento único debe prevalecer sin discrepar con los dictados del jefe, menos aún con sus actos.
Quienes ejercen una forma de poder, tienden a la intolerancia. Negándose a reconocer sus errores y debilidades, reclaman de los otros obediencia y aprobación a sus desvaríos. Y eso fue lo que ocurrió entre Batres y Ebrard. El primero demandó lealtad hacia un compromiso contraído en el zócalo de la ciudad de México, mediante el cual se le negaba el reconocimiento a Calderón como presidente de la República. El segundo, Ebrard, descubierto en su claudicación, eufemismo de la traición, se arrebuja en la subcultura del autoritarismo y de un plumazo cesa al atrevido.
Para Marcelo los diferendos deberán tratarse en la clandestinidad. Si el colaborador se atreve a pensar fuera de los lindes establecidos, entonces se esgrimen las “facultades que me concede la ley”; y erguido sobre una falsa grandeza, se apropia del destino de los otros.
Vuelve así a triunfar la política cerrada de las camarillas. La política de la intransigencia. La política chicharronera. La política globalizadora de identidades. Todos son sinónimos menos yo.
Si como afirma Albert Camus que “en los hombres hay más cosas dignas de compasión que de odio”, en Ebrard se cumple a cabalidad la sentencia. Entendiendo la compasión como un sentimiento de tristeza hacia la desgracia o el mal ajeno, la traición es un estigma maligno y desgraciado que se lleva cual pesado fardo por la vida. Ebrard, desde su origen en la vida política, quedó errado con el signo de Judas en la frente.
Jenaro Villamil da cuenta precisa de la trayectoria de este singular tránsfuga en el artículo titulado Marcelo y las Paradojas del “Equipo Compacto” publicado en su página web el 19 de marzo del presente año.
Incorporado a la política de la mano de Manuel Camacho Solís, ingresó al PRI en los albores de la década de los 80s. Después, brincó al Partido Verde Ecologista, donde lo cobijaron con la diputación (1997-2000). Luego fue candidato a la Jefatura del Gobierno del DF por el Partido Centro Democrático fundado por Camacho Solís, para saltar al PRD en el año 2005, bajo la sombra de Andrés Manuel López Obrador.
Y ahí está, ahora, como gobernante del DF y aspirante a la Presidencia de la República. Más para designar a su sucesor con el procedimiento del dedazo, para desbrozar el camino a la Jefatura a Carlos Navarrete, prominente “chucho”, quita al más firme oponente que se vislumbraba en el horizonte: Martí Batres.
El pirrurris lasallista concretó su entreguismo. La traición se le hizo costumbre, la hizo su regla. Debió quedarse mejor en el glamour de su hondureño noviazgo, digno de Paty Chapoy.
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
martes, 6 de septiembre de 2011
Del pesimismo de la realidad al optimismo de la voluntad
Por Francisco RIVAS LINARES
“La razón arrogante es una
forma de la ignorancia.”
Carlos Pereda.
“La educación es como la joya de la corona de mi gobierno”, presumió Leonel Godoy el 15 de febrero de este año, en su informe regional celebrado en la ciudad de Apatzingán.
La aseveración derivó otro alarde, tal vez más atrevido, pues ubicó a nuestro estado como el único que por ley está garantizando una educación gratuita, laica, obligatoria y de calidad, desde la básica hasta la universidad. Y remató: “Somos punta de lanza en el país, incluso, estamos más allá de lo que dispone la Constitución.”
Un día después, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico declaró: “México necesita medio siglo para alcanzar niveles como los de Corea del Sur o Finlandia”, países cuya calificación los ubica como los de mayor logro educativo entre los 34 países que integran la OCDE.
José Narro, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, consideró a su vez que el requerimiento para alcanzar los niveles educativos deseados, deberían estimarse, para nuestro alivio, sólo tres lustros.
Los quince o cincuenta años que nos distancian de la calidad educativa, no constituyen un aliento para presumir el servicio como la joya de la corona, ni aún pretendiéndolo establecer como el fiel de la balanza en el contorno mediocre que avasalla a la educación en el país. Ser el mejor entre los mediocres, no resulta alentador.
El desvarío de marras se reduce a una propaganda estratégica para consumo doméstico. Si la calidad educativa exige, además de suficientes y actualizados docentes, de recursos necesarios para el manejo de contenidos de enseñanza pertinentes, ninguno de los rubros señalados se cumple como para caer en petulancias inútiles.
Ejercitando la memoria, recordamos que cuatro meses después de rendir protesta como gobernador del estado, la propia SEE denunció, a través de su delegado administrativo Noé González Guzmán, la existencia de más de 7 mil aviadores a los que llamó con el eufemismo de extraviados, cifra a la que se le agregarían mil 185 comisionados y que sumadas ambas llegaban a constituir el 12% del total de trabajadores de la educación.
Tal era la causa por la que un sinnúmero de grupos escolares estuvieran careciendo de la atención de un profesor, en perjuicio –obvio- de la calidad en el servicio. Y aunque si bien les fuera designado posteriormente, las semanas y/o meses que no lo tuvieron les ocasionó un rezago que difícilmente lo llegaron a superar.
Pero el gobierno optó por fingir demencia y no volvió a tratar el escabroso asunto. Todo por evitar confrontarse con las diferentes expresiones sindicales, principales beneficiarios de tales pifias administrativas. De manera que debemos inferir que el problema persiste.
La gratuidad del servicio constituye otra afirmación acelerada. Si bien la reforma al artículo 138 de la Constitución Política estatal, plasma que el estado y sus municipios están obligados a impartir educación preescolar, primaria, secundaria, media superior y superior de manera gratuita, la realidad es que las escuelas no cuentan con recursos propios para su cabal cumplimiento, por lo que tienen la necesidad de idear formas de evadir el ordenamiento.
Las sociedades de padres de familia constituyen el instrumento clave para tal propósito. Tratándose de asociaciones civiles no lucrativas, no quedan sujetas a disposiciones oficiales; y ante la evidencia de las necesidades materiales de la escuela a la que asisten sus hijos, optan por solicitar cuotas al momento de la inscripción y allegarse fondos con actividades diversas durante el año escolar, tales como rifas, bailes, kermés, etc.
Por cuanto a las instituciones media superior y superior, sus ingresos los procuran en la expedición de documentos como credenciales, constancias, duplicados, etc. cuyos montos resultan onerosos.
Y las autoridades tienen el entero de todo lo expuesto pero son permisivas, pues saben que ello constituye un paliativo a las necesidades apremiantes de las escuelas, haciendo nugatorio el ordenamiento de la gratuidad. De manera que calificar al servicio educativo como punta de lanza y joya de la corona resulta una exageración.
Un servicio muy festejado fue el establecimiento del Telebachillerato. Lo montaron sobre la estructura deficiente de la telesecundaria. Cuando la actual secretaria de educación hizo un comentario sobre el decreto presidencial que establecía la deducción de gastos en colegiaturas, declaró que dicho subsidio únicamente beneficiaría al 10% de la población, en tanto que “…permanecen fuertes necesidades de inversión como en infraestructura de telesecundaria”.
Tal reconocimiento nos lleva a cuestionar: ¿Por qué si las telesecundarias adolecen de severas carencias estructurales, se les monta el sistema de telebachillerato que reclama para sí una mayor y complicada infraestructura? Los materiales tuvieron que importarlos del estado de Veracruz y los docentes no cuentan con plazas definitivas porque no han sido creadas, siendo contratados por tiempos limitados.
Sí, les ganó el entusiasmo para cacarear el huevo. Les interesó la estadística aunque no la calidad. Con el optimismo de la voluntad pretenden borrar el pesimismo de la realidad. Y ahora el problema se lo endosarán al próximo gobernante, aplicándole la filosofía popular del dicho que dice: que arrié el que viene atrás.
POR UNA SOCIEDAD SIN AGACHADOS: ¡NO MÁS SANGRE! ¡BASTA DE SANGRE!
jueves, 1 de septiembre de 2011
¿Cuál es su apuesta, señor Presidente?
En una editorial, Ramón Alberto Garza, director general de Reporte Indigo, cuestiona por qué el presidente Felipe Calderón asume una posición tan débil contra la problemática de la industria del juego en México.
Por Ramón Alberto Garza 30/08/2011 - 38 comentarios Categoría: Actualidad
PRESIDENTE FELIPE CALDERÓN
Presente.
Dos días después de la tragedia del Casino Royale, que enlutó a México entero, fui testigo en Monterrey de una de las escenas más indignas para nuestras gloriosas Fuerzas Armadas.
La mañana del sábado 27 de agosto unidades del Ejército mexicano custodiaban algunos casinos de la metrópoli regiomontana.
Unos dicen que los soldados vigilaban que no se repitiera la tragedia en otros casinos; algunos más, que cuidaban el traslado o el decomiso de máquinas tragamonedas. Es lo de menos.
¿Para eso dispuso usted sacar a las calles a una de las pocas instituciones que todavía gozan de la credibilidad y de las simpatías de los ciudadanos? No lo entiendo, Señor Presidente.
¿O es que usted acepta que el uniforme del Ejército o el de la Marina Armada se pongan al servicio de intereses muy particulares, cuestionables y poco claros?
Si la vigilancia para las instalaciones o para la remoción de las tragamonedas en los casinos era indispensable, lo sensato habría sido enviar a las policías locales. Municipales o estatales.
Y si no existiera confianza, a la Policía Federal. ¿O es que tampoco le tiene usted fe a éste que se presume el cuerpo élite de la seguridad nacional?
Lo que estas escenas vienen a demostrar, Señor Presidente, es que, por incompetencia o por complicidad, la estrategia del combate al crimen organizado está terminando por servir a aquellos a los que pretende combatir.
Y es que nadie en su sano juicio puede entender cuál fue la urgencia de que en el sexenio de Vicente Fox se modificaran sustancialmente las leyes y los reglamentos de juegos y sorteos para legalizar la operación de los casinos en México.
El argumento de entonces fue que tenía que romperse el monopolio del juego que estaba en manos de políticos priistas. Porque con ese dinero sucio se apuntalaban las campañas políticas, desde alcaldes hasta presidentes.
De hecho fue su rival en la elección interna del PAN para elegir candidato en el 2005, Santiago Creel Miranda, quien como Secretario de Gobernación alentó la nueva y muy cuestionada legislación.
Un sexenio después, Señor Presidente, no sólo existe el Zar de los Casinos que presuntamente favorece al PRI y al que por cierto su administración intentó consignar sin éxito por posesión ilícita de armas.
Ya se habilitaron también otros zares de los casinos que favorecen al PAN y a otros partidos políticos, en sus ambiciones de conquistar y retener el poder en disputa.
Y si lo duda, pregunte en Monterrey para que le informen cuántas campañas políticas, del PRI y del PAN, son financiadas con ese dinero negro.
Son aportaciones que salen de maletines con efectivo, surtidos por algunos de los poderosos propietarios de esos casinos a los que hoy se envía a nuestro glorioso Ejército a custodiar.
Y si tiene problemas para que le den sus nombres, mande llamar a algunos alcaldes, ex alcaldes y hasta diputados de su partido, el PAN. Alguno de ellos podría explicarle cómo consiguen que un dueño de casinos les regale –desinteresadamente- un helicóptero “para reforzar la seguridad” de la metrópoli regiomontana.
O quizás deba preguntarle a su Secretario de Gobernación el por qué autorizó la operación del Casino Royale y de otros once más, cuando no tienen la aprobación de construcción del municipio, requisito sin el cual no puede avalarse su apertura.
Por eso pocos creen en su discurso, Señor Presidente. Porque esas palabras del “no dejaremos solo a Nuevo León” suenan huecas.
Tan vacías como cuando las dijo ya antes en el mismo Monterrey. Desde los asesinatos de los estudiantes del Tecnológico, pasando por el recuento de los daños del huracán “Alex” y ahora la tragedia del Casino Royale.
Si en verdad quiere usted hacer justicia, debería comenzar por investigar al político que puso a Monterrey y a Nuevo León entero en la ruta del colapso criminal y social que hoy se vive: Natividad González Parás.
La denuncia ya está en sus manos. Se la envió a través de la embajada de México en Estados Unidos, la cuñada del ex gobernador de Nuevo León, Martha Maiz de Zuazua. Con denuncias, testimonios personales e informaciones suficientes para proceder, al menos, a una profunda investigación.
Y si desde que usted asumió la presidencia hizo un llamado a los ciudadanos para que denunciaran todo acto de corrupción, no veo por qué pasan semanas de esa denuncia y la impunidad se mantiene vigente.
¿Con ese desdén se premia el valor civil de una mujer que se decidió a dar la cara y a asumir el costo de una peligrosa denuncia contra un poderoso?
Pero la pregunta de fondo debe estar en preguntarle por qué insistimos en preservar a los casinos, cuando son la excepción y no la regla los que operan bajo el paraguas de la ley.
No sería mejor, Señor Presidente, prohibir la operación de casas de apuestas en las zonas urbanas como la ciudad de México, Monterrey o Guadalajara y autorizarlas sólo en sitios turísticos como Cancún, Acapulco, Vallarta o Los Cabos.
Usted mejor que nadie sabe que una buena cantidad de esos casinos operan hoy como “la banca negra” del crimen organizado.
Por eso es un contrasentido que si usted tiene abierta una guerra contra el narcotráfico, mantenga al mismo tiempo protegidos muchos de esos centros para blanquear sus ganancias.
De ahí la pregunta: ¿Cuál es su apuesta, Señor Presidente?
Esperemos que no sea la de exponer a nuestros soldados a poner en riesgo el respeto y el prestigio del cual todavía gozan, como ya lo vimos el pasado sábado 27 de agosto en Monterrey.
Y sí en cambio asumir la responsabilidad de que su antecesor, Vicente Fox, se equivocó al abrir el juego que terminó creando un coctel mortal en el que se mezclan la ludopatía, la ignorancia, la pobreza y las mafias criminales.
¿Se atreverá usted a romper los compromisos del pasado? ¿O son tantas las deudas del presente y los compromisos para futuro que no hay espacios para rectificar?
De poco sirve presentar a un Hank, al “JJ”, a “La Barbie”, a “El Grande”, al Greg o a cuanta mitología se fabrica, si al final de cuentas no hay resultados. Volvemos a la impunidad.
¿Cuántas vidas más, Señor Presidente? ¿Cuánto tiempo más confiándole la seguridad nacional a quien lo mejor que se le puede decir es que va a cumplir dos sexenios de absoluta incompetencia, en una absurda ecuación de más presupuesto y más violencia?
Usted tiene la última palabra. Este primero de septiembre apueste por ella. Apueste por México.
Ramón Alberto Garza
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