martes, 20 de octubre de 2009

LOS TARTUFOS ILUSTRADOS


“No se trata de saber por saber, sino de saber para entender el mundo y entendernos a nosotros mismos”

El acto de la hipocresía no se concreta únicamente en los movimientos y los gestos recursivos de la comunicación. También debemos identificar a los hipócritas en sus expresiones verbales con el conjunto de recursos contextuales de que se valen para tratar de manipular a los auditorios.
En el siglo XVII, Moliere escribió una de sus comedias clásicas bajo el título de Tartufo, en la que denuncia los vicios políticos de su tiempo. El personaje central, llamado Tartufo, se caracteriza por ser un hipócrita que concreta sus pillerías con la aplicación de frases y palabras que no son congruentes con la acción que está desarrollando o pretende desarrollar.
Pues bien, en nuestra clase política abundan los hipócritas o tartufos, quienes dejan al descubierto su personalidad impostora cuando de asuntos sociales, económicos, políticos o culturales se trata.
Hablaré en esta ocasión sobre los usos diferentes que los políticos suelen hacer del lenguaje, pues así como lo hay para las ciencias, lo administrativo, lo jurídico, etc., lo hay para la política denominado lenguaje de la politicidad. De éste se valen gobernantes, congresistas, ministros, y hasta los más modestos activistas de grupos o partidos, y cuyo interlocutor es la sociedad.
El elemento básico para determinar el tipo de lenguaje es el léxico o vocabulario. Lo que en las ciencias implica exactitud y precisión en el mensaje, en el político es ambigüedad, lo que abre un abanico de interpretaciones que les permitirán evadir cualquier compromiso que pudiera representarles un costo a sus aspiraciones.
Por ejemplo, cuando Felipe Calderón nos habla de un impuesto contra la pobreza aplicando la misma tasa impositiva al aristócrata que a los jodidos, procura poner énfasis en la frase contra la pobreza, dejándonos en la dificultad de reconocer la realidad que encubren dichos términos.
Y no le basta con decirlo. Para mayor impacto, aparece en la televisión con una serie de factores comunicativos: la bandera nacional, la tribuna del poder, un auditorio ad hoc predispuesto para el aplauso fácil, etc.
Lo mismo ocurre cuando se adjetivó como el presidente del empleo pero que, en los hechos, ha demostrado ser su antítesis al generar el mayor desempleo de las últimas décadas. Ejemplo evidente lo constituye el exterminio de la compañía Luz y Fuerza del Centro, dejando sin su fuente de trabajo a 44 mil trabajadores.
O cuando aseveró que a Michoacán le iría bien, pero muy bien, en el supuesto de llegar a la presidencia. Nunca fue claro lo que entendía como bienestar para su estado, pues en su temperamento autoritario y beligerante, esta condición estribaba en la aplicación de la violencia para combatir la violencia. Y siendo así, para el señor Calderón a Michoacán le ha ido muy bien. Su mejor prueba son los funcionarios presos y el asalto al palacio de gobierno.
El argumento es otro de los recursos inherentes al lenguaje de la politicidad, pues en él hay más intención manipuladora que de convencimiento. Es en el argumento donde se acentúa la diferencia entre lenguaje político y realidad política; entre lenguaje político e ideología política.
Lo práctico sustituye a las ideas. Por eso el PRI y el PAN son dos partidos que prefieren sacrificar lo sustantivo de sus idearios en aras del pragmatismo, aún y cuando éste perjudique al pueblo del que dicen ser sus representantes.
Con la emblemática frase “Todo por servir a la patria”, asumen decisiones dolorosas pero necesarias. Tal es el simplismo de su tesis. Así construyen un broquel defensivo ante las objeciones sociales; pero en el fondo, al cobijo de un frenesí “patriotero”, construyen sus propios caminos para conservar el poder y alimentar su complejo mesiánico.
Juntos prevén y encauzan la discusión. Juntos se solapan en sus ámbitos de corrupción. Y rehacen sus mensajes adecuándolos a las reacciones de la sociedad agredida. Por eso el PAN apoyó al PRI en el fraude electoral de 1988. Por eso el PRI apoyó al PAN en el fraude electoral de 2006. Tal para cual. Moscas, al fin, que alzan el vuelo llevando el fermento de la podredumbre.
Razonamientos confusos propios a contextos específicos. Protagonistas inter-actuantes para alcanzar en mayoría la imposición de programas fiscales que sangran más a quienes menos tienen.
Pudiera seguir elaborando toda una tipología de la argumentación política, pero por ahora será suficiente citar una “perla” declarativa del político Luis Pazos, presidente de la Condusef, quien argumentando sobre las causas de la pobreza, se atrevió a decir: En México, “no sabemos si los pobres no ahorran porque son pobres, o son pobres porque no ahorran”

No hay comentarios: