viernes, 9 de octubre de 2009

"Lolita" y "Memoria de mis putas tristes". El ayer y el presente


“El censor decide por los demás. Decide, a pesar de lo que opinen los demás. Y lo hace, desde luego, sin el consentimiento de los otros”. Manifiesto conceptual contra la censura.

En 1955, el escritor Vladimir Nabocov publicó su novela titulada Lolita, en la que narra los deseos y relaciones sexuales de un profesor con una niña de doce años, hija de una viuda con quien contrajo nupcias y que murió trágicamente al enterarse, mediante la lectura del diario personal de su conyuge, de sus confesiones obsesivas por la criatura.
La niña, quien se llama Dolores y razón por la cual le dicen Lo o Lolita, despierta los irrefrenables deseos de posesión en su padrastro, relaciones sexuales que se concretan después de su orfandad en diversos moteles en los que se hospedarían durante su largo peregrinar por los Estados Unidos.
Aún y cuando el autor de la novela ubica la trama en la ficción, la obra fue calificada en su momento como pornográfica por suponer el acto perverso de la pedofilia, prohibiendo su publicación durante algunos años. Sin embargo, la obra rompió la censura por la calidad de su narrativa, llevándola inclusive a su producción cinematográfica hasta en dos ocasiones (1962 y 1997)
Lolita se convirtió en un personaje símbolo, ya que suele llamársele con tal nombre a las núbiles seducidas por adultos. La novela ha sido considerada como una obra de avanzada en dos sentidos: desafío a la censura y desafío magistral de la lengua y de construcción.

Memoria de mis putas tristes es una historia contada por el premio nobel de literatura Gabriel García Márquez. Un periodista jubilado que pasó su vida disfrutando del sexo en los burdeles (más de quinientas putas sucumbieron a sus dotes), decide celebrar su cumpleaños número noventa con una púber de 14 años y además virgen; y para obtenerla, recurre a la meretriz Rosa Cabarcas, dueña de uno de los prostíbulos que llegó a frecuentar, para que le consiguiera la “mercancía”.
Delgadina es el nombre de la niña, misma que dará rienda suelta a las fantasías eróticas del anciano. Al efecto es sedada previamente por la matrona, por lo que al ingresar a la habitación el carcamal, la encuentra dormida quedándose en actitud contemplativa frente a la hermosura de la desnudez tersa.
Habla el personaje: “Aquella noche, descubrí el placer inverosímil de contemplar el cuerpo de una mujer dormida sin los apremios del deseo o los estorbos del pudor”.
La trama de la obra es intensa y vuelve a resaltar la perversidad de la pedofilia: “el cuerpo de un niño o niña carece de valor y les demuestra que su cuerpo está a la venta”.
Los productores cinematográficos encontraron en la obra de García Márquez la calidad suficiente para llevar el argumento a la pantalla. El filme se rodaría en el estado de Puebla con un presupuesto de ocho millones de dólares, financiados por Televisa, Femsa, el gobierno de la entidad y los países de España y Dinamarca. Ana de Armas, una actriz cubana de veintiún años, sería quien asumiera el papel de Delgadina.
Pero no contaban los pretensos productores con la carga significativa que arrastra el gobierno de Mario Marín, el “Gober Precioso”, desde 2005 cuando fue sorprendido en animado diálogo telefónico con el pederasta Kamel Nacif, amigo y compañero de aventuras pedófilas con Succar Kuri, todo a raíz de la publicación del libro “Los demonios del edén” de Lidya Cacho. “Recibir dinero de un gobierno que se vio envuelto en eso, puede desvirtuar la obra literaria de Gabriel García Márquez y lo que el director intenta narrar”.
La ONG Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe se opuso terminantemente a tal propósito, presentando una denuncia “contra quien o quienes resulten responsables, por hechos que pueden ser constitutivos del delito de apología de la prostitución infantil y la corrupción de menores de edad”.
El asunto tocó las fibras sensibles por el conflicto desatado entre Mario Marín y Lidya Cacho, mismo que dejó al descubierto el problema agudo que se vive en el país con la pederastia, una práctica no sólo denunciada entre los profanos, sino incluso en los ámbitos religiosos. Aunado a eso, la escasa o nula atención que las autoridades prestan a tan aberrante delito ha generado actitudes defensivas que rayan en la censura, incluyendo cuestiones de arte.
Y es de cuidar que no se vaya a caer en la “moralina”, esa manera falsa e hipócrita de observar la moral, porque estaríamos en el riesgo de atentar contra la libertad de expresión, un concepto que de por si resulta difícil de definir.
La protesta hizo suspender el proyecto fílmico, al menos temporalmente, a fin de evitar controversias que a la postre induzcan al fracaso económico de la producción. Entre tanto, aquí está la polémica planteada.

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