miércoles, 14 de octubre de 2009

FeCal: un presidente sin ética


“Desde que entró por la puerta de atrás, este gobierno ha mostrado ser fraudulento, mentiroso y golpista”.- Porfirio Muñoz Ledo. Dip. Fed.

La noticia que ha ocupado los espacios de todos los medios, generando a la vez comentarios y discusiones de amplia diversidad, es el exterminio de la empresa paraestatal Luz y Fuerza del Centro mediante un decreto expedido por el ejecutivo federal.
Hay quienes aplauden la acción adjetivándola de valiente. También se vierten críticas severas a la misma, calificándola de absurda y abusiva. Todo en el ámbito de la pluralidad que –como sujetos pensantes- construimos a partir de criterios y reflexiones.
Compartiré con ustedes mis juicios elaborados ante tal acontecimiento, respetando, obviamente, los disensos que estos provoquen.
Tomar decisiones implica la aplicación de tres sentidos: el de la oportunidad, el de la proporción, y el del equilibrio. El primero se refiere a la elección de los momentos y condiciones más favorables que garanticen el éxito en los resultados de lo que se haya decidido. La proporción alude tanto a los procedimientos que se utilizarán como a la valoración de las dificultades que habrán de sortearse. El equilibrio remite a la consideración de las fortalezas y las debilidades que pudieran incidir en la decisión tomada.
Quienes se precien de ser políticos, dirigentes o líderes, deberán tener estos sentidos altamente desarrollados, puesto que cualquier equívoco cometido entraña arrastrar grupos, pueblos o naciones que guían, a dolorosos fracasos.
El país camina por el filo de la navaja. Por todos lados el brote de la inconformidad social es evidente. La pobreza, el endeudamiento, el encarecimiento de los servicios y la desesperación ante la falta de empleos, constituyen un coctel explosivo que nos puede llevar a un estallido social de funestas consecuencias. Por eso cabe preguntarnos: ¿Fue oportuna la decisión de exterminar a la paraestatal eléctrica, hundiendo en la incertidumbre a 44 mil trabajadores activos que de pronto se ubican en el conglomerado de millones de desempleados? ¿Qué tan oportunos son los señalamientos oficiales sobre las prebendas que tienen los trabajadores del SME, cuando se han filtrado las canonjías que se adjudican los legisladores, magistrados, secretarios de estado y demás jerarquía de los poderes?
¿La coyuntura da pie para que se pretenda convencer al país de que no se privatizarán los servicios de la paraestatal, cuando se ha denunciado el otorgamiento que el gobierno hizo desde 1999 a favor de la empresa española WL Comunicaciones S.A. de C.V sobre la concesión para explotar la red de mil 100 kilómetros de fibra óptica por un plazo de 30 años y que no se ha ejercido por la oposición de los trabajadores?
¿Por qué denunciar la “quiebra” económica de la paraestatal, cuando existe un adeudo de 7 mil millones de pesos por usuarios morosos y el nulo pago de dependencias federales , industriales consentidos y empresas privadas?
Por lo expuesto, considero que no se valoró lo suficiente la pertinencia de la decisión que nos ocupa, pues los riesgos superan cualquier condición propicia que garantice la estabilidad social.
Por cuanto a los procedimientos que se utilizaron para dar el “manotazo” al Sindicato Mexicano de Electricistas, destacan tres estrategias: engañar, sorprender e intimidar. El engaño fue el distractor de la negativa de toma de nota de la dirigencia electa del sindicato. La sorpresa, la acometida inesperada a las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro. La intimidación, el envío de correos postales dando un ultimátum a los trabajadores para aceptar su liquidación voluntaria, induciéndolos al no ejercicio de su derecho de amparo.
“Los trabajadores están acostumbrados a exhibir músculo para obtener lo que se proponen”. Así se refería el Secretario del Trabajo, Javier Lozano, a la lucha del SME por el reconocimiento de su dirigente Martín Esparza, en tanto que hipócritamente armaba su propia musculatura con las fuerzas federales.
Una estrategia marginal dirigida a la ciudadanía, se aplica a través de los medios de comunicación masiva en los que se sataniza la resistencia y movilización, responsabilizando inclusive a los trabajadores en resistencia de posibles actos de sabotaje al servicio de energía eléctrica.
Tales estrategias han provocado estados de rebeldía y la unión de la clase trabajadora. La reacción en cadena puede llevarnos a una eclosión represiva de consecuencias funestas.
El equilibrio está ausente. Son más los factores desfavorables que habrán de contravenir al “decretazo”. Jesús Reyes Heroles solía decir que en política la forma es fondo. El procedimiento aplicado por Felipe Calderón denota –en su forma- un autoritarismo trasnochado. Un arrebato torpe que le resta más aún su legitimidad cuestionada. Agreguémosle a ello, la enérgica crítica que hace la ONU al gobierno mexicano por carecer de una política integral a favor de los derechos humanos; el crimen organizado galopando en caballo de hacienda; y el binomio impunidad-corrupción actuante, sin traba legal alguna que lo contenga.
Para nuestra pena, ha fallado el político. Ahora son tiempos de gritos y onomatopeyas de repulsa y protesta. Formulemos votos por un mañana sin los bamboleos de una guerra sucia ni recolección de cadáveres.

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