martes, 17 de febrero de 2009

Oportunismo y traición


Cuando los partidos políticos alcanzan el poder, siempre buscan caminos que les facilite la intervención franca al interior de las estructuras sindicales. Afanes de control para prevenir conflictos generados por el oficialismo tortuoso que se refleja en una resistencia a satisfacer las demandas de los trabajadores.

Este oficio intervencionista, que se conoce en la jerga política como corporativismo, no ha podido ser desterrada de entre los vicios que estragan a nuestra incipiente democracia; dominio oficialista en la que cumplen, con fidelidad perruna, un rol específico los pseudo dirigentes por cuanto al reclutamiento de rebaños para otorgar o rentar apoyos incondicionales, o en su defecto para someter a quienes osen discrepar de los dictados regulatorios de los poderes político y económico.

El corporativismo como sistema de representación impuesto por el Estado, persigue fines concretos por cuanto a determinar, articular y controlar las representaciones obreras y campesinas. Así, fija pautas de comportamiento colectivo y hace contrapeso a las organizaciones independientes.

Pero, ¿qué utilidad representa el corporativismo al sistema de partidos políticos? Como modelo de intermediación de intereses el corporativismo se constituye también como modelo de formación política en beneficio de las instancias partidistas, ya que construyen escenarios clientelares inductores de filiaciones forzadas y dirigidas, aunque se llegue a erosionar con ello la esencia de la democracia.

A juicio particular, el modelo que mayormente ha prevalecido en nuestro país es el referente a la intermediación de intereses, puesto que al quedar corporativizadas las organizaciones a partidos políticos específicos, éstas se concretan en un conjunto de arreglos institucionales frecuentemente en perjuicio de los agremiados y con el agregado de posibilitar el control oficial de las masas.

Al respecto Ilán Bizberg* afirma que “… en México el Estado, que se confunde con el gobierno y con el sistema político fundamentado en un partido dominante, es el que ha definido las orientaciones políticas al crear, controlar (control corporativo) y estimular, organizaciones obreras y campesinas, con el propósito de prevenir conflictos y asegurarse el control político”.

Ahora bien. Cuando los sindicatos independientes se consolidan como organizaciones de resistencia, el gobierno busca su friabilidad para facilitar su dispersión y disminuirles su fuerza. Al efecto se vale de instrumentos como la coerción, la violencia o la filtración de mercenarios que labren el divisionismo desde sus propias estructuras.

Este último fue el elemento definitorio del intervencionismo instrumentado por la Alianza por la Unidad Democrática (AUD) hacia nuestra Sección XVIII de la CNTE, en un acto de servilismo hacia el gobierno de Leonel Godoy Rangel.

En el extravío de su miopía política, Raúl Morón y Juan Pérez habían elaborado el supuesto de que al constituirse como factores externos, lograrían establecer una cabeza de playa de la apostasía al interior de nuestra estructura democrática sindical. Y les mojaron la oreja a varios de nuestros compañeros, quienes envueltos en la fantasía del canto de las sirenas, claudicaron a nuestros principios y han terminado en el cesto de los deshechos de nuestra insurgencia.

Por lo demás, los personajes de marras requieren de un factor de fuerza que les permita mantener presencia en el Partido de la Revolución Democrática. Por eso en su confabulación pretendían ofertar al gobierno una corporativización de la CNTE a modo, erigiéndose así en maestros de la concertación, sin importarles subvertir la esencia misma del Movimiento Democrático del Magisterio.

El tácito entendimiento que subyace en este tinglado montado por la AUD, se construye a partir de la estimulación del transfuguismo o mutación en algunos ex-miembros del Comité Seccional, quienes intentaron abrir una veta de confusión y conflicto para desarticular nuestras acciones de resistencia y protesta.

De lograrlo, hubieran consolidado un mandato de partido en nuestra organización en beneficio de personales regalías plurinominales, como hasta ahora lo han alcanzado Raúl Morón, en dos ocasiones (diputado estatal) y Juan Pérez en una (diputado federal). Pero en la búsqueda del oportunismo quedaron signados por la traición.

En fin… han evidenciado que en su connivencia, la perfidia es el fundamento de su plenitud humana.



* Bizberg Ilán. “Estado y sindicalismo en México” , edición de El Colegio de México.

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