lunes, 29 de diciembre de 2008

martes, 16 de diciembre de 2008

De políticos, imágenes y aguinaldos


La clase política de México siempre ha estado al margen de las necesidades de sus gobernados. Con criterios egoístas manejan los presupuestos con absoluta simulación, haciendo suponer que éstos son aplicados en obras de beneficio para la colectividad.

Los hay quienes han optado por utilizar la estrategia de la imagen. Esta estrategia es propia del mercado, que lo mismo sirve para vender un producto que para promocionar a personas a fin de alcanzar sus propósitos de interés.

Al efecto contratan a expertos en el diseño y la aplicación de la logística adecuada. Seleccionan los vínculos o medios para la difusión masiva, mismas que pueden ser vallas, prensa, televisión, folletos, Internet, radio, telemercadeo, hasta la publicidad personal.

Los políticos utilizan la estrategia de la imagen para autopresentarse. De este modo una obra de relumbrón que proyecte bulto o distracción, ocasionando el impacto visual y emocional en el receptor llamado pueblo, al promocionarla con intencionalidad persuasiva y exageración, deberá rendir resultados en beneficio de la aceptación del politicastro eje.

Esa es su promoción futurista. Y la buena fe de los gobernados queda cautiva por un círculo de tunantes que se han constituido en una entidad social para manipular creencias y opiniones.

Más no basta eso. El político envuelto en una aura mágica de soluciones en un mundo ficticio, adquiere autoridad para hacer y deshacer a plenitud, pues todo le será festejado y justificado.

Sin embargo, el pueblo del presente ya no está inmerso en los ámbitos de la ignorancia y la irreflexión. Las mayorías ya no permiten el engaño. La indignación va ensanchando su cauce y la rebelión de las masas se vislumbra.

No habría razón para reprimir el coraje de un pueblo que se debate en la pobreza, cuando es enterado de los montos que se pagarán los gobernadores de los 32 estados por concepto de “aguinaldo”. Juntos recibirán más de ocho millones 500 mil pesos, que equivaldrían a lo que recibirían 3 mil 700 personas que ganan el mínimo.

Los Ministros de la Corte, tendrán su bono navideño por 314 mil 743 pesos, tanto los activos como los jubilados. Los diputados federales, recibirán 252 mil pesos. Los de nuestro estado, se embolsarán 60 mil pesos.

¿Y los empleados de comercios y negocios? ¿Y los obreros, campesinos, carpinteros, panaderos y demás? Bueno… a ellos, si bien les va, se les entregará un bono menor a mil 500 pesos.

Olvidemos la imagen y ubiquémonos en la realidad. Nosotros no merecemos esta casta de políticos.

Les deseo a todos los radioescuchas una Navidad familiar de paz espiritual y un año nuevo pleno de bienaventuranzas. Que todos disfrutemos de salud y trabajo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Elogio a un escupitajo


In memoriam. Al luchador impecable y
congruente con su formación ideológica
y sus convicciones políticas:
Maestro Othón Salazar.



Un escupitajo sobre la humanidad de lo falso, es lo que motivó a los legisladores a desgarrarse las vestiduras. Un escupitajo de quien le resultó inevitable comunicar el desprecio, hacia quien ha perdido la estimación por conducirse con mendacidad voluntaria, enmarcó la indignación fingida a lo que consideraron ultraje común. Porque Morón es el Congreso, Morón es el Poder Legislativo en Michoacán.

Pero las masas también se han desarrollado como sujetos con soberanía propia para connotar, en un escupitajo, la significación del comportamiento hipócrita con que se conduce el presidente de la Junta de Coordinación Política. Un escupitajo que no conlleva un código específico, pero sí una significación subyacente que relaciona todos los estados emocionales de una masa que ha sido traicionada y que se sintetiza en el desprecio.

Envueltos en la fascinación de lo ruidoso, quienes dicen legislar desplegaron en la prensa denuncia pública (su denuncia pública) para demandar el respeto de los agraviados por su indiferencia, esa displicencia que matizan con una expresión rasa: damos respuesta “en la medida de lo posible”. Más el respeto se otorga como un reconocimiento a la persona por su buen juicio y comportamiento recto, algo de lo que Raúl Morón optó por declinar por el analfabetismo político disciplinario, por lo tribal para alcanzar el poder per se.

Sin embargo en su ambición, cayó en el más despectivo de los decadentismos: la transacción de la conciencia, resumen brutal de la perturbación de la dignidad. ¡Y a esto le llama pragmatismo! Una execrable ruptura con la racionalidad para refugiarse en las ideologías provisionales y convenencieras.

Y aquí el derrumbe de lo que fue Raúl Morón. Por eso el escupitajo, a lo que representa, a lo que simboliza.

El olvido necesario es el paradigma conductual de este diputado. Una década atrás él mismo comandaba las huestes de la Coordinadora en una simulación propia de los tartufos de tinglado. Se cobijó con la consigna pragmática y lucrativa que Borges dejara inscrita: “no es que fuera desleal sino que cambia de lealtad frecuentemente”.

Pero la insurgencia en las luchas sociales no admite retrocesos porque sus principios se deben cumplir siempre por una elemental razón: la vergüenza. Y el diputado Raúl definió su opción en el “chapulinismo” político, en el esquema de las conductas uniformes de quienes son gobierno. Perdió la vergüenza para extraviarse en la comodidad que otorga el apoltronamiento curulesco. Y aquí está su cosecha: el repudio, el desprecio de las masas que en un escupitajo quedó signado.

Su límite racional lo transgredió al pretender inventariar a su tribu a quienes luchan en las calles contra el poder discrecional de los politicastros. Sabiduría de idiota, pues ignoró que la convicción y el valor ético siguen fortaleciéndose en los combates de la insurgencia social, con la dual rectoría del pensar y el conocer. Y la pasión no quita conocimiento. Y el pensar ahonda el sentir.

Ahora el diputado Raúl Morón está condenado a vivir la peor de las miserias: el desprecio. Que lo viva en la fascinación del poder, ese poder que engendra entreguismos y simplismos, quietud y pasividad. Que lo disfrute.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Maquiavelo y los políticos


El engaño infame que nos aplican los políticos que nos gobiernan, reside en las falsas expectativas que generan durante el tiempo en que desarrollan sus campañas proselitistas. Al efecto se valen de dos estrategias: Prometer y sembrar miedos. Ambas son tratadas por Maquiavelo en su obra “El Príncipe”. Vamos a ver que dice del primero.

Prometer y luego romper sus promesas. Esta estrategia está planteada en el capítulo 18 de la obra mencionada. Maquiavelo lo dice así:

“Cuando un príncipe (en nuestro caso, un político) advierte que su fidelidad a las promesas redunda en su perjuicio, y que los motivos que le determinaron hacerlas no existen ya, ni puede, ni siquiera puede guardarlas, a no ser que quiera perderse… nunca faltan razones legítimas a un príncipe para cohonestar la inobservancia de sus promesas…”

“Pero es menester saber encubrir ese proceder artificioso y ser hábil en disimular y en fingir. Los hombres son tan simples, y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar”. Hasta aquí la cita.

Ya vienen las campañas para elegir diputados federales. Volveremos a escuchar las promesas que olvidarán cuando hayan alcanzado la curul anhelada; ¿pero, nosotros, acaso, volveremos a dejarnos engañar?

Comentemos una perla de nuestros gobernantes. La semana anterior se ha hecho el anuncio del incremento que tendremos el año próximo, en dos rubros: el predial y el servicio de agua. El porcentaje del aumento será del 6% porque, según su dicho, es la inflación calculada para el próximo ejercicio fiscal.

Los incrementos salariales nunca se hacen bajo ese criterio, sino apegándose a la inflación del ejercicio que termina. Así, nuestro próximo incremento será de conformidad a la inflación de este 2008.

Ahora pongamos atención a las siguientes cifras: Los economistas independientes aseveran que la inflación en este año ha oscilado entre el 8 y 10% . Sin embargo el gobierno, a través del Banco de México, afirma que la multicitada inflación no rebasará el 6% . La casta patronal, en cambio, ha declarado que la susodicha inflación no rebasa el 3% ¿A quién le cree usted? Yo, consumidor de la canasta básica, me inclino más por los economistas independientes.

Ahora bien. La representación obrera ha planteado en la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, un aumento salarial dos puntos arriba de la inflación. De conformidad a los economistas independientes, el aumento debería oscilar entre el 10 y 12%, elevándose así nuestro ingreso mínimo a 55 ó 57 pesos diarios. Pero si nos apegamos a lo declarado por el Banco de México, entonces el incremento sería de 8% y nuestro minisalario sería de 54 pesos diarios. Si nos ajustamos a lo que declaran los patrones, entonces el incremento deberá ser de 5% y el salario se elevaría a 52 pesos diarios.

Esas cantidades serían si efectivamente los representantes obreros lograran lo que plantean, es decir, un aumento dos puntos arriba de la inflación. Más, como tanto usted y yo lo dudamos por tener líderes obreros MAICEADOS, entonces lo más seguro es que el incremento, si bien nos va, será de un 3%, o sea, nuestro salario se elevará a 51 pesos con cuarenta centavos diarios. ¿Cómo la ve?

Ahora usted reflexione y concluya si vale la pena elegir a estos políticos de cuadrilla que se han enquistado en el poder. Por eso insisto, tenemos que librarnos de la dictadura de los partidos para impulsar los candidatos independientes. Por lo tanto, es preferible anular nuestra boleta de votación a fin de evitar que la manipulen. Cancélela con una leyenda de rechazo o simplemente con un “TACHE TOTAL”. Ya basta de que se nos engañe con promesas falsas. Ya basta de engaños. Todos a promover la cancelación del voto.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

martes, 2 de diciembre de 2008

Linchamiento sin fin


A los estudiantes que participaron en el movimiento de 1968 en la ciudad de México los convirtieron también, antes de asestarles aquel golpe mortal el 2 de octubre de aciaga memoria, en objeto de un brutal linchamiento mediático. También de ellos dijeron que eran “vándalos”, “rijosos”, “revoltosos”, “enemigos de la patria”, “criminales” que no merecían sino que se les aplicara todo el rigor de la ley. Y también a ellos se les ofreció diálogo combinado con toletes y escudos, con gases lacrimógenos y puntapiés, y hasta se les extendió la mano desde el balcón presidencial para justificar después la aplicación de eso que se sigue llamando el “estado de derecho”, “la mano firme”, que no es otra cosa sino la aplicación violenta y arbitraria de la ley. Lo que parecen olvidar quienes han llegado ahora al poder en los distintos ámbitos y niveles de gobierno es que la represión hacia los movimientos sociales no hace sino incrementar y extender el descontento, y que termina por volverse, de una u otra manera, como un búmeran ineluctable, contra los propios represores.

La clase política que nos gobierna en esta era de la cohabitación democrática ha coincidido sin ninguna dificultad, más allá de sus diferencias de siglas y de sus guerras sucias, de sus intereses encontrados en la víspera de un nuevo reparto a discreción de las posiciones de poder que se pondrán a disputa, en la condena rabiosa contra los estudiantes normalistas. Digamos que es una reacción conjunta que responde al instinto básico de sobrevivencia. Un movimiento como el que han iniciado los estudiantes en defensa de sus escuelas y del normalismo histórico cuestiona de raíz la política que en materia educativa se propone imponer el gobierno federal en todo el país con la complacencia y en algunos casos con la complicidad de los gobiernos locales. Los movimientos cuestionan de raíz el estado de cosas existente, sobre todo cuando éste no responde a los reclamos legítimos y a las expectativas de la sociedad.

El enfrentamiento que tuvieron los normalistas con la policía estatal se ubica en un contexto específico que se ha querido ignorar. Descontextualizar el conflicto facilita el juicio faccional, maniqueo, moralista, criminalizante, para dar pie a este linchamiento mediático que nos muestra los rasgos más iracundos del autoritarismo en la entidad. Es necesario volver al contexto. Uno de los ejes centrales que contiene la mal llamada Alianza por la Calidad Educativa (ACE) es el examen nacional de oposición como el medio ya único para lograr nuevas plazas y ascensos en el sector educativo. Se trata, en realidad, como lo hemos planteado en otras entregas, de un mecanismo para eliminar las relaciones de contratación colectiva y dejar a los trabajadores sin la mediación gestora de su sindicato. Que el sindicato tenga una dirigencia charra a nivel nacional es un problema que compete a los trabajadores resolver. Las nuevas contrataciones, que se hacen a título individual, en un porcentaje mínimo del universo total de aspirantes, quedan huérfanas de los derechos fundamentales de todo trabajador, como el de basificación y antigüedad.

Si cualquiera puede presentarse al examen, entonces las normales, como centros de formación de maestros, no tienen razón de existir en este nuevo sistema. Por lo que se refiere al nivel básico de educación, los maestros, sin embargo, deben tener una preparación específica, sobre todo por lo que se refiere al conocimiento de los niños y los adolescentes, así como en el manejo de las herramientas pedagógicas adecuadas. La docencia no puede quedar reducida a la transmisión mecánica de conocimientos. Pero esto es algo que no les importa a quienes se proponen hacer de la educación un enorme espacio para el adiestramiento de la nueva servidumbre humana. Uno de los efectos nocivos de la ACE es, precisamente, la eliminación de las escuelas normales en todo el país. Hay que recordar lo que dijo la autodenominada “presidenta vitalicia” del SNTE, Elba Esther Gordillo, con respecto a las normales: había que convertirlas en centros de formación de técnicos en turismo. De manera que los normalistas decidieron constituirse en un vigoroso movimiento nacional para rechazar la ACE y defender, con toda la energía de que es capaz la juventud, sus centros normalistas.

La otra zona del contexto que ya nadie menciona se da en una dimensión local. El candidato Leonel Godoy aceptó hacer alianza con diversas organizaciones y movimientos sociales, entre ellos el del magisterio democrático, para cerrarle en Michoacán el paso a la derecha. Hubo compromisos para que la educación en el estado dejara de ser un sector controlado por unos cuantos y se convirtiera en campo de análisis y de intervención organizada de todos los actores educativos. Pero Leonel Godoy gobernador prefirió privilegiar a una corriente específica de su partido y dejó al magisterio fuera de sus planes. Quienes llegaron a hacerse cargo de la SEE se dedicaron a atacar sistemáticamente, por todos los medios posibles, al movimiento del magisterio del que alguna vez formaron parte y hasta dirigieron. La confrontación entre los funcionarios de la SEE contra la Sección XVIII de la CNTE ha mantenido al sector en un conflicto sin definir. Y es en este contexto en que la encargada de la SEE, Aída Sagrero, declara que rompe relaciones con el movimiento del magisterio y que, por lo tanto, se cierran las puertas a cualquier tipo de gestoría que provenga de allí. Esta medida se hace extensiva a los normalistas. No habrá plaza para nadie que reconozca la mediación gestora de la dirigencia seccional. Como en caso de la ACE, las negociaciones tendrán que ser individuales con la dependencia.

Digamos que el movimiento de los normalistas tiene estas dos causas en su origen, aunque en realidad las dos causas provienen de la misma fuente. Contra el gobierno federal porque a través de la ACE se propone desparecer las normales; y contra los funcionarios de la SEE porque imponen condiciones humillantes para darles a los normalistas lo que por derecho les pertenece. Los jóvenes tienen capacidad para tomar por ellos mismos sus propias decisiones. Decidieron rechazar la ACE y sus efectos perniciosos, y en este camino se encontraron con esa insurgencia magisterial que se extiende a varios estados; y decidieron también reconocer a la dirigencia de la Sección XVIII democrática como legítima. Su movimiento, por ello, cuestiona de raíz las políticas federal y local en materia de educación y de controles en el mismo sector. Por eso su movimiento. El jueves de la semana pasada se concentraron en la Escuela Normal de Tiripetío representaciones de las normales de por lo menos 15 estados del país. Emprenderían una marcha de ahí hacia la ciudad de Morelia para continuar su lucha y, al mismo tiempo, para conmemorar dos fechas negras en que fueron objeto de agresiones con saldo rojo.

El movimiento de los normalistas tendrá que hacer una revisión concienzuda de su estrategia para conseguir el transporte que los lleve a sus acciones de lucha. Pero la represión que se desató sobre ellos fue brutal, desproporcionada, concentrada significativamente en las muchachas, a quienes se les dio un trato indigno no sólo por parte de las autoridades sino de la gran mayoría de los medios. Ni siquiera con el crimen organizado hay este comportamiento visceral. Cuando los autobuses fueron interceptados por la policía y los muchachos se resistieron a bajarse, entonces los agentes la emprendieron contra las unidades. Obligaron a bajar a los estudiantes, la gran mayoría mujeres, y formaron vallas para obligarlas a pasar por en medio y recibir una tunda bárbara de golpes. Luego, como si se tratara de prisioneras de guerra donde sólo ellos, los policías, tienen las armas y el entrenamiento adecuados para el combate, las obligaron a hacer una pila humana sobre el terreno baldío. Fue cuando el resto de los normalistas se reorganizaron para defenderse y repeler la agresión.

Hay que preguntarse por qué la policía y el gobierno se ensañan de esa manera con los normalistas. ¿Por qué la inmensa mayoría de los detenidos fueron mujeres? En un comunicado que las estudiantes lograron hacer salir de Barandilla, ese lugar insalubre y reducido donde las concentraron, ellas denuncian el maltrato y el “manoseo sexual” de que fueron víctimas, además de tortura psicológica y golpes que nadie en los medios oficiales ha querido ver.

Decíamos que uno de los ejes centrales de la ACE es la desaparición de las normales y de toda relación de carácter colectivo con los trabajadores. Se ha dicho que en Michoacán la ACE no ha sido aceptada. ¿Entonces por qué se arremete contra el movimiento de los normalistas y se amenaza con desaparecerlas, empezando por la de Tiripetío. ¿No estamos ante una reproducción local de esa política federal que se propone pulverizar la educación pública?
(Artículo de Ramón Guzmán, publicado en el diario La Jornada de Michoacán, edición del 02 de diciembre de 2008)