sábado, 15 de marzo de 2008

De hipócritas y cínicos


En qué estado tan lamentable se encuentra nuestro sistema político. Pasamos de un gobierno de hipócritas priístas a un gobierno de cínicos panistas. Pobre de nuestro país. Pobres de nosostros.

Y esto no debe tomarse como un exabrupto de mi parte. Mucho menos como tremendismo que pudiera provocar la parálisis en los ciudadanos. Es una reflexión que pretende despertar la conciencia en los receptores. Y recordemos que la palabra conciencia quiere decir “darnos cuenta”.

Nuestro sistema político adolece de penosos males que lo están destruyendo. Esos males son: Partidocracia, mediocracia, oclocracia y plutocracia. Trataré de explicar cada uno de ellos.

Partidocracia es la incursión desmedida de los partidos políticos en la toma de decisiones que repercuten en una nación, un estado o municipio, frenando el desarrollo de la democracia. Sus activos constituyen una masa dirigida, la que en obediencia ciega conforman la fuerza de número para obtener canonjías y puestos de gobierno que les permita consolidar su poder.

Los recursos económicos que los sostienen son proporcionados, además de sus afiliados, del erario público; es decir, de los impuestos de todos. Sin embargo se conducen con nula transparencia y no son auditados para clarificar el destino de los mismos.

Mediocracia es el dominio que ejercen los medios electrónicos en las personas a través de la imagen y sonido. El referente visual se norma por el paradigma “el ojo cree lo que ve”. Giovanni Sartori nos habla de una sociedad teledirigida al modificar los medios la naturaleza misma de la comunicación.

Los dueños de los medios deciden contenidos a partir de sus intereses. Por eso influyen en los elementos estructurales de la sociedad, es decir, en lo político, lo económico e ideológico. Recordemos la feroz embestida que emprendieron en contra del Licenciado Andrés Manuel López Obrador calificándolo como “un peligro para México”.

Pero la palabra mediocracia también se aplica al gobierno de los mediocres. El mediocre en la política es aquél que se mueve con oportunismo y descarada ramplonería. Es el sujeto que no tiene ética. Es quien ha perdido los escrúpulos y la vergüenza. De estos tenemos representantes muy dignos: Mario Marín, Ulises Ruíz, Vicente Fox, Martha Sahagún, los hermanos Bribiesca, Emilio Gamboa y… ¡párele de contar!

Por cuanto a la oclocracia, Polibio, un historiador de la Grecia clásica, la definió como la tiranía de los incultos y demagogos. Es el peor de los males que puede ocurrirle a una sociedad: ser gobernada por oclócratas.

Cuando los gobernantes obtuvieron el triunfo electoral basado en promesas burdas sin afrontar las cuestiones esenciales; cuando denotan en su gobierno tortuguismo, manipulan a los medios con demagogia informativa y se involucran en negocios turbios en perjuicio del bien común, estaremos frente a unos oclócratas.

Finalmente, plutocracia es el gobierno de los ricos y para los ricos. Ellos son quienes imponen productos y pautas de consumo, condiciones laborales y desempleo. Los plutócratas presionan a las instituciones de gobierno para que tomen decisiones que les favorezcan en detrimento del bienestar de las mayorías.

Su influencia en la economía la utilizan como chantaje. Y se pavonean imponiendo leyes a su favor disfrazadas de formalismos democráticos.

Dicho lo anterior, bien puedo ratificar que nuestro sistema político adolece de estos males y por lo tanto, ya es tiempo de que dejemos de caminar por vereditas alegres y nos revelemos como activistas de la dignidad, pues la inacción es una forma de complicidad.

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