jueves, 31 de enero de 2008

La incongruencia de los partidos políticos

Nos encontramos inmersos en procesos múltiples de renovación de las dirigencias de los partidos políticos. Al menos de los principales. Y nos quedamos patidifusos cuando nos hablan de “candidatos de unidad”. Con tal expresión, el ciudadano común deberá de entender que únicamente tendrá el derecho de votar por quienes previamente, en las facciones, decidieron quién o quiénes ocuparán los puestos directivos.

El gobierno ya no sólo nos obliga a la obediencia ciega, so pena que, de no hacerlo, nos mandaría la represión brutal. Ahora, los partidos políticos, también ordenan la obediencia. Y total que todos los políticos del país aspiran a tener una población sumisa y cobarde.

En las sociedades democráticas los partidos cumplen con funciones sociales, destacando cuatro, mismas que cito a continuación:

PRIMERA: La socialización de la política. Esto quiere decir que es un deber de los partidos el educar a los ciudadanos en la democracia, el afirmarles su identidad de clase y de preservarles y transmitirles pautas de comportamiento y valores inherentes a la democracia.

SEGUNDA: La movilización de la opinión pública. Los partidos políticos se instituyeron como espacios para canalizar la opinión pública, sus pareceres y criterios, a fin de concretarlos en resultados eficaces. Los partidos deben articular las demandas de la comunidad mediante la reivindicación de los movimientos sociales.

TERCERA: La representación de intereses. Los partidos no sólo representan intereses variados sino incluso contradictorios. Sin embargo, anteponen aquellos que lo originaron, ya que son los que prevalecen en su ideario y su estructura.

CUARTA: La legitimación del sistema político. Cuando los partidos deciden participar en los procesos electorales, están contribuyendo a la legitimación del sistema político. A ello se le agrega la cualidad de ser espacios para la discusión y el debate de las ideas, programas políticos y leyes, respetando el disenso e impidiendo la exclusión de las minorías. Esta es tal vez la función más importante de los partidos políticos, ya que a través de ella se refuerza la democracia.

Ahora vamos a ubicarnos en lo que ocurre actualmente. Los partidos nos informan que han decidido estructurar “candidaturas de unidad” en la renovación de su dirección estatal. Al anunciarlo, están enviando a sus militantes el mensaje de que no están preparados para ejercer la democracia; que el partido no ha tenido la capacidad de transmitirles pautas de comportamiento ni valores inherentes a la democracia y que son los representantes de las facciones y su pequeño séquito de simpatizantes, quienes les entregarán digerido el paquete de los ilustres seleccionados, para que ustedes, monos mecanizados al fin, los acepten.

Para ellos, las bases no deben desgastarse en devanar ideas, no deben debatir, no deben disentir. Les niegan el derecho a pensar y les marcan con un pensamiento único. Y quienes se atrevan a cuestionarlos o a romper con su adocenada unidad, los etiquetan de cismáticos, enajenados, delirantes y muchos otros adjetivos.

El Partido Acción Nacional tuvo un candidato único a la dirigencia nacional: Germán Martínez Cázares. Ahora se perfila bajo esa misma modalidad Germán Tena Fernández para la dirigencia estatal.

El Partido de la Revolución Democrática también se lanza por los mismos rumbos y pretenden imponer la candidatura de unidad en la persona de Fabiola Alanís.

Por eso es encomiable que tanto Ana Lilia Guillén como Francisco Zamudio hayan optado por no someterse a las decisiones domésticas. Debemos esperar de los medios, que les brinden los espacios para difundir sus ideas y programas.

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