viernes, 17 de enero de 2014

El drama de Michoacán





Francisco RIVAS LINARES

 
A manera de epígrafe: Para que los dramas impacten, es necesario construirlos por contraste: Aquí están los asesinos y allá quienes los combaten.

Víctima de los desatinos de gobernantes ineficientes e ineficaces, Michoacán se ha convertido en un laboratorio experimental en tácticas de combate al crimen organizado. Tácticas que, por cierto, no provienen de la lucidez inteligente sino de la locuacidad de las fuerzas.

Entre bandazos y palos de ciego van cayendo víctimas inocentes abatidas por balas asesinas. Perdido el equilibrio emocional, disparan a tontas y a locas y se pierden vidas en cierne que aspiraban a la concreción de un ideal.

Atrapados en una necedad circular, invocan las partes al diálogo y consumen las horas nalga  en posturas irreductibles. Nadie cede. Cada uno con su cadaunera. Y en tanto el pueblo padece los embates brutos de una delincuencia galopante.

Frente a nuestra tragedia, pienso en la obra del general chino Sun Tzu, quien vivió en el siglo V antes de Cristo y que legó para la posteridad un conjunto de ensayos sobre el arte de la guerra, cuyos consejos aún siguen vigentes. El título de la obra es precisamente “El arte de la guerra”.

Así como El Príncipe de Nicolás Maquiavelo se ha constituido en el tratado de teoría política al que recurren muchos gobernantes actuales, el libro de Sun Tzu no debería  despreciarse en su consulta y reflexión.

Pero parece que se vienen tomando decisiones invertidas a la sensatez. Sun Tzu recomienda que lo primero que tiene que hacer un gobernante en un contexto de beligerancia, como el que vivimos, es mantenerse en armonía con su pueblo, cultivar su confianza, hacerse creíble en las decisiones que va tomando. Así, dice Sun Tzu, su pueblo le seguirá donde sea, sin temor a perder la vida y dispuesto a afrontar cualquier peligro.

Y este factor es lo que lamentablemente han descuidado. El pueblo ha perdido la confianza por los engaños recurrentes. La ha perdido en sus instituciones más respetables: el ejército, la justicia y el gobernante. Ahora el pueblo se ha organizado en una colectividad y se va convirtiendo en una unidad radical. Esta es la rebelión de las masas, a las que alude el filósofo Ortega y Gasset.

Volviendo al Arte de la Guerra, tres son las cualidades sustantivas que debería tener quien ejerce el mando: sabiduría, benevolencia y sinceridad. ¿Acaso se han hecho notables estas cualidades?

Tener sabiduría para controlar conflictos exige no sólo del conocimiento de éste, sino también entenderlo. Ello permitirá tener claridad de juicio, guardar prudencia, aplicar cautela, moderación y autodominio.

Wikipedia, la enciclopedia libre, dice que la sabiduría es una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia, obteniendo conclusiones que nos dan  un mayor entendimiento, que a su vez nos capacitan para reflexionar, sacando conclusiones que nos dan discernimiento de la verdad, lo bueno y lo malo.

Lo que se ha puesto de manifiesto es, precisamente, la falta de experiencia y capacidad; esta última, para aplicarla al ejercicio de la reflexión de la que surgirían decisiones inteligentes. Sólo vemos y sentimos las consecuencias de aplicaciones viscerales.

Ante el arrojo de las huestes castrenses irrumpiendo en los pueblos organizados con sus grupos de autodefensas, era obvia la resistencia de éstos. Y se desencadenó la trifulca en cuyo final, la población civil fue la que levantó a sus muertos. ¿Eso es actuar con sabiduría?

Luego, llegaron las cifras para confundir. Uno, dos, tres y hasta doce víctimas registraron    diferentes notas. Cada fuente con su propia estadística. La única coincidencia observable fueron las imágenes desgarradoras difundidas en las redes sociales y las declaraciones oficialistas expresadas con un lenguaje de ruptura. ¿Eso es hablar con sinceridad? ¿Eso es aplicar cautela y autodominio?

Las heridas en Michoacán se han gangrenado. El viento transporta estruendo y furia. ¿Cómo conciliar los opuestos? ¿Cómo concretar los deseos utópicos? Tales son las preguntas que en las horas actuales demandan respuestas.

Margarite Yourcenar, en sus Memorias de Adriano, escribió: “Lo esencial es que el hombre llegado al poder pruebe luego que merecía ejercerlo”. Y esto es lo que de manera persistente nos sigue faltando.

 

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