miércoles, 29 de enero de 2014

Michoacán: Un gobierno sin ética, sin credibilidad.




Francisco RIVAS LINARES


Hay un paradigma que dice: “un país sin credibilidad es un país al borde del abismo y de la anarquía”. Tal sentencia parece que se nos viene cumpliendo desde hace lustros, y en ella identificamos los orígenes de nuestras adversidades sociales.

 

Para que nuestros gobernantes sean los depositarios de la confianza de sus gobernados, requieren de dos cualidades sustantivas: Tener ética y poseer una moralidad comprobada. Y aunque si bien sus raíces etimológicas sugieren idéntico significado, en la actualidad difieren, pues en tanto que la moral se refieren a los principios y valores que definen el  comportamiento, la ética es la reflexión que aplicamos sobre esos principios y valores.

 

Para hacer demostrables la posesión de ambas cualidades, las personas debemos aplicar un factor elemental: la transparencia. Si para un ciudadano común resulta necesario demostrar  congruencia entre lo que dice y hace, en una persona que se desempeña en el ámbito del servicio público, resulta mucho más que una obligación.

 

La confianza se genera a partir de la veracidad. Y estas han sido las carencias de las que adolecen los políticos. Las mentiras han dominado a tal grado su discurso, que ya no se les cree a ellos ni a las instituciones que representan y manejan.

 

Contrario al mito griego del rey de Frigia, Midas, quien tenía el poder de convertir en oro todo lo que tocara, nuestros políticos, nuestros gobernantes, parecieran que han obtenido -de no sé qué deidad o numen- el poder de convertir todas sus acciones en un cenagal inmundo y hediondo. Buscar alguno que se precie de ser lo contrario, sería tanto como traer todos nosotros una lámpara como la del sabio griego Diógenes, quien caminando por la plaza de Atenas portaba una lámpara diciendo, en voz alta, “busco a un hombre”. No faltó quien le dijera “la ciudad está llena de hombres”, a lo que replicó el sabio “busco a un hombre de verdad, uno que viva por sí mismo, no un indiferenciado miembro del rebaño.” También así, pudiéramos demandar a la luz de nuestra lámpara, el encuentro con un servidor público en quien pudiéramos confiar por su rectitud y honestidad.

 

 Sus instituciones están colapsadas. Y como el paradigma inicial: estamos al borde del abismo y de la anarquía.

 

El escenario político está sembrado de dudas, de vanas esperanzas. Y ello provoca que el pueblo, nosotros, hayamos caído en un total escepticismo, una franca apatía. Para qué los lemas identificativos “Michoacán, suma de voluntades” Un gobierno eficiente al servicio de la comunidad, Estrategia de seguridad contigo, Compromiso de todos, etc? Expresiones publicitarias, como si la política fuera una cuestión mercado.

 

Hoy Michoacán está hundido en el desprestigio. Un desprestigio que a todos nos afecta. Un desprestigio que por acción u omisión hemos construido a cabalidad gobierno y gobernados. Los unos por abusivos. Los otros por dejados. El pacto social está roto. Un gobierno que va dejando constancia de su debilidad e inconsistencia y unos gobernados que nos hemos pasado de tolerantes para caer en la permisividad estúpida.

 

¿Qué pasó con la guerra de cifras fraudulentas en que se trenzaron el gobernante anterior con el actual? Éste amenazaba frecuentemente proceder con rigor. Aquél, con soberbia atrevida, se victimizaba. Y al final, nada pasó.

 

Y aquéllas denuncias públicas que hiciera Luisa María Calderón sobre las ligas del gobierno actual con la delincuencia organizada, a las que Fausto Vallejo aseguraba que demandaría a la denunciante por la falsedad de sus declaraciones, ¿qué pasó?

 

La respuesta es obvia. Todo queda como verborrea efectista.

 

Si ayer fuimos calificados como un estado torpe por su  nulo o escaso desarrollo, en el presente se le identifica como un territorio en el que se desplazan a contentillo los delincuentes bajo el amparo de la impunidad.

 

Todo anda mal. Esa es la sensación que se nos ha incubado. Todo anda mal.

 

Concluyo citando a nuestro notable ensayista y poeta Octavio Paz: “Ningún pueblo cree en su gobierno. A lo sumo, los pueblos están resignados”

sábado, 25 de enero de 2014

Fallece luchador social herido el 1 de diciembre en toma de posesión de Peña



(Juan Francisco Kuykendall, una de las víctimas de la represión contra manifestantes en los alrededores del Palacio Legislativo de San Lázaro el primero de diciembre de 2012 durante el traslado al Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI en enero de 2013.) Foto Roberto García Ortiz



El activista y director teatral Juan Francisco Kuykendall, quien padeció una fractura craneoencefálica durante las manifestaciones del 1º de diciembre de 2012 contra la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, murió durante las primeras horas de este sábado, luego de sufrir un paro cardiorrespiratorio.
“Kuy falleció a las 5:05 de la mañana. Todavía no me han dado el acta de defunción y no sabemos cuál van a decir que fue la causa clínica, pero desde las 2:30 de la madrugada entró en paro cardiorrespiratorio”, informó Eva Palma, compañera sentimental de la víctima.

El estado de salud de Kuykendall Leal --quien desde hace unos 3 meses se encontraba internado en el Hospital General de Zona número 30, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en la delegaciónn Iztacalco—ya era crítico desde hace mucho tiempo, explicó.

“Ya estaba muy desnutrido, con escaras muy profundas y como usaba sonda para orinar y comer, las infecciones lo empezaron a atacar. Apenas ayer que fui a verlo noté que ya tenía muchas dificultades para respirar”, contó Palma en entrevista.

La mujer indicó que desde la lesión sufrida por Kuykendall durante las protestas contra la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, el activista fue atendido en varias clínicas del IMSS, incluido el Centro Médico Nacional Siglo XXI, de donde fue dado de alta supuestamente por encontrarse “estable”.

“La reflexión que me queda es que hombres tan productivos y tan preocupados por la cultura como Kuy, que fue activista desde los años 70, no merecen terminar como él por culpa del Estado, por hombres como Peña Nieto, Osorio Chong o Manuel Mondragón, que fue quienes ordenaron el operativo.

“Es muy injusto el sistema capitalista y finalmente mi compañero cae en la lucha, pero nos deja su ejemplo, su legado y lo vamos a reivindicar como adherente de la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona. El cayó en batalla por sus ideales”, enfatizó Palma.

Tras recibir el impacto de un proyectil en la cabeza –se piensa que pudo tratarse de una bala de goma--, Juan Francisco Kuykendall sufrió una fractura en el cráneo que lo hizo perder parte de la masa encefálica.

Se espera que este sábado en la tarde el activista sea velado en una agencia funeraria de la colonia Doctores, en la ciudad de México.

El hombre de 67 años, originario de Nuevo Laredo, Tamaulipas, emigró al Distrito Federal en 1967 con el propósito de ser actor. Logró su meta en el Instituto Nacional de Bellas Artes, donde cursó sus estudios de arte dramático.

Su esposa, Eva Leticia Palma Pastrana, recuerda que 1968 fue un año de efervescencia política que “también sensibilizó a Kuy ”, como lo conocen sus amigos y familiares. El 2 octubre acudió a la manifestación estudiantil, pero durante las detenciones lo salvó una doctora cubana que lo escondió en su departamento.
 
Muchos años más tarde, luego de convertirse en dramaturgo, escenógrafo, profesor de teatro y simpatizante de organizaciones y colectivos, como la otra campaña , quisimos acudir a las protestas de mayo de 2006 en San Salvador Atenco, pero nos perdimos. Nos salvamos varias veces, asegura Palma Pastrana. No ocurrió lo mismo el pasado sábado, cuando Kuy , de 67 años de edad y vecino de la delegación Coyoacán, acudió con su amigo Teodulfo Torres a la movilización en los alrededores de la Cámara de Diputados.
 
“Ingresamos por la avenida Eduardo Molina, porque todo lo demás estaba cercado. Nos encaminábamos para ver qué ocurría, saqué mi cámara de video y entonces escuché un golpe seco. Volteé a ver a Kuy , pero ya estaba en el suelo”.
 
El 18 de enero un grupo de familiares y amigos del profesor Juan Francisco Kuykendall interpuso una queja ante la Procuraduría General de la República (PGR) para exigir que se aclare lo ocurrido y se castigue a los responsables del ataque.

Acompañados por integrantes del movimiento estudiantil #YoSoy132, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y otras organizaciones sociales, Rodrigo y Fernanda Kuykendall, hijos del académico, se presentaron en las instalaciones de la PGR para presentar la demanda, en la que también solicitaron reparación integral del daño.

viernes, 17 de enero de 2014

El drama de Michoacán





Francisco RIVAS LINARES

 
A manera de epígrafe: Para que los dramas impacten, es necesario construirlos por contraste: Aquí están los asesinos y allá quienes los combaten.

Víctima de los desatinos de gobernantes ineficientes e ineficaces, Michoacán se ha convertido en un laboratorio experimental en tácticas de combate al crimen organizado. Tácticas que, por cierto, no provienen de la lucidez inteligente sino de la locuacidad de las fuerzas.

Entre bandazos y palos de ciego van cayendo víctimas inocentes abatidas por balas asesinas. Perdido el equilibrio emocional, disparan a tontas y a locas y se pierden vidas en cierne que aspiraban a la concreción de un ideal.

Atrapados en una necedad circular, invocan las partes al diálogo y consumen las horas nalga  en posturas irreductibles. Nadie cede. Cada uno con su cadaunera. Y en tanto el pueblo padece los embates brutos de una delincuencia galopante.

Frente a nuestra tragedia, pienso en la obra del general chino Sun Tzu, quien vivió en el siglo V antes de Cristo y que legó para la posteridad un conjunto de ensayos sobre el arte de la guerra, cuyos consejos aún siguen vigentes. El título de la obra es precisamente “El arte de la guerra”.

Así como El Príncipe de Nicolás Maquiavelo se ha constituido en el tratado de teoría política al que recurren muchos gobernantes actuales, el libro de Sun Tzu no debería  despreciarse en su consulta y reflexión.

Pero parece que se vienen tomando decisiones invertidas a la sensatez. Sun Tzu recomienda que lo primero que tiene que hacer un gobernante en un contexto de beligerancia, como el que vivimos, es mantenerse en armonía con su pueblo, cultivar su confianza, hacerse creíble en las decisiones que va tomando. Así, dice Sun Tzu, su pueblo le seguirá donde sea, sin temor a perder la vida y dispuesto a afrontar cualquier peligro.

Y este factor es lo que lamentablemente han descuidado. El pueblo ha perdido la confianza por los engaños recurrentes. La ha perdido en sus instituciones más respetables: el ejército, la justicia y el gobernante. Ahora el pueblo se ha organizado en una colectividad y se va convirtiendo en una unidad radical. Esta es la rebelión de las masas, a las que alude el filósofo Ortega y Gasset.

Volviendo al Arte de la Guerra, tres son las cualidades sustantivas que debería tener quien ejerce el mando: sabiduría, benevolencia y sinceridad. ¿Acaso se han hecho notables estas cualidades?

Tener sabiduría para controlar conflictos exige no sólo del conocimiento de éste, sino también entenderlo. Ello permitirá tener claridad de juicio, guardar prudencia, aplicar cautela, moderación y autodominio.

Wikipedia, la enciclopedia libre, dice que la sabiduría es una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia, obteniendo conclusiones que nos dan  un mayor entendimiento, que a su vez nos capacitan para reflexionar, sacando conclusiones que nos dan discernimiento de la verdad, lo bueno y lo malo.

Lo que se ha puesto de manifiesto es, precisamente, la falta de experiencia y capacidad; esta última, para aplicarla al ejercicio de la reflexión de la que surgirían decisiones inteligentes. Sólo vemos y sentimos las consecuencias de aplicaciones viscerales.

Ante el arrojo de las huestes castrenses irrumpiendo en los pueblos organizados con sus grupos de autodefensas, era obvia la resistencia de éstos. Y se desencadenó la trifulca en cuyo final, la población civil fue la que levantó a sus muertos. ¿Eso es actuar con sabiduría?

Luego, llegaron las cifras para confundir. Uno, dos, tres y hasta doce víctimas registraron    diferentes notas. Cada fuente con su propia estadística. La única coincidencia observable fueron las imágenes desgarradoras difundidas en las redes sociales y las declaraciones oficialistas expresadas con un lenguaje de ruptura. ¿Eso es hablar con sinceridad? ¿Eso es aplicar cautela y autodominio?

Las heridas en Michoacán se han gangrenado. El viento transporta estruendo y furia. ¿Cómo conciliar los opuestos? ¿Cómo concretar los deseos utópicos? Tales son las preguntas que en las horas actuales demandan respuestas.

Margarite Yourcenar, en sus Memorias de Adriano, escribió: “Lo esencial es que el hombre llegado al poder pruebe luego que merecía ejercerlo”. Y esto es lo que de manera persistente nos sigue faltando.

 

miércoles, 15 de enero de 2014

Política meritocrática




Francisco RIVAS LINARES

Consultando el Diccionario de la Real Academia Española, las acciones que conceden a las personas ser dignas de premios o castigos se les denomina méritos. El talento, la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la ética, etc., serían cuestiones meritorias dignas de ser retribuidas socialmente. Sus contrarios serían antivalores que la misma sociedad censuraría.

 

Desde los tiempos de la Grecia clásica, los guerreros que lucharan con valentía y demostrarán ser osados  en los combates, el pueblo los vitoreaba reconociéndoles sus méritos en campaña. En Atenas, los participantes en los grandes juegos Panhelénicos o en los certámenes de poesía y música en los llamados Juegos Nemeos, también se les premiaban con las hojas de olivo y unas ánforas en las que estaba grabado el nombre del vencedor.

 

Así nació la noción del mérito. Ya en el siglo XVIII, el mérito se trasladó al campo laboral. Las contrataciones en las factorías o fábricas, dependían de una serie de exámenes en las que los prospectos que demostraran mejores habilidades para el desarrollo de funciones específicas, tenían mayores probabilidades para ser aceptados. Quienes ostentaran títulos académicos, desempeñaban las funciones de mando y control.

 

En una sociedad en la que imperaba la desigualdad, fueron muchos los marginados. La selección previa fundamentada en las capacidades, propiciaba una especie de darwinismo social, cuyo paradigma conocido es la supervivencia del más fuerte.

 

Inspirado en ello, Michel Young, sociólogo inglés, utilizó en 1958 por primera ocasión la palabra  meritocracia (el poder del mérito) para designar a la forma de gobierno cuyas jerarquías y responsabilidades en la administración, se definen en base a la excelencia en el servicio público y al talento intelectual.

 

La expresión tenía un sentido peyorativo. Ridiculizaba esta manera de selección de las especies. Y el término se instaló con tal fuerza que en estos tiempos del neoliberalismo se hace patente en las fuentes de trabajo que se ofrecen a partir de exámenes selectivos.

 

La interpretación perversa del término se agudiza en el campo de la política. Los valores meritorios de la antigüedad se trastocaron con mayor rigor reflejándose, actualmente,  en comportamientos y actitudes demeritorias. No es el talento ni la honestidad ni la excelencia lo que concede a nuestros políticos hacerse merecedores de jerarquías de gobierno o la administración, sino su obediencia ciega, su disciplina inalterable y su proclividad al obsequio. En esa relación mando-obediencia se encuentran todos los fundamentos de la normatividad dominante en los contextos en que se ejerce el poder.

 

Quienes aspiran a medrar de la hacienda pública con las prebendas o rentas propias del poder, les bastará negar su capacidad pensante y convertirse en la clásica boca de ganso de su superior en turno. Boca de ganso es la expresión que se les aplica a quienes sin tener brillo intelectual, se concretan a repetir lo que una persona de mayor jerarquía dice, aún y cuando se trate de sandeces.

 

El político que tenga el atrevimiento de cuestionar o desobedecer la línea señalada por el tlatoani, jefe, coordinador, cacique, patrón, el líder, etc., perderá oportunidades futuras en la construcción de su carrera política. Por eso prefieren regodearse en el rastrerismo y navegar con las olas de la demagogia.

 

En nuestro país utilizamos diversos adjetivos, estridentes por cierto, para referirnos a ellos: arribistas, levantadedos, gandules, convenencieros, indecentes, traidores, mangas de mediocres, corruptos, grilleros… ¡Vamos! En 1999 un político mexicano hizo notaria su campaña para la gubernatura del Estado de México por los anuncios en los que clamaba que los derechos humanos son para los humanos y no para las ratas, en alusión obvia a quienes saqueaban las arcas de la hacienda pública. Al final resultó ser él una gran rata. De ahí brotó el ingenio popular diciendo que todo político aspiraba a convertirse en un Mikey Mouse, el personaje creado por Walt Disney, porque siendo encantador haría que la gente olvidara que es una rata.

 

Los originales valores del mérito se han corrompido para convertirlos en deméritos. Y la meritocracia se convirtió en una cleptocracia, que se define como “el desarrollo del poder basado en el robo del capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político, el peculado, de modo que estas acciones delictivas quedan impunes, debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.”

 

En México se nos presumen muchos cambios. La fiebre de las reformas parece que va sentando precedentes y todas, sin excepción, nos aseguran que son necesarias para estimular el crecimiento y desarrollo social. La retórica domina en los discursos y la propaganda; sin embargo, la experiencia nos indica lo contrario. Sí, en México todo cambia, menos los políticos y los empresarios.

 

Los primeros esmerándose en el (de)mérito del servilismo; los segundos, cayéndose para doblegar la dignidad de los primeros. ¿Recuerdan el diálogo que  sostuvieron un político con un empresario y que fue difundido en los medios impresos y electrónicos, cuyo trato recíproco fue denigrante? El senador principió con un ¿papito, dónde andas? ¿por qué te pierdes, mi rey?  Y que al final de su plática el empresario le comenta a la hija que todos los políticos lo buscan para ver … de a cómo les caigo.

 

Diariamente los políticos cumplen con su cuota de banalizar la política. Cotidianamente nos demuestran que el eje rector de su accionar no es el bien social, sino su proyección individual. Las ideas son lo de menos, el dinero y el poder son sus motivaciones. La democracia la han convertido en una cuestión propia de mercaderes.

 

Por eso, cuando cite en la columna política anterior al Doctor Manuel Lucena Giraldo afirmando que el resentimiento se da en las sociedades meritocráticas, previo para la conformación de las sociedades democráticas, confirmo a conciencia que no es posible construir sobre el lodo un país aspirante al ejercicio democrático del poder

 

No obstante tenemos que mantener la dignificación de nuestra existencia enarbolando el estandarte de los ideales, pues de no hacerlo perderemos nuestra humanidad.

miércoles, 1 de enero de 2014

Ignacio Ramonet: “La verdadera humanidad de Fidel Castro está en este libro”



La conversación se inicia antes de la ronda de preguntas, en una entrevista que pasa por la emboscada de las cámaras. Se filmará para la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, y mientras los técnicos y camarógrafos improvisan el set, a Ignacio Ramonet se le ve distendido y hasta bromeamos sobre un hecho aplastante: en sus intensas Cien horas con Fidel está casi todo lo que la humanidad periodística, de un lado y del otro de la verja política que indudablemente separa el ejercicio de nuestra profesión, habría querido preguntarle alguna vez al Comandante en Jefe.

 

«Usted es un gandío; no le ha dejado nada a sus colegas. Ni una hora». Y él se ríe, y casi se disculpa, y luego, en serio, comentamos las últimas noticias editoriales. «Está agotada en España la primera edición, y casi la segunda. Vamos para la tercera, que será idéntica a la que tendrán los lectores cubanos», cuenta. Las versiones en inglés, portugués y francés vuelan en las librerías, mientras se concilian contratos en otras lenguas. Ramonet acaba de pasar por Japón, donde firmó un acuerdo para la traducción y publicación del libro en ese país, y tiene noticias de que tres editores surcoreanos se disputan la edición príncipe en ese idioma. En Estados Unidos, donde se distribuyeron más de 40 000 ejemplares, el libro se vende en circuitos populares, con gran éxito.

 

Mientras habla, su expresión es de asombro. Reconoce que el libro ha navegado con enorme suerte, a pesar de la campaña internacional que se desató antes de que saliera de imprenta y a que celebraron por anticipado el hundimiento no solo de estas Cien horas con Fidel, sino de la credibilidad profesional del autor.

 

Pero de eso hablaremos más adelante, porque ahora se han encendido las luces, corre la cinta de la cámara y, por desgracia, no disponemos de cien horas, sino de solo 30 minutos para conversar, antes de que él salga apurado por la puerta a cumplir un intensísimo programa de presentaciones en medio mundo, empezando por Cuba.

 

CIEN HORAS CON FIDEL

 

-El pasado 16 de mayo usted presentó la primera edición del libro, que tenía unas 700 páginas. Pocos meses después, esta segunda edición tiene exactamente 800 páginas. ¿No debería llamarse ahora este volumen Más de Cien horas con Fidel?

 

-En realidad, las horas que yo pasé con él son las mismas. Lo que ha aumentado entre la primera y la segunda edición son las horas que Fidel ha pasado trabajando sobre sus mismas respuestas. La diferencia entre las dos ediciones es que en la primera él solo había podido ver rápidamente el volumen por falta de tiempo y por sus obligaciones. En la presentación de la primera edición, él mismo se dio cuenta, al releer el libro, que era necesario añadir precisiones que solo él podía hacer.

 

-No solo precisiones. Hay también importantes novedades.

 

-Son precisiones alargadas. Por ejemplo, voy a citar tres o cuatro que son importantes añadidos, porque como dice usted entre la primera y la segunda edición hay casi cien páginas de diferencia, sin contar las mil y una modificaciones que ha hecho, más bien de estilo. En la primera versión, se había conservado el tono conversacional, mientras que ahora le ha querido dar un carácter más escrito, porque se trata, lógicamente, de un libro.

 

-¿Qué modificaciones hay? ¿Qué añadidos?

 

-En la primera parte ha incluido múltiples modificaciones que describen mejor aún la infancia de un niño en el campo de la provincia del Oriente de Cuba entre los años 20 y 30. En la primera edición había un desequilibrio, que era un poco culpa mía, porque le hice muchas preguntas sobre el padre y pocas sobre la madre. Ahora añade unos párrafos muy personales, muy emotivos, sobre su mamá, que no se encuentran en declaraciones y libros anteriores a este.

 

«Otro añadido importante está en el capítulo de la Crisis de Octubre, donde incorporó a su respuesta las cartas que él le envió a Nikita Jruschov. No son inéditas, pero no todo el mundo las conocía. Él las entrega para que la gente pueda entender mejor las circunstancias en que se produjo una de las crisis más graves que haya vivido el mundo en los últimos 50 años».

 

-Absolutamente inéditas son las cartas que Fidel le envió a Saddam Hussein, y que aparecen por vez primera aquí.

 

-Cuando hablamos de la crisis de la guerra en Iraq, él me dijo: «Yo hasta le mandé un mensaje a Saddam Hussein, incitándolo a demostrar que no tenía armas de destrucción masiva y a que evitara el ataque». Eso aparece en la primera edición. En esta versión figuran, por primera vez y de manera integral, dos cartas que le envió después de la invasión de Iraq a Kuwait, a inicios de los ’90.

 

«También, está la versión más completa que haya dado él del golpe de Estado de abril de 2002, contra Chávez en Venezuela».

 

-Usted tuvo una gran primicia, porque es la primera vez que Fidel hace el relato detallado de los hechos relacionados con el golpe de estado en Venezuela y el retorno del presidente Hugo Chávez a Miraflores.

 

-Exacto. En la primera edición se entendía que él había participado, pero con muchos menos elementos. Mientras que aquí reproduce en detalle las conversaciones telefónicas que sostuvo con Chávez, con diferentes generales, etc., y se ve muy bien cómo él mismo vivió ese golpe de Estado. Creo que su intervención fue decisiva para que los hechos cambiasen en Venezuela en aquellos días.

 

-Usted ha hecho énfasis en que este libro de entrevistas no es un interrogatorio. ¿Qué quiere decir exactamente?

 

-Muchas personas en Europa, en España especialmente, me han dicho: «Usted no ha sido muy crítico, no le hace las preguntas molestas». He contestado que aquí están casi todas las preguntas sobre aspectos que se pueden discutir y algunos controvertidos en esta larga experiencia de casi 50 años de la Revolución cubana. Lo que no están hechas con un tono agresivo, ni con un tono de interrogatorio. El interrogatorio es para la policía. Un periodista no interroga. Un periodista hace preguntas, y la responsabilidad de las respuestas la tiene el entrevistado.

 

«Quería que tuviésemos una conversación. Lo he dicho otras veces: él jamás me planteó ninguna condición. Él se dejó llevar por donde yo decidí conducir la entrevista. Y no se me ocurrió jamás el interrogatorio, porque yo sabía que cualquier pregunta, por delicada que fuera, él la iba a contestar, con argumentos serenos y de peso. Y fue lo que ocurrió.

 

«Cualquier persona que lea este libro sin una opinión decidida, a favor o en contra de la Revolución, encuentra en las respuestas de Fidel una argumentación. No se excluyen muchos aspectos de la experiencia cubana que pueden considerarse problemáticos, a los que él siempre da una respuesta, a mi juicio, honesta y documentada».

 

-Entre mis notas del día en que se presentó la primera edición del libro, en el Palacio de las Convenciones, aparece esta frase de Fidel: «No fue una entrevista complaciente, a pesar de que las sabandijas lo han acusado de ello». También lo acusaron de que la entrevista era falsa, las fotos eran trucadas y de otras cosas. ¿Por qué se produjo esta reacción?

 

-En Europa existe la tradición de que, antes de salir el libro a la venta, si este es considerado interesante, los periódicos le piden al editor un extracto, que se publica días antes de la aparición del texto en librerías. Un gran periódico español (El País) le pidió la autorización al editor. Se publicó un fragmento amplio del último capítulo, el XXVI, que se llama «Después de Fidel qué». El documento iba ilustrado con una fotografía de la entrevista, en la que estamos Fidel y yo, conversando. Allí él habla de lo que podría ocurrir el día en que deje de tener la responsabilidad que tiene en Cuba. Apenas salió este fragmento, inmediatamente empezaron las críticas hostiles.

 

«Lo primero que se dijo fue: “Es una falsa entrevista. Ramonet no ha podido entrevistar a Fidel Castro, porque él lleva semanas muerto”. Segundo: “Es falsa, porque una parte de las respuestas está sacada de discursos”. Y tercero: “La fotografía es un montaje; se ha pegado una fotografía de Ramonet sentado en una silla, con otra, de otro momento, donde está Fidel”».

 

«Sin salir aún el libro, ya había un debate. La prensa, particularmente la de Miami, comenzó a especular. Titularon: “Periodista publica falsa entrevista con Fidel Castro”, y ese tipo de cosas. Cuando salió el libro, se dieron cuenta de que era muy difícil inventarse una entrevista de 700 páginas. Hubiera sido un trabajo extremadamente complicado. Y por otra parte, yo siempre expliqué que Fidel me autorizó -en algunas preguntas donde su respuesta era “Eso ya lo he contestado en tal artículo o tal discurso”- a reproducir esas ideas, de lo cual estuvo al tanto y en principio revisó.

 

Ilustración del libro Cien Horas con Fidel de Ignacio Ramonet«Las fotografías eran tan evidentemente reales, que se podían contrastar con una serie de documentales para la televisión, con siete horas de filmación, que se difundieron en muchos canales en Europa antes de la salida del libro. «En España se vendió el libro en grandes almacenes y librerías, acompañado de un DVD, con una hora de la entrevista. Se ve a Fidel dando las respuestas que estaban en el periódico. No hay trucos.

 

«Todos estos ataques, que no me sorprendieron, porque siempre que se habla de Cuba hay polémica, acabaron por derrumbarse. El libro ha circulado con mucho éxito».

 

-Pero no solo hubo ataques verbales, sino también represalias. En esos días usted fue expulsado de La voz de Galicia, junto a Ramón Chao y el director de ese diario.

 

-Exacto. La simple publicación de la entrevista con Fidel me valió que me cerraran el contrato en ese periódico, donde yo publicaba una crónica semanal. A pesar de que era muy conocido que estaba trabajando en ese libro, pues me pasé más de tres años sobre ese proyecto. Junto conmigo, salió del diario mi amigo Ramón Chao, que tenía una posición solidaria. Fue una represalia, claro.

 

-Maravillas de la libertad de prensa…

 

-Se da continuamente esta situación. Acusan a Cuba de tal o cual abuso, pero en realidad el abuso yo lo he padecido, porque he sido víctima de censura, en particular en España, simplemente por hacer mi trabajo de periodista. Este es el libro de un periodista. ¿Es necesario este libro? Sí, es necesario. De Fidel Castro y de Cuba se habla mucho, todo el tiempo, pero nunca se les da la palabra.

 

«En encuentros con lectores en España he conversado con gente que no necesariamente tiene una postura favorable a la Revolución cubana, y me ha dicho: “Por fin hemos podido ver los argumentos de Fidel Castro, y son sólidos”.

 

«Fidel Castro es una de las personas más censuradas en los medios de comunicación: se habla de él, pero no se le da la palabra. Eso no es correcto. Me parece que lo normal es que un periodista le dé la palabra a quien no la tiene. Si a esa persona además se le critica o se le hacen reproches, lo lógico es que pueda explicarse».

 

-Fidel ha estado trabajando duramente en el libro, antes y después de la operación. ¿Ha seguido usted al tanto de la reescritura?

 

-Constantemente nos hemos estado comunicando, a través de los asistentes de Fidel. Desde el día de la presentación en que él se comprometió a revisar el libro completamente, porque no lo había podido hacer a fondo, como quería, él se dedicó a esa tarea con mucha energía, con mucho entusiasmo, y yo, por supuesto, estaba al tanto. Teníamos proyectado presentar el libro en ocasión de su cumpleaños, y yo iba a venir antes para trabajar juntos en el avance de esa corrección, de esa reescritura.

 

«Espero que el esfuerzo que él hizo para escribir el libro no haya sido en parte la causa de su fatiga, de su enfermedad. Lo espero, porque me sentiría culpable. Conozco, también, porque él lo ha dicho, que apenas empezó a recuperarse consagró mucha energía al libro. A pesar de que su estado era de cuidado, como el de cualquiera después de una operación como la que él padeció. Él quería terminar a toda costa este libro para que estuviese listo para la Cumbre de los No Alineados».

 

-Fue su regalo especial para los Jefes de Estado…

 

-Ese esfuerzo es admirable. Testimonia el carácter de la persona. A pesar de que estaba disminuido físicamente, por la operación claro, su energía la consagró a trabajar, de manera muy seria. Cada uno podrá comparar la primera edición con la segunda, y verá las miles de modificaciones que hizo. Cumplió lo prometido, y el libro salió a tiempo.

 

-¿Cuándo y cómo se enteró de que su entrevistado había sido sometido a una operación muy delicada y su vida corría peligro?

 

-Fíjese, yo estaba en aquel momento bastante aislado. Hacía senderismo en Los Alpes, con mi esposa y mis hijos. Había cortado el ordenador, el televisor y el teléfono -bueno, el teléfono no, ya uno no vive sin él. Pero estaba en una zona tan alta y tan aislada, que el teléfono celular no tenía cobertura. Iba por un senderito y de pronto milagrosamente mi teléfono sonó. Era Radio Caracol, de Bogotá, Colombia. Y me dicen: «La televisión cubana ha informado que Fidel Castro ha sido sometido a una operación. ¿Qué comentario le merece a usted esto?». Así me enteré. Salí inmediatamente a buscar la televisión, y vi a nuestro amigo Carlitos Valenciaga -la televisión francesa y todas las televisoras del mundo transmitieron la proclama que él leyó-. Tuve una gran preocupación, como mucha gente en todo el mundo.

 

-Yo estaba en España ese 31 de julio. La prensa allá reaccionó primero con morbo y después con estupor: no entendían por qué había tanta serenidad y tranquilidad en Cuba. Junto a todo eso sobrevino una avalancha de opiniones de los «transiciólogos». ¿A usted le sorprendió la reacción del pueblo cubano?

 

-Desde luego que no me sorprendió. La mejor prueba es que yo abordo el tema en la introducción del libro, algo que también me ha sido reprochado con frecuencia. Si recuerdas, digo que mucha gente especula sobre lo que ocurrirá en Cuba el día en que Fidel, por cualquier razón natural, ya no esté. Sobre todo, porque comparan a Cuba con lo que pasó en los países del Este, cuando se hundió la Unión Soviética. Y añado en la introducción: se equivocan. En Cuba no pasará nada de esto, porque sencillamente Cuba no es un país del Este, donde la Revolución fue traída por soldados de la Unión Soviética. En Europa no surgió del interior de esas sociedades, aunque hubiese personas que deseaban esa Revolución. Mientras que en Cuba la Revolución fue un fenómeno endógeno, surgido aquí, ligado a su historia.

 

«Por otra parte, por mucho que la gente especule sobre el descontento que pudiera haber, la mayoría de la población se adhiere a este sistema. Cuando aquí se produce este accidente de salud, cuando de manera institucional hay una transmisión provisional de responsabilidades, lo que está pasando era lo que podíamos predecir que iba a pasar. A mí no me sorprendió, como no le sorprendió a usted, y a muchísima gente. Era lo más natural.

 

«Especular lo contrario proviene de la gente que se engaña con sus propias mentiras. Que acaba por creer sus propias mentiras y pierde la capacidad del análisis objetivo para ver una realidad. Este es un país donde, en 47 años, no ha habido insurrecciones populares, como las ocurridas en los países del Este. Esto tiene alguna significación, y no se puede explicar con el argumento de la represión. A pesar de la represión, se sublevó la gente en Polonia, en la República Democrática Alemana, en Rumania y en Checoslovaquia. En Cuba, la reacción de la gente no tiene que ver con la represión.

 

«Los “transiciólogos” deberían haber leído el libro. Fidel en un momento dado me pregunta: “¿Usted me está hablando de la transición?”. Y yo le respondo: “Sí, sí, de la transición. Hábleme de ella”. Y lo aborda de la manera más natural. “En este país hemos tenido que hablar de eso desde el principio”, dice. “Porque ha habido 600 tentativas de atentado contra mí. Hemos tenido que pensar desde el principio qué pasaría, si yo no estuviera aquí”. La manera en que se va a dar esa transición está más que institucionalizada. Por tanto, la sorpresa solo fue para la gente que no quería ver la realidad».

 

-¿Es verdad que usted fue miembro de una célula «castrista» en Tánger?

 

-Tanto como célula no, porque el grupo lo creé yo. Cuando yo era niño, tendría 12 o 13 años, en 1956, frecuentaba una peluquería en Tánger. El peluquero era un señor que había estado mucho tiempo en Cuba, español pero apegado a la Isla. La revista que él ponía para entretener la espera de los clientes, era Bohemia. Curiosamente yo empecé a leer en la Bohemia, en sus páginas color salmón, las crónicas rojas con testimonios de las represalias de la dictadura. Una cosa llevó a la otra: descubrí la personalidad de Fidel Castro, las acciones del Movimiento 26 de Julio. La prensa no hablaba de esto aún. Cuba ni se conocía. Estaba demasiado lejos de las preocupaciones internacionales. Pero yo creé en el Instituto un pequeño grupo de simpatizantes castristas y del Movimiento 26 de Julio. Habíamos seguido el rapto de Fangio, del que se habló un poco. Seguimos los progresos hasta el triunfo de la Revolución, que sí fue un suceso que recogió la prensa internacional.

 

-¿Por qué ha dicho que muy tempranamente fue simpatizante de esta Revolución y no de otra?

 

-Yo vivía en Tánger, Marruecos, y lo que me preocupaba, siendo todavía niño -como a muchas personas de mi generación- era la descolonización. Nací en 1943. No pertenezco a la generación cuya verdadera batalla ha sido el fascismo-antifascismo. Esa fue la generación de mis padres: mi padre hizo la guerra de España; mi madre era militante sindical.

 

«Pertenezco a una generación cuya batalla central, durante su adolescencia y los primeros años de la edad adulta, es colonialismo-anticolonialismo. En particular, la liberación de los países colonizados. En primer lugar, de Marruecos, que se independizó en 1956, después de una lucha interna. Y también de Argelia, país vecino donde yo había vivido, que comenzó su lucha por la descolonización en 1954. Cuando apareció Cuba en mi vida, estábamos en plena guerra de Argelia. Y en la clase donde yo estaba estudiando, algunos compañeros míos eran argelinos refugiados en Tánger por la represión en su país.

 

«En ese contexto, lo que ocurría en Cuba lo valorábamos como la lucha por la liberación de un tipo de colonialismo, que se traducía en el imperialismo o el neocolonialismo del régimen que tenían ustedes aquí. Por eso la Revolución cubana nos parecía algo muy original -no era del tipo soviético y tampoco se parecía a la china. Era y es muy singular, y surge a partir de una tradición histórica, aunque hay influencias marxista-leninistas. Estaba la ascendencia martiana, que en aquel momento yo no podía identificar, que le da un carácter de entroncamiento con el movimiento de liberación latinoamericano, cosa que está muy bien explicada por Fidel en el libro, en el primer capítulo. Dice que la Revolución cubana tiene mucho que ver con la liberación de América Latina y las guerras de independencia, y que se inscribe en ese tipo de trayectoria. Y no en otra».

 

-«Hoy Ramonet me conoce más a mí que yo mismo». Lo dijo Fidel. ¿Es verdad eso?

 

-No, en lo absoluto. Lo dice porque es muy generoso. Solo he podido compartir con él unos días de su larga vida, en esa conversación. He tratado de dar mi visión de él, de su vida cotidiana profesional, e intenté traducir eso de manera honesta y objetiva. Él es así, como se describe en el libro. No es un ser doble: no es de una manera en un momento, y otras veces de otra. Creo que si uno lo ve regularmente durante una semana o durante diez días seguidos, se da perfecta cuenta de que él es así, sin comportamientos ocultos, o diferentes, o contrarios. Por supuesto que hay muchísima gente que lo conoce más que yo, porque lo han frecuentado durante años a lo largo de su vida.

 

«El interés que despierta el libro se debe a que, a lo largo de esta conversación, él cuenta su vida. Una vida vista desde el interior. El libro tiene un argumento casi de novela policiaca, que es: ¿cómo este niño de Birán se transforma en Fidel Castro? ¿Cómo un niño nacido en un pueblo que ni siquiera es un pueblo, en un contexto rural y poco desarrollado -sin electricidad, sin casi nada-, en una familia relativamente conservadora, educado en escuelas religiosas católicas conservadoras; cómo ese niño, repito, se transforma en uno de los principales revolucionarios del siglo XX? Este es el misterio y el hilo conductor de la conversación».

 

-En la presentación de su libro en España, una escritora a la que admiro muchísimo, Belén Gopegui, aseguraba que «en los días más oscuros, como en los días más claros, la historia que se cuenta en este libro va a permanecer». Los cubanos sabemos muy bien que esta historia, efectivamente, perdurará. ¿Y el libro? ¿Qué perdurará de esta edición que pronto tendrán en sus manos los cubanos?

 

-A mí me gustaría que quedase de este libro la posibilidad que tiene el lector de acercarse, de manera muy íntima y muy personal, a alguien como Fidel Castro. Alguien que siendo una persona muy pública, es también muy reservado. Un hombre tímido, al que no le gusta hablar de sí. El lector y la lectora van a seguir una conversación en la que él habla de él, aunque se esté refiriendo a la política internacional, a la gran política, y a la Revolución. Cuando se refiere a hechos aparentemente ajenos, uno siente que está hablando en definitiva de él mismo, de su visión de procesos esenciales en los que ha estado involucrado.

 

«Lo trascendente del libro es este acompañamiento, esta cercanía a una de las personalidades que más ha marcado la segunda mitad del siglo XX y el principio del XXI. Una persona que no es nada arrogante, que por momentos trata de reducir su propio papel, sin que esto lo disminuya -todo lo contrario-. Alguien que reconoce que ha tenido tal o cual duda. Honestamente, creo que la personalidad y la verdadera humanidad de Fidel Castro están en este libro».